Para Roberto Gañán Ojea, a quienes todos ya llaman “Pulpul”, hoy es imposible no hablar de la coyuntura. Siempre lo fue, pero el mapa de calor global reverdece casi automáticamente el catálogo de Ska-P, el grupo español que se empecina en confiar la misma atención a la música que a sus letras de carga sociopolítica. La propuesta del octeto vallecano sigue su curso con Game Over, octavo trabajo de estudio, lanzado el año pasado. De sus doce canciones, once refieren a algún asunto de relativa actualidad, y tan sólo una a una cuestión lateral, la resaca. “Desde el principio hemos estado ligados a la reivindicación política y social, pero también a la alegría; el día que nos la roben, nos habrán robado todo”, testimonia el cantante y guitarrista, a punto de volver a presentarse en la Argentina: mañana, desde las 16 en el Punto Único del Estadio Ciudad de La Plata –junto a Cadena Perpetua, Kapanga y Rivales–, y el domingo, cuando cierren el festival Cosquín Rock, en Santa María de Punilla, Córdoba. 

Buenos alumnos de compatriotas como La Polla Records, Eskorbuto, Kortatu o Leño, los creadores de El vals de obrero acaban de contar 25 años haciendo ska-punk, siempre atado a la vena espiritual y musical de su líder. “Cuando era más joven no le daba importancia al texto, quería pasarla bien, pero ver en vivo a La Polla me cambió el chip. Además, escuchaba mucho ska, Dead Kennedys, Mano Negra... Ska-P es una coctelera con todo eso adentro”, deshilacha. Así llega hasta 2019, que lo encuentra hablando de cuestiones tan variadas como parecidas a las de antaño. “Como soy el que escribe las canciones, profundizo en los temas, me informo bien. Es difícil reflejar todo lo que quieres decir en una sola letra, y encima rimando, como lo hacemos en ‘The Lobby Man’. Cada disco que va pasando, estoy más contento con las letras”.

–¿Cómo te informás? 

–No es sencillo, porque las noticias son negocios. Depende de si sos de derecha o de izquierda; de qué pie coges, como se dice en España. Casi todos los grandes medios tienen un círculo en el que el sistema les permite informar; salirse de ese círculo implica ser calificado de terrorista o extremista. Encontrar la verdad es imposible, pero informarse bien es contrastar información, ver datos, hablar con gente que sepa. Al principio eran letras un poco más superficiales, siempre con contenido, pero según han pasado los años nos hemos dado cuenta de que hay que informarse muy bien. Cuando hicimos una canción de ataque, como “Crimen sollicitationis”, del disco Lágrimas y Gozos, que habla de la pederastia en la Iglesia católica, muchos pensaron que nos denunciarían por injurias. No había injuria, estaba todo muy bien documentado, por eso dimos nombres y apellidos. Después salió a la luz la cantidad de casos en el mundo, que se han intentado tapar con dinero. No recibimos ni una denuncia, se callaron.

–“Brave Girls” también cita un tema de mucha actualidad, que ya venían abordando en canciones como “Violencia machista”. ¿Qué se observa en España? 

–El feminismo tiene la fuerza de un tsunami. Y era hora. La revolución, sin mujeres, no será revolución. Por otro lado, me preocupa el crecimiento de la ultraderecha, que estaba escondida dentro del PP, y ahora se presenta a elecciones. Vienen atacando los derechos que tanto les ha costado a las mujeres conseguir, como el aborto legal, o la protección contra violencia conyugal. Me asusta que se digan cosas que parecen de 1936. También ocurre en la Argentina o en Brasil, donde gente de raza negra u homosexuales han votado a Bolsonaro, porque defienden sus bienes materiales antes que su condición de seres humanos.

–La tapa y el título del disco se refieren a la monarquía española, pero dado que venían de un nuevo parate, de la salida de Pipi, y del incremento de tu problema auditivo, hubo quienes leyeron una despedida. ¿Es así?

–Al problema de tinnitus lo llevo sufriendo prácticamente desde que empecé a tocar, la diferencia es que he perdido los miedos. Escucho un pitido constante, pero hace no tanto noté que estaba cogiendo intensidad y me asusté mucho. En la última gira les dije a los chicos que creía que iba a quedar sordo. Fui a Alemania y a otro sitio en Madrid, de los que volví con los mismos grillos y algunos miles de euros menos. ¡Lo que hace uno cuando se siente mal! Luego visité a una audióloga que me dijo que, si bien no había cura, podría seguir tocando si me cuidaba los oídos. Me tuve que acostumbrar a los cacharritos que ahora se pone todo el mundo para cantar, pero al final de los conciertos noto la diferencia y puedo cantar perfectamente. Así que no, no creo que este sea el último disco de Ska-P.