En mi última contratapa hay una frase (“A Macri no le importa la realidad. Lo que le interesa es tensar la sensación de irrealidad”) que ancla perfectamente con las detenciones y golpizas que sufrieron ayer varios fotoperiodistas, entre ellos nuestro compañero Bernardino Avila. Hace una semana su nombre circuló por las redes porque fue el autor de la foto icónica de la represión a los horticultores que intentaban vender barata su producción en Plaza de Mayo. La imagen de la fila de uniformados pertrechados hasta los dientes de fondo, y una jubilada anciana agachándose sin soltar su changuito para levantar del piso una berenjena, perforó el cerco no sólo en la Argentina. Somos ahora ese tipo de países. Esos en los que los ancianos recogen del piso verduras que sus productores regalan porque ya no es viable ganarse la vida con su trabajo. 

La saña con los fotógrafos es un tic del poder conocido en todo el mundo. No es éste el primer caso ni el primer gobierno autoritario que reprime a reporteros gráficos porque no tolera que se vea cómo gobierna. Los fotógrafos capturan algo irrefutable. Permiten que lo que el vértigo se traga y el tiempo oculte quede plasmado, se haga visible, permita observar detalles, dé un tipo de información dura que no puede ser ni negada ni descalificada como estamos acostumbrados a que se haga con los hechos, con las causas judiciales, con las estadísticas, con los parámetros para saber dónde estamos y cómo vivimos. 

 Esos instantes únicos de una realidad que los medios convencionales no sólo no cubren sino que tapan con una vileza explícita están guardados en las fotos. La foto es un documento. Y además, una buena foto, como la de Bernardino, pone contexto, pone sentimientos y descripción, pone realidad a la sensación de irrealidad gracias a la cual Macri es presidente todavía.

Se encargan todos los días desde hace tres años y medio de imponer agendas variopintas que llenan los espacios televisivos de estupideces. Pueden haber comprado a todos esos que no mandan móviles cuando el pueblo es apaleado. Pero no pueden evitar que el telón de fondo de su Truman show se perfore cuando el tono Cris Morena se hace grave y se cuela por lugares a veces impensados la verdad. Macri no tolera que la ciudadanía acceda a la realidad, y está empeñado en hacernos vivir dopados y anestesiados, porque sólo es Presidente gracias a la sensación de irrealidad que Cambiemos genera comprando conciencias, cuando las hay, o dando dádivas jugosas en la mayoría de los casos. 

Los fotoperiodistas tienen, por su parte, un impulso muy intenso y muy profundo por captar con su lente lo que pasa. Son cazadores de instantes que digan más de lo que se ve, y que provoquen en quien acceda a ellos emociones fuertes y sensación de certeza. Eso hizo Bernardino justo antes de que se llevaran: fotografiarlos y mandar el material al diario. Esa fue la altura a la que puso su trabajo.  

Y eso es lo que Macri reprime. Lo que la Policía Metropolitana tiene orden de hacer, dentro o fuera de la ley: señalar a los que son capaces de narrar la sombra en la que este gobierno ha instalado al país.