La letra de un famoso tango se materializa en la obstinada escena nórdica, “bajo el burlón mirar de las estrellas”, y con temperaturas bajo cero. Peter Englund y Kjell Espmark, que habían abandonado de forma temporal la paralizada Academia Sueca en abril pasado por el escándalo sexual y de filtraciones contra el condenado a dos años y medio de prisión por violación, Jean-Claude Arnault -el marido de la poeta y académica Katarina Frostenson-, anunciaron que vuelven a la cuestionada institución, que este año otorgaría el Premio Nobel por partida doble y anunciarán la ganadora o ganador del 2018 –año en que por obra y gracia del llamado “Harvey Weinstein de la Literatura” no se entregó el premio– y el que corresponda al 2019. ¿Volverán “con la frente marchita”? Sólo ellos íntimamente saben cómo regresan... Lo cierto es que en los últimos nueve meses cinco académicos renunciaron de forma definitiva a su puesto, mientras que otros cuatro se habían apartado de su actividad diaria. “Hemos llegado a un punto en el que continuar con la tarea de reforma solo es posible dentro de la Academia. Por eso hemos decidido volver a participar en el trabajo interno”, señalaron en un comunicado Espmark y Englund, este último secretario de la institución entre 2009 y 2015.

Los “regresados” destacaron la reforma estatutaria –no hay más cargos vitalicios– y la introducción de reglas más estrictas sobre imparcialidad como muestras de la voluntad de la institución de superar una crisis histórica, que desencadenó la decisión de aplazar por primera vez en siete décadas la entrega del Nobel de Literatura. Tras la vuelta de Espmark y Englund, la Academia tiene ahora 14 miembros activos; pero aún queda por resolver la situación de la exsecretaria Sara Danius -la primera mujer que ocupó ese cargo y  pronunció el nombre de Bob Dylan, Nobel de Literatura en 2016-, que renunció también en abril pasado, y Frostenson, la esposa de Arnault, “el gran fabulador francés” que desencadenó la crisis, que se negó a renunciar. La Academia difundió en diciembre un informe de una firma de abogados que concluía que la escritora y académica sueca había violado los estatutos al filtrar a Arnault en varias ocasiones los ganadores del Nobel: Elfriede Jelinek (2004), el británico Harold Pinter (2005) y el francés Patrick Modiano (2014); pero también se habría jactado de estar involucrado en la concesión del Nobel al francés Jean-Marie Gustave Le Clézio en 2008. Frostenson rechazó esta semana, a través de su abogado, las acusaciones, pero se mostró dispuesta a renunciar para facilitar la renovación de la institución, aunque a cambio de una compensación económica cuyo monto no se ha hecho público.

En noviembre de 2017, 18 mujeres se animaron a hablar de múltiples casos de acoso sexual y violación, algunos cometidos en dependencias vinculadas a la academia en Estocolmo y en París entre 1996 y 2017, y tres de esas mujeres además denunciaron que Arnault anticipó en público el ganador del Nobel en tres ocasiones, según informó el diario Dagens Nyheter. Uno de los “regresados”, Englund, entonces dijo: “Ya nada me sorprende sobre esa persona, ese cabrón. Supongo que lo supo por su mujer”. Englund reconoció que le llegaron informaciones, a partir de un artículo en la prensa francesa, que denunciaban a Arnault como el posible filtrador del nombre de los ganadores, pero “el gran fabulador francés”, que consiguió que lo  nombren como “dramaturgo” y “fotógrafo”, lo negó. Como si fuera de manual –donde hay un abusador, hay también un entorno que hace la vista gorda y permite que el sujeto en cuestión continué cometiendo delitos, avalado por el silencio, la omisión o la indiferencia–, los rumores sobre la conducta sexual del “dramaturgo” no eran desconocidos en el mundo de la élite cultural sueca, como lo admitió Englund, quien en las redes sociales se sintió aliviado porque el caso “finalmente haya salido a la luz”. Otro integrante de la Academia, Horace Engdahl, afirmó estar convencido de que hubo filtración, pero no quiso referirse al caso de violación argumentando que violaría las normas de la institución. Se puede violar mujeres, pero no normas institucionales... Hubo reunión entre los académicos para “sacar los trapitos al sol”; varios de los miembros y familiares habían sufrido “intimidad no deseada o trato inapropiado” de Arnault, director de un foro cultural que fue apoyado económicamente por la institución sueca.

 Arnault (Marsella, 15 de agosto de 1946), apenas un electricista francés que construyó un notable personaje, se movía como pez en el agua entre escritores, pintores, diseñadores y demás artistas suecos un tanto obnubilados por el relato del marido de Frostenson, quien afirmaba haber participado en las barricadas de París en el Mayo del 68 y que había estudiado en la École Normale Supérieure, un lugar educativo clave por donde pasaron Jacques Derrida, Michel Foucault y Pierre Bourdieu, entre otros. En 1989, fundó junto a su esposa el Forum, un importante club de lectura adonde asistían los intelectuales de izquierda a disertar sobre distintos escritores. “El gran fabulador francés” fue considerado como “el miembro número 19 de la Academia Sueca”, señaló en una entrevista con L´Express la periodista que destapó los abusos sexuales en noviembre de 2017, Matilda Gustavsson. El hombre que vive en Suecia desde 1968 se matriculó en la escuela de fotografía Christer Strömholm. Anders Petersen, un antiguo alumno de esa escuela, lo recuerda como un “tipo simpático, muy social”, pero asegura “no haber visto jamás” sus trabajos fotográficos. Sus únicas fotos publicadas aparecen en tres colecciones de poemas de su esposa. Lo de “dramaturgo” es menos consistente; parece que le alcanzó con merodear por el Instituto Dramático de la capital sueca. Un Tribunal de Estocolmo condenó a Arnault, el pasado 1° de octubre, a dos de prisión por el delito de violación, cometido en octubre de 2011. En diciembre pasado lo consideró también culpable de otro caso ocurrido en diciembre del mismo año contra la misma mujer –del que había sido absuelto en la primera instancia– y sumó seis meses más de cárcel. Habrá que ver cómo trabajarán los “regresados” –y el resto de los académicos– para reconstruir la Academia Sueca, institución creada en 1786 por el rey Gustavo III de Suecia bajo la divisa “Snille och Smak”, “talento y gusto”. De las ruinas podrá surgir quizá un nuevo rumbo o la asombrosa repetición de lo mismo.