Una vez más, organizados y con espíritu unitario, hinchas, socios y futboleros en general buscan hacer algo desde abajo contra la política de rapiña que amenaza a los clubes. Por ahora solo pueden alzar su voz, pelear por el voto que no tienen en las grandes decisiones y tomar impulso hasta ser escuchados. Hay un brote de esas luchas que ya asoma: es la Coordinadora de Hinchas, un grupo que se presentó el 29 de noviembre pasado en el Hotel Bauen, recuperado por sus trabajadores. Su objetivo es preciso. Defiende a las asociaciones civiles sin fines de lucro. Está en contra de las sociedades anónimas deportivas. Se para con meridiana claridad donde suelen no hacer pie muchos dirigentes que se dicen defensores de lo mismo. Representan por ahora los colores de veinticinco camisetas, pero esperan ser muchos más. Van de a poco, pero a paso firme. Tienen planes y se los reservan. Y sobre todo buscan visibilizar un problema que la mayoría de la gente no percibe en lo inmediato. Que el poder económico viene por los patrimonios centenarios de las instituciones, viene por el capital simbólico que representan, viene por la mayor pasión de los argentinos. Ese poder que armó su seleccionado con jugadores de la Casa Rosada, la FIFA, la AFA y las corporaciones de adentro y de afuera.
“Si el gobierno nacional no quiere estar más con el fútbol, que lo haga y deje de extorsionar a nuestras instituciones con el negocio de las sociedades anónimas deportivas. Macri: ¡Los clubes son de los socios!”, exclama Vanina Sánchez, socia de Argentinos Juniors. La suya es casi una declaración de principios. En la Coordinadora se reparten el esfuerzo simpatizantes de diferentes equipos. De Primera, del Ascenso y el interior. Grandes, medianos y chicos. Con economías estables y arrasadas. Con presupuestos generosos y minúsculos. Con miles de socios y otros que no superan los tres dígitos. Se reúnen con cierta periodicidad para ver hacia dónde van los gestores del desastre en que se transformó el fútbol argentino. Están activos, alertas, no comen vidrio y tampoco admiten barrabravas que vivan de lo que ellos defienden.
Opina el hincha de un club grande, de Primera, y otro de uno chico, que juega en la C. La problemática que abordan tiene semejanzas, aunque los separe un abismo económico y deportivo. Dice David Sebastián, socio de River y el único que prefirió no dar su apellido: “Abrir la posibilidad de que se incorporen personas jurídicas en el nuevo estatuto de la AFA es un empujón más para que los clubes se transformen en sociedades anónimas deportivas: aquellos clubes que no sean lo suficientemente ‘competitivos’ financieramente, serán presa fácil para los empresarios, situación que se agravará con los nuevos mecanismos de reparto inequitativo del dinero de la televisación”.
“Lo de Daniel Zisuela en Argentino de Quilmes es una privatización encubierta. Se apropió del club y trituró a golpes la vida democrática quedándose de facto con una institución centenaria. Ahora el club funciona como espacio de recreación para la patota de su sindicato”, denuncia Nahuel Bacigalupo, socio de Argentino de Quilmes, el primer club criollo del país. El gremio al que se refiere es la Uthgra, que lidera Luis Barrionuevo en el orden nacional y Zisuela en la regional Sur del Gran Buenos Aires.
En línea con la opinión de David Sebastián, el representante de River en la Coordinadora, el de Gimnasia y Esgrima La Plata, Pablo Maltz, argumenta: “Los socios tenemos que exigirle a los dirigentes de los clubes que rechacen la propuesta de la FIFA que incluye la figura de ‘persona jurídica’ y mantenga la de asociaciones civiles, porque esta modificación abre la puerta a las sociedades anónimas deportivas”.
Las mujeres se involucraron en la Coordinadora a la par de los hombres. Estuvieron el día de la presentación en el Bauen. La periodista Angela Lerena fue su voz esa tarde, invitada a exponer en un panel junto al profesor Fernando Signorini, el sociólogo Pablo Alabarces y este escriba. La que cuenta su experiencia ahora es Jimena del Curto, socia de Atlanta: “Lo que está pasando en el fútbol argentino es una maniobra clara para hacernos creer que lo privado es mejor, que es la solución salvadora. Los dirigentes, hinchas y socios tenemos la obligación de defender a nuestros clubes y de dar pelea a las sociedades anónimas”.
En su comunicado fundacional, este grupo que ya planifica acciones concretas para ir haciéndose camino al andar, sostiene que “los clubes sociales y deportivos son el corazón de la historia cultural argentina del último siglo. No son simplemente equipos de fútbol, son sociedades sin fines de lucro que nos permiten socializar y encontrarnos para realizar actividades recreativas, formativas y de inclusión”.
Los integrantes de la Coordinadora tienen una visión estratégica de lo que está en juego. Lo escribieron en el mismo comunicado cuando denunciaron al proyecto del gobierno nacional: “podría generar consecuencias irremediables, vaciando las instituciones de pibes y pibas que colman las sedes, desfinanciando toda disciplina que no genere ganancias y, principalmente, quitando a los socios y socias la posibilidad de tomar decisiones sobre lo que es nuestro”.
La mirada de estos hinchas no es cortoplacista. Ni está guiada por reivindicaciones que solo buscan un objetivo deportivo. Mucho menos se plantea la prebenda para obtener entradas en la víspera de un Mundial o quejarse por determinado fallo de un tribunal arbitral (ver aparte). Ignacio Petunchi, que tiene el carnet de Rosario Central, recuerda: “Cada partido de local, desde distintos barrios de la ciudad, pibes y pibas pueden ver por primera vez un partido de su equipo. Una sociedad anónima sólo piensa en los números, y aquello es claramente deficitario. Los clubes de fútbol deben ser inclusivos, ya que interpelan a toda la sociedad en su conjunto”.
Ariadna Rapoport, socia de Lanús, quizá advierta sin saberlo aquello que escribió el economista Albert Hirschmann en su libro Las pasiones y los intereses. Ambos no deber estar disociados, necesariamente: “en mi opinión los miembros de la AFA deberían dejar de pensar como empresarios y razonar como hinchas. Poner los colores y la pasión arriba de la mesa. El fútbol es de todos y no de unos pocos como lo quieren hacer”.
El conflicto aparece cuando dentro de un mismo club se viven dos situaciones contrapuestas. Cuando el éxito deportivo no se compadece con una estructura que lo sostenga. Un hecho que ha llevado a más de un fracaso en el largo plazo. Matías Lezana, socio de Defensa y Justicia, cuenta su experiencia: “En mi club se está viviendo una realidad lejana, donde se jugará una Copa Sudamericana, pero con escasez de socios y falta de infraestructura en el estadio”.
La Coordinadora de Hinchas no solo cuestiona a las sociedades anónimas. También lo hace con la inminente Superliga, ese caballo de Troya que abrirá una grieta en el fútbol. Cada vez será más desigual, mucho más parecido al de España donde ganan siempre Real Madrid o Barcelona, que al de Brasil o Argentina. Los capitalistas buscan rentabilidad. El fútbol no tiene techo y permite ganar mucho dinero en poco tiempo. La cuestión es quién lo manejará y con qué objeto. Socios e hinchas acaban de sumarse al debate e invitan a darlo de abajo hacia arriba. Alguien tendrá que escucharlos.



![function body_3(chk,ctx){return chk.f(ctx.getPath(false, ["author","title"]),ctx,"h");}](https://images.pagina12.com.ar/styles/width470/public/2022-09/veiga4_0.png?itok=aIiDwrMW)


