En una cartelera teatral porteña en la que abundan las reposiciones, asoman, no obstante, algunas novedades sobresalientes que prometen repercusión y convocatoria. Sin dudas, uno de esos casos es el de La naranja mecánica, el clásico de Anthony Burgess, que desembarca hoy por primera vez en el teatro de Buenos Aires, sobre el escenario de El Método Kairós, y despierta expectativas entre sus fanáticos y fanáticas.  

Publicada en 1962, la novela consolidó su éxito mundial con su llegada a la pantalla grande en 1971 en la recordada versión de Stanley Kubrick, a esta altura ya transformada en una película de culto. A través de la interpretación memorable de Malcolm McDowell, el público cinéfilo pudo ponerle rostro a Alex, ese joven misántropo creado por Burgess, quien adora la música de Ludwig van Beethoven y encuentra placer en violentar y vulnerar a mujeres y hombres junto a sus amigos “los drugos”. La historia, enmarcada en Inglaterra, en un futuro distópico, revela el polémico proceso de rehabilitación al que es sometido en la cárcel ese particular villano para poder ser aceptado nuevamente en sociedad y abre el debate sobre los efectos de la sociedad disciplinaria. 

Partiendo de las dos versiones, la literaria y la cinematográfica, el director Manuel González Gil se aventuró a escribir su propia adaptación local, luego de una propuesta del productor Javier Faroni, quien adquirió los derechos de la obra en 2018. Con la idea ya sembrada, e inspirado en una versión presentada en Broadway con un elenco de ocho hombres, González Gil decidió repetir la fórmula numérica pero con siete actores y una actriz. 

En ese proceso de búsqueda del equipo actoral, la elección del protagonista era quizá el mayor reto. “Alex es una mezcla de diablo y ángel”, pensó el director, y desde esa premisa definió que Franco Masini era el actor capaz de cumplir con ese physique du rôle que requería el papel. “No hay muchos actores que tengan su edad, su imagen y su potencial, además de una trayectoria actoral interesantísima”, señala.   

Con solo 24 años, Masini se lució en todos los formatos desde que debutó sobre las tablas en 2006 con una puesta de Ricardo III. Luego, llegarían éxitos musicales como Y un día Nico se fue y Casi normales, y hoy, con una carrera consolidada, se lo puede ver por la pantalla de Telefé en Campanas en la noche, la nueva ficción nacional que aborda la problemática de la violencia de género (lunes a jueves, a las 22.30). “Cuando me convocó Manuel no lo dudé ni un segundo, porque no sucede que a esta edad a uno le toquen personajes tan emblemáticos”, sostiene el joven intérprete, entusiasmado con esta nueva posibilidad que le regala el teatro.    

En escena, el actor estará acompañado por Lionel Arostegui, Enrique Dumont, Stella Maris Faggiano, Francisco González Gil, Toto Kirzner, Fran Ruiz Barlett y Tomás Wicz, quienes a diferencia de él, que sostendrá el protagónico, asumirán distintos roles. Las actuaciones, a su vez, se complementarán con la música de Martín Bianchedi, que pondrá sus composiciones al servicio del texto para aportarle profundidad a una dramaturgia ya de por sí intensa.

– ¿Qué significa en su carrera el protagónico de un personaje tan icónico?

Franco Masini: –Es un gran desafío, que me produce una adrenalina y un riesgo que está bueno correr. Para un actor este personaje es lindísimo de transitar y de explorar porque tiene un arco enorme. En el mismo guión se unen millones de matices y a mi edad uno va absorbiendo mucho y por eso está bueno transitar por todos los lugares. Es con este tipo de personajes, que te llevan a unos extremos, con los que más se aprende, y con un director como Manuel atrás me parece que se puede llegar a un gran objetivo tanto para la obra como para mí. 

–Alex tiene una personalidad compleja. ¿Cómo trabajó la composición?

F. M.: –Trabajé mucho junto con el director. El primer día Manuel ya me dijo que Alex ve el mal como si fuera el bien, y había que partir de esa base. El actúa todo el tiempo y asume distintos personajes. No para nunca, nunca tiene una meseta, y todo el tiempo va y viene con sus delirios. En un momento es bueno, en otro es malísimo, y después se hace el pobrecito. Tiene muchas cosas para jugar.      

–La versión conocida se desarrolla en un tiempo futuro. ¿De qué manera se planteó la temporalidad en esta puesta?

Manuel González Gil: –Lo interesante de esta obra era plantearla de un modo que el público no supiera exactamente en qué tiempo se está contando. Lo que me atrapó de esta historia es pensar si ese futuro de hace cincuenta años pensado por Kubrick y Burgess no es el presente que estamos transitando. Siento que el lavado cerebral que se le hace a Alex podría estar vinculado al manejo que hacen los medios de comunicación actualmente. Por eso, pienso que ya no es del futuro de lo que estamos hablando. El planteo sustancial que ofrece la obra es el modo en que funcionan la política, la religión y la ciencia como factores que debaten una posibilidad de futuro para el ser humano y al mismo tiempo hablan de cercenamientos de libertades para obtener logros. También lleva a preguntarse si para obtener la seguridad es necesaria la pérdida de la libertad o si el valor que la ciencia persigue tiene que arrasar con todo. En la obra, el Estado implementa un método de rehabilitación con la sociedad carcelaria, a través de Alex, pero con la idea de implementarlo luego a toda la sociedad. Si eso ocurría, la consecuencia sería una sociedad totalmente adormecida donde el mal dejaría de existir por decreto. 

–¿Coincide en que la obra dialoga con el presente?

F.M.: –Sí. Aunque esta versión no esté situada en un tiempo y un espacio determinados, dialoga con nuestra realidad porque si bien la historia original tenía un planteo más futurista, ahora es más actual y la violencia que puede verse ahí está muy presente en nuestra sociedad. Creo que la adaptación de Manuel va a invitar al espectador a reflexionar.

–Es la primera vez que se monta La naranja mecánica en el país. ¿Por qué decidieron estrenarla en el circuito alternativo?

M.G.G.: – La idea original era estrenar en el teatro comercial, pero en la calle Corrientes se está dando una situación especial, porque parece ser que ese circuito no se está haciendo amigo de los dramas, y se inclina más hacia las comedias y los musicales. De golpe todos los títulos tienen una sonrisa en sus afiches, y pareciera que el público no quiere pasar su tiempo ocioso en un teatro para sufrir. Cuando terminé la adaptación, y a partir de la crisis, Javier me pidió que frenáramos el proyecto, y como vi que de esa manera se moría mi versión le propuse que me diera los derechos para hacer una experiencia que se está haciendo mucho en Londres, donde se presentan obras en el off para ver cómo responde el público, y evaluar en función de eso si pueden realizarse en el circuito comercial. Hoy en el off se permiten temáticas que en la calle Corrientes no se están permitiendo, y espero que La naranja mecánica funcione, porque me daría pena pensar que en Buenos Aires ya no queda público para este tipo de dramaturgia, y que quedan espectadores que sólo resisten ir a ver comedias para divertirse.  

* La naranja mecánica. El Método Kairós Teatro (El Salvador 4530), viernes a domingos a las 21 y los sábados a las 21 y a las 23.