Excepto en cierto grupo de melómanos, o de músicos de academia con lazos tangueros y/o operísticos, difícilmente el nombre de Jorge Parodi resuene a su altura en la Argentina. Explicaciones hay, y varias. Que viva en Estados Unidos no es data menor. Allí trabajó en compañías de ópera, muy cerca de Sherrill Milnes y Aprile Millo, y dirigió Il trovatore, de Verdi; Don Giovanni, de Mozart; Alcina, de Handel, entre otras. “Me fui a Estados Unidos porque la Universidad de Michigan me otorgó una beca completa, y pude hacer mi maestría allí. Y como ese país permite que aquellos estudiantes que hayan finalizado sus estudios se queden uno o dos años a trabajar en el campo laboral de su especialidad, decidí mudarme a Nueva York, donde comencé a trabajar en la Juilliard School y me consiguieron la visa de trabajo”, introduce el maestro y actual director del Manhattan School of Music Senior Opera Theater. O el profeta que no está en su tierra, pero que sí la representa bien. De aquí la necesidad de que su nombre trascienda las fronteras del “guetto”, o el reducido espacio en que su nombre circula en el país que lo vio nacer.

 ¿Por qué tal “necesidad”?, porque a partir de hoy conducirá la enorme ópera de Piazzolla-Ferrer, María de Buenos Aires, en el París on Ponce de Atlanta. “Para nuestra generación, Piazzolla ya era parte de la tradición tanguera, y había dejado de ser el `enfant terrible` del tango. Mi recuerdo más antiguo de su musica es la cortina de Tiempo Nuevo, pero fue mucho después que descubrí que coincidentemente ‘Fuga y Misterio’ (el nombre de ese tema) era parte de Maria de Buenos Aires”, evoca el músico. “Dentro de la producción tanguera, me identifiqué inmediatamente con la música de Piazzolla por su estilo sinfónico”, profundiza, “y en especial con sus obras de orientación clásica como Las cuatro estaciones porteñas, el concierto para bandoneón y orquesta, y Le Grand Tango para chelo y piano. Incluso, cuando fue invitado a ser el Director Artístico de Opera Hispánica, y empezamos a planear el primer festival, decidimos hacerlo en torno a Maria de Buenos Aires, que ya estaba cobrando interés en el público estadounidense y que esperábamos que apelara a la audiencia de Nueva York por ser una ópera tango, que contrae muchas connotaciones en el imaginario de ese país”, indica el músico, que actualmente vive en Manhattan. “Las connotaciones son el exotismo, la sensualidad y al mismo tiempo cierta cosa de tradicionalismo y familiaridad”, aclara.

 –¿Cómo es el montaje, comparado con puestas que haya visto en otros momentos?

 –La producción está pensada en relación al espacio donde vamos a hacer las presentaciones. La Maison Rouge en Paris on Ponce es un teatro pensado para espectáculos de cabaret o vaudeville, con varios niveles y una decoración ecléctica y decadente. Nuestra producción hace uso de los diversos planos, mientras que la orquesta se ubica a un costado del escenario. Los personajes y bailarines se desplazan desde una zona a la otra, y en varios momentos los distintos personajes actúan en varios puntos del salón al mismo momento, haciendo que el público pueda elegir prestar atención en un personaje o el otro. La relación entre los personajes corresponde a una de las posibles lecturas del libreto, que en esta producción nunca es literal ni lineal.

 –¿En qué sentido se aleja y en cuál se acerca esta versión de la ópera, respecto de la original?

 –Nuestra versión es la original y creo que representa el texto más fiel a la idea de Ferrer y Piazzolla. La orquestación es para dos cantantes, un actor, seis coreutas y once instrumentos, que incluyen partes solistas para bandoneón, piano, guitarra, flauta y violín. La orquestación original es sui generis, al igual que la pieza en sí. Esta versión fue grabada en el registro histórico de fines de los sesentas, con el elenco original que incluye Amelita Baltar como Maria, Horacio Ferrer como El Duende, Piazzolla en bandoneón, Antonio Agri en violín y Cacho Tirao en guitarra. Cuando la obra se presentó por primera vez fue en concierto, pero creo que el concepto de producirla con actuación, escenificación y coreografía es lo que contribuyó enormemente a su continuo éxito. Por lo demás, yo la encaré como cualquier otra, desde el estudio integral de la partitura: las líneas vocales, la relación entre texto y música, y la escritura orquestal.

 La presentación de la ópera será entre hoy y el próximo martes, con puesta en escena a cargo de Tomer Zvulun. “Maria… es una obra que se está haciendo mucho en Estado Unidos. De hecho, está considerada una de las óperas en español más representadas en el mundo entero, sin duda porque tiene muchas particularidades que la hacen muy atractiva al público y a las compañías de ópera. Desde ya, la belleza de su música, la riqueza poética del libreto, el colorido orquestal (que incluye la presencia prominente del bandoneón), y el argumento surrealista hace que el público y la crítica especializada disfruten de las presentaciones”, cuenta Parodi, cuya última visita a la argentina fue para dirigir I Capuleti e i Montecchi, de Bellini en el teatro Avenida y que, para este año, prevé conducir The Cunning Little Vixen para la Manhattan School of Music; Le nozze di Figaro, en la Opera in Williamsburg, e Il barbiere di Siviglia en el Savannah Voice Festival, de Georgia.

 Parodi explica su autoexilio a Estados Unidos como un hecho inesperado y afortunado. Cuenta que cierta vez fue a escuchar un recital de la mezzosoprano estadounidense Frederica von Stade, una de sus cantantes favoritas, al Teatro Colón, y que quedó anonadado con Martin Katz, el pianista que la acompañaba. “Fui a los camerinos después del recital a felicitarlo y le pedí si sería tan amable de darme una clase y trabajar en algunas canciones de cámara. Yo estaba trabajando en el Colón, así que pude conseguir una sala de estudios en el teatro. Al finalizar la clase, Katz me preguntó si yo estaría interesado en ir a estudiar con el programa que él dirige en la Universidad de Michigan, y la respuesta va de suyo. Me fui, y pasó lo que ya conté”, ratifica el maestro cuya asonada en la Argentina, además de la mencionada I Capuleto, fue dirigir Lucrezia Borgia, de Donizetti.