“Maldito kayak” es uno de los nueve relatos que integran el libro Felices hasta que amanezca (Emecé), y ha sido abreviado especialmente para esta ocasión. Una de las líneas temáticas del libro son las relaciones amorosas. Y, como el título insinúa, hay que disfrutar la felicidad mientras sucede, porque ella no es eterna, tampoco en el amor. Me gusta la imagen del kayak porque es una embarcación que pasa a formar parte del cuerpo, un poco como sucede con la estructura de una pareja. El argumento de este cuento se inspira vagamente en una historia que ocurrió, aunque en otro lugar y en otro tiempo, y contarla sería adelantar demasiado. Diría que se trata de un relato que me hace pensar en cuando fracasamos en los intentos de retomar un rumbo que se perdió, no sabemos cuándo ni cómo. O cuando tratamos de repetir un viaje que salió muy bien, y entonces vamos al mismo lugar, pero el viaje es otro. Cada viaje, al igual que cada amor, es único y tiene su propio sentido. “Maldito kayak” también me hace pensar que la construcción subjetiva del sentido de la realidad responde menos a una voluntad de verdad que a un capricho del deseo.