Enero, febrero y marzo se perfilan como los peores meses de la recesión que arrancó en abril del año pasado con la corrida cambiaria. Cuando termine el primer trimestre se habrá completado un año de caída de la actividad económica. Será el período más extenso de deterioro del PIB durante el gobierno de Mauricio Macri, frente a los nueve meses de contracción de 2016. El verano de 2019 anotará una baja de entre 4,5 y 5 puntos respecto de igual período de 2018, potenciada en parte por la base de comparación más elevada de aquel momento, cuando la economía todavía remontaba la cuesta de la crisis de 2016. Para tener referencia, el retroceso del PIB en 2002 fue del 10,9 por ciento. La industria, la construcción y el comercio aparecen como los sectores más afectados en esta etapa, con una disminución de la demanda cada vez más profunda que, aunque a primera vista resulte incomprensible, es generada por la propia acción oficial. En lugar de tomar medidas que rescaten el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, el Gobierno los hunde con aumentos de tarifas que superan las recomposiciones paritarias, lejos de toda lógica si la intención fuera mitigar el derrumbe del consumo. Esa situación tiene un impacto directo sobre el empleo, dado que aquellas tres actividades concentran más del 50 por ciento de la ocupación nacional. De acuerdo a estimaciones privadas, la desocupación en el conurbano bonaerense anotaría al final del primer trimestre un salto hasta el 14 por ciento, contra el 11,8 del mismo lapso de 2018. La evolución será similar en la mayor parte de la Argentina. En ese escenario arrancará con fuerza en marzo el calendario electoral.

Hasta el momento, nueve provincias confirmaron la realización de elecciones en una fecha distinta a los comicios nacionales y al menos otras cuatro lo resolverían a corto plazo. El primer test en las urnas será el 17 de febrero en La Pampa, para designar a los candidatos a gobernador en internas no obligatorias. Luego, el 10 de marzo, Neuquén elegirá a su próximo mandatario. El 31 de ese mes habrá primarias obligatorias en San Juan también para gobernador. En abril habrá PASO en Chubut (el día 7), Entre Ríos (14) y Santa Fe (28), y elecciones generales en Río Negro (también el 7). En mayo sería el turno de Tucumán, aunque aún no se oficializó la fecha, y el plato fuerte será en Córdoba el día 12 para designar gobernador. Más allá de la situación política particular de cada provincia, razón fundamental para el desdoblamiento de las nacionales, los comicios irán marcando hasta qué punto el gobierno de Macri tiene éxito en su estrategia de regenerar expectativas con su única ambición económica para este año: evitar un nuevo estallido cambiario. Las elecciones permitirán ir sacando conclusiones sobre qué pesará más en la percepción de los electorados, si la crisis de la economía real o la eventual estabilidad que sostenga el equipo económico del tipo de cambio. Los resultados, si fueran negativos para Cambiemos por el descontento con la recesión, podrían a su vez acentuar las compras de divisas por cobertura y conspirar contra aquel objetivo de tener a raya al dólar. Los exportadores también estarán atentos al contexto político para definir el ritmo de liquidación de las divisas. En resumen, las elecciones del segundo trimestre aparecen como un desafío adicional para el plan del ancla cambiaria, al cual el Gobierno se aferra para sostener las aspiraciones de reelección del Presidente aunque eso provoque un derrumbe de la economía real y, en particular, de los sectores que más trabajadores –y votantes– emplean, como la industria, el comercio y la construcción.

Por ahora, en el frente financiero lo que manda es otra vez el carry trade. El torniquete monetario con altas tasas de interés, que golpea gravemente a la actividad económica, regeneró la especulación de inversores de colocarse en instrumentos en pesos para obtener ganancias extraordinarias. Se advierte por ejemplo en la evolución de los depósitos a plazo fijo en moneda nacional. Al 9 de enero, las colocaciones del sector privado totalizaban 1,01 billones de pesos, 40 mil millones más que el promedio de diciembre (960 mil millones) y 70 mil millones por arriba del promedio de noviembre (930 mil millones). Tres cuartas partes de esos depósitos corresponden a inversores mayoristas en busca de ganancias fáciles. La pregunta del millón es si la burbuja se seguirá inflando cuando la carrera electoral tome velocidad en el segundo trimestre, con la economía maltrecha, o empezará una carrera en la dirección opuesta para volver al refugio del dólar. La experiencia de 2018 alerta sobre la sustentabilidad de depender del humor de los mercados. El año pasado la jugada terminó llevando a una estampida del tipo de cambio del ciento por ciento y a una recesión que es la más grave desde la crisis de 2001-2002.

El Gobierno, sin embargo, demuestra no haber tomado nota de los riesgos que entraña jugarse todo a la bicicleta financiera y repite la movida con temeridad, caiga quien caiga y cueste lo que cueste. Su rumbo es aferrarse al acuerdo con el FMI por más daños que eso conlleve para la producción, las empresas y los trabajadores. De ahí que avance con aumentos de tarifas desproporcionados y un ajuste fiscal de shock, a fin de cumplir con la meta de déficit primario cero. “Doy por hecho que la demanda de dólares se va a fortalecer a medida que nos acerquemos a las elecciones. Un factor que me preocupa es la distancia entre el piso y el techo de la banda de no intervención del Banco Central, que permite una suba del dólar del 30 por ciento. El año pasado hubo días en que el mercado se llevó 1500 millones de dólares en una sola jornada. Si el carry trade se revierte y digamos que para mayo tenemos una devaluación del 20 por ciento, la caída de la economía este año será similar a la de 2018 y la inflación no bajará del 35 por ciento. Eso si no se espiraliza el aumento del dólar, que en ese contexto no se podría descartar”, analiza el ex viceministro de Economía y titular de la consultora PXQ, Emmanuel Alvarez Agis. La banda cambiaria en este momento se ubica entre 37,38 y 48,40 pesos.

Para Pablo Goldín, director de la consultora MacroView, “tranquilidad cambiaria y baja de la inflación es lo único que puede mostrar el oficialismo al electorado en materia económica, porque el nivel de actividad seguirá muy castigado”. “Cuanto más tarde en bajar la inflación más recesivo será todo. Este esquema cierra si la inflación baja más rápido de lo que lo está haciendo hasta ahora. La inflación hacia abril tiene que empezar con 1, si no va a ser bravo. Comernos esta recesión con este esquema monetario sangriento y que la inflación siga arriba del 2 por ciento es el peor de los mundos”, agrega.

El desahogo cambiario de estos días por el aumento de las tasas de interés y la recomposición del carry trade, como se ve, deberá sortear obstáculos mayúsculos para afianzarse en los próximos meses, marcados por el calendario electoral y una recesión galopante, que el propio Gobierno atiza con ajustes y tarifazos. ¿Aguantará la bicicleta hasta las elecciones de octubre?