La Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo hizo lugar al reclamo de la Asociación Bancaria, negando al Ministerio de Trabajo la prerrogativa de rechazar una paritaria ya firmada y con principio de ejecución. Los argumentos jurídicos son impecables: sinteticémoslos como abuso de poder gubernamental (ver aparte). Uno de los gremios más coherentes y combativos de la etapa defiende con éxito sus derechos, basándose en las leyes, apalancadas con su destreza para litigar. El oficialismo podría darle largas, de la mano de la taimada e incumplidora banca extranjera, pero el sindicato domina el tablero hoy en día.

En estas semanas, el macrismo mordió el polvo también con su intento de cambiar de prepo (alias DNU) los feriados inamovibles del 24 de marzo, 2 de abril y 20 de junio. Trató de llevarse puesta la tradición noble de memoria, verdad y justicia. Cometió un milagro político: congregó una coalición vastísima en su contra que comprende luchadorxs por los derechos humanos de variadas procedencias políticas, el PJ y la UCR, un número inesperado de intendentes y gobernadores más un sinfín de etcéteras. Debió recular.

 La dinámica se viene repitiendo desde hace cosa de un año, tal vez la primera señal fue la tentativa de designación espuria de dos jueces en la Corte. El Gobierno se ne frega de las leyes, patotea a ver si pasa. Las reacciones colectivas, con distintos métodos y sujetos, lo fuerzan a rectificarse. El escenario predilecto no es en general el Congreso aunque se conocen excepciones. Son el Agora, la calle, los medios no hegemónicos, los tribunales no cooptados (que los hay, en minoría).

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La resistencia encuentra sus cauces, pluralistas, transversales y variados, Los usuarios de servicios públicos y las organizaciones de consumidores frenaron y condicionaron los tarifazos 2016. El macrismo ahora vuelve por más, con “ventaja deportiva”: en esta ocasión no se anularán los aumentos exorbitantes, pero es cantado que lloverán acciones judiciales con las facturas en ristre.

Con el ministro de Educación Esteban Bullrich como adalid, la Casa Rosada impulsa otra medida ilegal. Quiere saltearse la Paritaria Nacional Docente, institucionalizada por normas dictadas en la etapa kirchnerista. Los sindicalistas del sector preparan su resistencia, que tendrá en la vereda de enfrente a los gobernadores. La disputa será difícil porque la herramienta del paro posibilita a los gobernantes maquillar su torpeza invocando la causa de “las familias y los chicos”, a quienes quieren prestar un servicio con docentes mal pagos. De cualquier modo, hay otro conflicto en ciernes, que también signará este mes cortito y recién nacido.

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Señalemos otros casos testigo, sin completar la lista. Los becarios del Conicet, la destitución del negacionista Darío Lopérfido, las respuestas a las bravatas neo dictatoriales del aduanero carapintada Juan José Gómez Centurión cuyo desenlace no puede darse por cerrado. Y cientos más. La ley de Emergencia Social es uno de los casos más rotundos, con los movimientos sociales como punta de lanza.

La revuelta social se activa en defensa de intereses específicos y, a veces, consigue revertir la correlación de fuerzas en la que, de entrada, domina el Gobierno. “La gente” sabe que la acción directa o los reclamos o los debates pagan si consiguen alianzas multicolores.

 Hay partidos o gremios que son opositores permanentes y full time. El Frente para la Victoria (llamemos así al kirchnerismo aunque el sello a veces está en otras manos), el Frente de Izquierda y los Trabajadores, otras vertientes de la izquierda radical, las dos CTA, un puñado de gremios de la CGT que no se verticalizan con su pendular conducción. Se suman a (o impulsan) todas las protestas reseñadas. Aunque hay tantos ejemplos que pueden hallarse. La regla general es que no consiguen mayor impacto cuando no integran colectivos más vastos. Dicho de otro modo, son componentes habituales pero, de ordinario, no suficientes.

La amplitud social, el arco iris ideológico, la sumatoria de gentes de a pie no encuadradas que se movilizan por algunas reivindicaciones pero no por todas es otro dato general. A mayor pluralismo, mayor contundencia y eficacia.

En un cuadro variopinto, en magma y no estudiado en detalle es prematuro emitir conclusiones tajantes. Una posible, aunque acaso no universal y sujeta a comprobación, es que el estandarte del kirchnerismo (la oposición más amplia y numerosa) le otorga un argumento al equipazo del presidente Mauricio Macri. “Son los de siempre, son el pasado, el populismo…”. Esa vaca narrativa todavía da leche en sectores de la opinión pública. Este cronista piensa que está menguando pero todavía gravita. 

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Sin aspiraciones académicas puede caracterizarse a esas experiencias como “Frente ciudadanos” de objetivos precisos, con participantes no siempre encuadrados políticamente. La expresión, claro, remite a la propuesta de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que va más allá de los reclamos sectoriales. Las experiencias comprueban que el Frente para la Victoria (FpV) sigue siendo un actor de fuste pero que no expresa a toda la movida social opositora que (con todas sus variantes y vicisitudes) constituye el rival más eficaz que tuvo el oficialismo hasta hoy.

El desafío para el kirchnerismo es expandir sus fronteras, revirtiendo el proceso que lo llevó del 54 por ciento de los votos en 2011 a algo así como 20 puntos porcentuales menos en 2015. Sencillo de señalar, complejísimo para plasmar. El FPV pudo hacerlo, en coyunturas más propicias, cuando condujo a mayorías multicolores para re estatizar el sistema jubilatorio, YPF y Aerolíneas, sancionar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual o la de Matrimonio Igualitario. El contexto es más adverso, la tarea tiene similitudes. 

Es el reto para dirigentes, gobernadores, intendentes, legisladores y militantes kirchneristas que, dicho sea al pasar, trasciende (o como se dirá, complementa) la pregunta consabida: “¿Cristina será candidata?”. De cualquier modo, opina el cronista, a cuenta de desarrollos más extensos, la capacidad de convocatoria y la amplitud del FpV en los próximos meses son centrales para que la eventual postulación de Cristina sea una baraja esencial pero no la única. Un modo de “ayudarla” a tomar su decisión, si se quiere.

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