A menudo los Cypress Hill son etiquetados despectivamente como “raperos fumones”. Ellos mismos se lo buscaron, por supuesto, desde el momento de 1993 en que tuvieron su primer gran hit sobre la marihuana con “Insane in the Brain” y gracias a su campaña permanente por la legalización. Elephants on Acid, el notable disco que lanzaron a fines de 2018, tampoco es muy tímido a la hora de las menciones de sustancias alteradoras de la mente: “Me llaman el mesías del porro, traé tu encendedor”, arranca B-Real en “Jesus Was a Stoner” (“Jesús era un fumón”) con su distintivo tono adenoidal. Canciones como “LSD”, “Reefer Man”, “Thru the Rabbit Hole” y “Crazy” (“Estoy perdiendo la cabeza, muy drogado, en serio”), mientras tanto, sugieren que el título del disco está muy lejos de ser accidental. “Este disco tiene que ver con las buenas vibras y la música stoner”, dijo hace poco el miembro fundador Sen Dog.

A pesar de todo eso, Cypress Hill, que este año será homenajeado con una estrella en el Hollywood Walk of Fame, es mucho más que música de drogotas. Mientras otros artistas veteranos de la escena hip hop se han retirado con su legado intacto o han conseguido mantener su relevancia saltando hacia nuevas tendencias, en Elephants on Acid estos pioneros del rap de la Costa Oeste reaseguran su posición como uno de los gigantes del género. A pesar de algunos guiños a su trabajo pasado, que supo alimentarse del rock, el reggae, lo latino y el hip hop “tradicional”, Elephants... no se parece a nada de lo que se haya editado el año pasado; una especie de homenaje en sus palabras a la psicodelia sixtie. Buena parte del disco de 21 tracks –el primero desde Rise Up, de 2010– fue grabado en Egipto junto al viejo colaborador DJ Muggs, uniéndose nuevamente tras varias aventuras cada uno por su lado. Muggs hizo equipo con músicos locales que cantaron y tocaron oud, sitar, teclados y guitarra en “Band of Gypsies”, y trajo a artistas underground como Sadat y Alaa Fifty, dos figuras centrales de la shaabi, música callejera egipcia: en vez de samplear viejas grabaciones, grabó sus voces y las puso en loop.

“El paisaje musical es diferente hoy”, dice B–Real (nacido como Louis Freese), oculto detrás de unas gafas de sol. El y Sen Dog (nombre real: Senen Reyes) están sentados en un camarín de la Brixton Academy de Londres, a punto de ofrecer lo que terminará siendo un calenturiento viaje por su vasto catálogo: sus nuevos compañeros son nada menos que dos ex Beastie Boys, el legendario DJ MixMaster Mike y el percusionista Eric “Bobo” Correa. “En la actualidad, muchos artistas tratan de gravitar hacia lo que es nuevo, intentan ofrecer versiones de sí mismos en el estilo que sea popular en el momento”, continúa B–Real, con su generosa humanidad  repantigada en un sofá. “Pero con Cypress siempre estuvimos fuera de la caja, diciendo ‘sí, somos los últimos hijos de puta que estamos haciendo este tipo de mierda, no importa lo que estén haciendo los demás’. Nos mantenemos cien por ciento fieles a nosotros mismos y evolucionamos en nuestro propio estilo. No evolucionamos hacia el estilo de otro.”

Muggs tuvo las primeras ideas para el disco cinco años atrás, luego de tener un sueño surrealista en el que era un hombre con cabeza de elefante. “Nos voló la puta cabeza con Elephants”, dice B-Real. “Nosotros no nos casamos con nada hasta que lo escuchamos al final, y cuando lo hicimos quedamos detonados. Era como... ‘¡mierda, este tipo sigue siendo un fucking genio!’. Nuestra tradición continúa.” Su tradición también involucra un tipo diferente de letra de rap, basada en la conciencia social y de sí mismos. Sen Dog, que hasta el momento se mantuvo sentado y callado, levanta la cabeza y asiente, hablando con brusca gravedad: “De la era de la cual venimos, que nos crió, no quedan muchos gatos ahí fuera”, dice. “Definitivamente estamos orgullosos de que representar nuestra era y nuestro estilo de hip hop. Una día volverá el rap consciente y tendremos letras con sentido. Hasta entonces, tenés solo unos pocos que todavía tienen esa fórmula en actividad. Nosotros somos uno de ellos”, señala, y continúa: “No creo que el hip hop y sus letras vayan a morir nunca. Creo que crecerá y volverá, pero en este momento tenemos un montón de otras cosas que no afectan realmente tu pensamiento ni te ayudan en la vida cotidiana”, dice el músico de 50 años. Tal como están las cosas, dice, “es cierto lo que B dice en ‘Band of Gypsies’, que estás viendo a los últimos de una especie que desaparece”.

Hace poco Matty Healy, líder de The 1975, dijo que la misoginia ya no era un tema en el rock, pero todavía prevalecía en el hip hop. Cuando se les pregunta por ello, B–Real se encoge de hombros. “Realmente ese nunca fue nuestro asunto. Hablar de las mujeres y explotarlas... quizá en nuestro primer disco había una canción en español, pero era la verdadera historia de una chica con la que salía Sen. Pero nunca fue algo de lo que quisiéramos hablar. En la radio escuchás un montón de basura, una docena de canciones que dicen la misma cosa. Eso va a cambiar el día en que muchas de estas compañías de entretenimiento, como la gente que posee estaciones de radio y algunos de los promotores, dejen de invertir en prisiones privadas”, dice, tomando una tangente algo inesperada. “Ahí es cuando se verá volver esta música con conciencia. Hasta entonces encontrás un montón de mierda descerebrada que le habla a la misoginia y a un uso de drogas que influye a los pibes a hacer estupideces. La gente no habla de eso, pero es algo real”, dice. “Las compañías discográficas contratan gente para explotarla, porque Estados Unidos necesita llenar sus prisiones, ¿y qué mejor manera que explotar este estilo de vida, hacer que los pibes sientan atracción por las mismas cosas que hacen sus ídolos?”

Entonces, aunque quizá es fácil desdeñar a Cypress Hill como unos hippones amantes del porro, hay que prestar atención para escuchar el rugido de la furia y la incomodidad que conducen tracks como “Warlord”, en el que B-Real rapea que “nací con un trueno en las manos para silenciar a todos los corderos/ el fuego se desata y ahora estás en el infierno”. El disco también tiene un aire de amenaza que lleva a los comienzos de Cypress Hill, cuyos miembros surgieron de un entorno difícil, incluso antes de conocerse en la adolescencia. B-Real, quien fue baleado en un pulmón en 1988 cuando corría junto a un miembro de la gang Bloods en el South Central de Los Angeles, escupe una advertencia en “Locos” que espeja temas de “Locotes”, de Temples of Boom (1995). En la misma canción, el fiero orgullo de Sen por su herencia cubana (sus padres emigraron a Estados Unidos en los ‘70) brilla como en los tiempos del “Latin Lingo” de 1991. Su uso de rimas bilingües estuvo adelantada décadas a una escena que abraza cada vez más la multiculturalidad.

“Hemos tenido algunos obstáculos, pero siempre nos la arreglamos para rodearlos o pasarles por encima”, dice B–Real. “Eso habla de nuestra pasión por mantener el deseo de seguir haciendo esto, y no dejar que nadie nos detenga.” Tan interesante es su historia colectiva que parece extraño que recién ahora estén trabajando en un documental para retratarla. Financiada por el sistema de crowdfunding, la película contará la historia, según explica B–Real, al modo de Cypress Hill. “No significa necesariamente que nos vayan a malinterpretar”, aclara. “Es sólo que no creo que la historia completa se haya contado y sentimos que debemos hacerlo. Llevar tanto tiempo en el juego y seguir en funcionamiento al nivel que lo hacemos... queremos hacerle saber a la gente de dónde venimos, cómo empezamos, lo que nos llevó, algunos de los sacrificios y contrariedades que tuvimos que afrontar en este viaje, en conjunto e individualmente. Qué fue lo que nos mantuvo juntos y en movimiento, aun en circunstancias en las que otros hubieran renunciado.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.