Desde Ostende

El calor aprieta, pero no ahorca. La ironía es una forma sutil que adopta la inteligencia. Roxana Salpeter, la dueña del Viejo Hotel Ostende, participa de la inauguración de la tercera edición de La Noche de las Ideas (NDI), organizada por la Embajada de Francia en Argentina con el apoyo de la Fundación Medifé. “Los huéspedes están tolerando esta suerte de invasión francesa”, dice y sonríe ante los “invasores” Olivier Guez, Patrick Boucheron, Barbara Cassin, Olivier Marchon, Mélanie Traversier, Jean Philippe Uzan y Laurent Bazin. “De cara al presente. Revisitar el pasado/ Imaginar futuros inéditos”, el lema de la programación, estimula la reflexión. “Estamos muy orgullosos de nuestro pasado; en este momento pisamos baldosas que tienen 105 años y todo el tiempo estamos imaginando hacia dónde vamos”, revela Salpeter y decide concluir su brevísima intervención compartiendo el final de “Ultimo brindis”, un poema de Nicanor Parra: “En resumidas cuentas/ Sólo nos va quedando el mañana:/ Yo levanto mi copa/ Por ese día que no llega nunca/ Pero es lo único/ De lo que realmente disponemos”.

Yann Lorvo, Cconsejero de Acción y Cooperación Cultural de la Embajada de Francia en la Argentina, subraya que “trabajar con la diversidad de la sociedad argentina es un lujo” y menciona a los invitados locales: Carlos Gamerro, María Negroni, Eduardo Jozami, Alejandro Katz, Diego Golombek, Marina Franco, Alejandro Dagfal y Miguel Rep, entre otros. Martín Yeza, el intendente de Pinamar (Cambiemos), propone “pensar el pasado con una nostalgia respetuosa que no termine en decadencia, porque también es fácil morir de nostalgia”. Para Yeza hay que pensar el futuro con una palabra clave: responsabilidad. “Quizás el futuro se repita con otra ropa, con otra música, pero que sea con responsabilidad”. Hernán Lombardi, titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, cuenta que lo que le inquieta respecto al futuro es “la liviandad de las opiniones”. Al secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, le gusta polemizar. “Hay algo valioso en escuchar a los que no piensan como uno y es que restablece la importancia de la alteridad; que podemos no estar de acuerdo y llevarnos bien. Hay medios de comunicación donde no escribe nadie que piense distinto a como piensa ese medio. Si todos pensamos lo mismo en nuestra pequeña burbuja, lo más probable es que agudicemos nuestros propios prejuicios, y ese huevo de la serpiente que puede poner en peligro el propio sistema democrático no haga más que crecer y crecer”. 

En la playa de Ostende vibra una Bandada, la performance de Marina Tampini y Francesca Fedrizzi. Todos se mueven a partir de la imitación de la dinámica de un grupo de pájaros en vuelo. Vuelan los cuerpos y vuelan también las ideas. En la conferencia inaugural “¿Cuándo se está realmente en casa?”, la filósofa y filóloga Barbara Cassin invita a deliberar sobre un problema del presente, los refugiados, los exiliados, con modelos de la Antigüedad. El primer modelo de arraigo extraordinario lo encuentra en Ulises. “Podemos volver a nuestra tierra cuando hemos estado lo más lejos posible; es en el fondo una imagen feliz del exilio porque hay un retorno y también es una imagen fuerte de lo que significa estar en casa”, plantea la filósofa francesa. El segundo modelo está en La Eneida de Virgilio. Cassin recuerda cómo cuando a Eneas lo echan de Troya y parte con su padre para fundar una nueva ciudad cada vez que lo intenta sucede una catástrofe o una derrota. Hasta que Eneas acepta hablar otro idioma. “La segunda figura del exiliado es el que se integra. La frase que expresa esto es: ‘todos una vez que se conviertan en latinos no tendrán sino una lengua’. Así que es una asimilación completa, salvo que los latinos siempre habían sido griegos y que los griegos al principio habían sido latinos. Dicho en otras palabras, nunca estamos seguros de los orígenes –analiza la autora de Más de una lengua y Googléame, entre otros títulos–. A mí me interesa el hilo de las lenguas. Los latinos en Roma hablan tres idiomas: el latín, que es la lengua de la política; el griego, que es la lengua de la cultura, y el idioma vernáculo local. Europa está buscando hacer algo parecido, pero no sabemos cuál es la lengua de la cultura. ¿Será el globish (global english)? No lo sabemos”.

El tercer modelo es el de la filósofa Hannah Arendt, que después de huir de Alemania estuvo en distintos lugares hasta que llegó a Estados Unidos. “Arendt quiere conservar su acento alemán para siempre; el acento es la lengua debajo de la lengua. Ella dice que su única patria es el idioma alemán”, precisa Cassin. “Nunca debemos obligar a los que llegan a que pierdan su lengua; por supuesto que tienen que adquirir el idioma del lugar donde están, pero lo interesante es que tengan dos idiomas y que su identidad sea vacilante”, pondera Cassin. “La política es la relación entre lo diverso, una pluralidad diferenciada; eso es para Arendt el fundamento de lo político. Solo cuando reconocemos ese fundamento podemos construir algo como vivir juntos. La pluralidad de lenguas, la traducción, es un saber con las diferencias –define la filósofa francesa–. El griego se pensaba como lengua universal y los demás eran bárbaros. Lo contrario de ese tipo de arraigo es tomar en consideración el equívoco y la vacilación. Eso es lo que nos puede enseñar la traducción. Quizá la traducción sea el objeto político por excelencia”.