La falta de onda nunca pareció preocupar a Coldplay: enfureciendo aún más a sus detractores, se han dedicado a amplificar los aspectos de los que la gente más se burla. Más confetti en tecnicolor. Más coros del público estirando las vocales. Más elogios al amor honesto. “Creo que algunas personas solo dicen ‘a la mierda, esto es un sinsentido hippie’, pero está bien”, dice el frontman Chis Martin en un nuevo documental sobre la banda, Coldplay: A Head Full Of Dreams.

Los Coldplay no son exactamente los hippies arquetípicos. De hecho, es su imagen “limpia” y su ética de trabajo lo que parece meterse en la gente. Son los himnos revolucionarios armados con precisión clínica, radiable, por cinco tipos que se ven confortables en sus ropas de lana y jeans rectos. Esa imagen se fue formando solo en el último par de discos y giras de estadio, pero su aspecto prolijo y de clase media estaba allí desde el comienzo. Los vistazos a su formación en la Universidad de Londres entrañan los aspectos más interesantes del documental, que fue ensamblado utilizando años de imágenes tomadas con una cámara de mano por un amigo, el realizador Mat Whitecross.

En los días previos a que siquiera tuvieran un nombre (días que tuvieron la previsión de filmar), Chris, Jonny Buckland, Guy Berryman, Will Champion y Phil Harvey eran los quintaesenciales estudiantes de universidad británica. Se los ve saltando arriba y abajo en un mercado con “Vindaloo” de Fat Les, haciendo guerras de pulgares en los trenes y drogándose en los salones de sus residencias universitarias. Chris Martin todavía tenía aparatos en los dientes, y tocaba en una banda de blues llamada The Rockin’ Honkies. Eran nerdos, tan sencillo como eso: pibes de aspecto todavía adolescente “junto a quienes las chicas no se sentarían en una parada de ómnibus”, según palabras del mismo Martin. Y lo sabían. En buena parte de ese material temprano se ve a Martin parodiándose a sí mismo. Como el más claro bromista extrovertido de la banda, se ríe de su situación muy poco rockera, mientras trataban de conseguir un contrato mientras lidiaban con sus bajas notas. Lo hace en parte de manera inconsciente, y en parte porque estaba seguro de que algún día se haría un documental sobre la banda.

Muchos documentales de música, sino la mayoría, disipan el mito del pibe cool que se convierte en estrella de rock; ninguno lo hace tan a conciencia como este. Su ascenso –desde los boliches mugrientos de Camden en los que la otra banda se iba con el bombo de pie al escenario principal de Glastonbury– fue rápido, y la vibra algo adolescente de la banda queda en foco. La clase de pibes que podían estar en el área de fumadores antes que en la pista de baile (si es que acaso se acercaban a un club), se entiende por qué se los ve algo extraños en su etapa de su vestimenta de neón, o por qué Martin luce como si estuviera gritando “¡Mamá, mirá esto!” antes de hacer uno de sus típicos saltos en el escenario. 

El rebote crítico que sufrió la banda es directamente abordado en el documental, registrando su reacción cuando The New York Times publicó una nota titulada “El caso contra Coldplay”, alrededor de la misma época en que un crítico describió al material de la banda como “música para mojar tu cama”. “Está bien, lo entiendo”, dice Martin. “Creo que es importante tener figuras para ridiculizar, y no me importa ser una de ellas”. El músico también afirma “haber pasado muchos años sintiéndome ansioso por la gente a la que no le gustábamos, sin enfocarme lo suficiente en la que sí”. Si lo hizo no queda claro aquí, donde la banda parece en el estudio enteramente enfocada en la música que suene bien para ellos y en las legiones que aún los aman. No es tanto “que se jodan los odiadores” como “abracemos a nuestros fans”. La fuerza creativa alrededor de la cual orbita es Martin, todo un perfeccionista. “Creo que todo lo que hicimos es una mierda”, dice en un momento, de manera muy autodespreciativa. “Es por eso que sigo haciendo nuevas cosas”. El documental deja claro dónde tiene el corazón, y aunque no hará nada por convencer a sus críticos y a los ex fans de la calidad de su material más reciente, quizá haga que se acerquen a la banda con un poquito más de generosidad.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.