Punto número uno: No se te ocurra poner una palabra en su boca, citala. Lohana es el sumun de la oralidad trava. La boca-eje le sirvió para que le broten a borbotones palabras que recogía con los oídos y ojos atentos, el olfato presto y hasta el tacto-abrazo. Receptiva siempre para que su biografía y las que entrelazaba –ésas de familia, de barrio, de ciudades pequeñas y grandes– tengan destino público. Pilla, la gorda aprendió a conquistar a su segunda mamá, la Pocha Escobar. Se nutrió de todas las historias travas, fue una más. Dúctil, solidaria y siguiendo el orden militarista de un mundo que no proponía otra cosa que ejércitos para la guerra y para la paz. El ejército trava que soñaba historias, construía realidades paralelas y que como el agua que bajo la tierra corre llenado todo intersticio, ligó destinos, aprendió estrategias, chupó conocimientos, cobró experiencias y atendió dolores. Le llegó el hartazgo, supo elevarse de soldado solidario a lugarteniente y con perseverancia de hormiga y trabajo de pájaro carpintero logró ser escuchada en otros círculos, que la oyeran entre las mil catarsis. Lohana reclamando, siempre reclamando. Nadia Echazú y Lohana complementándose. Una, comandante en Palermo, la otra, en Flores, provincia de Buenos Aires y Constitución. Las dos comandantas de estos ejércitos solidarios pero con miedos, experiencias de abandono y convencidas del destino larvario y subterráneo. Algunas les dijimos que el agua es agua, con destinos diversos: subterránea, de alcantarilla, de riacho contaminado o también lago cristalino, océano insondable, caldo de vida, nube, diluvio. Y allá se elevaron corriendo por la superficie hasta que la Nadia se nos evaporó. 

Estos asuntos graves de las travas, su perseverancia y su responsabilidad la erigieron soberana, sin reino reconocido pero con todo un pueblo trava. Coherente, sumó vigor, ganó firmeza renunciando a falsas familiaridades, a ser el cotillón de actos banales o la humillación manzanera. Y respetando siempre leyes internas. 

Si no fortalecemos la democracia, no estallaremos sus límites. Nuestra posibilidad está allí. Corriéndola por izquierda, empujándola con alianzas feministas y siempre en solidaridad interna. Basta de la delincuencia entre hermanas. Para el afuera ni una muerta, ni un maltrato o abandono al olvido, todas y todo a la mesa política. Basta de rencor, no mas resentimiento dirigido a la gente cercana, miremos siempre dónde está el enemigo. 

Serenidad para ver de qué hediondos fondos emergemos y a cuánta crueldad nos enfrentamos, coraje para extender las alas y enfrentar el odio, que es ajeno a nuestro amor libidinal. Mariposas armadas de creatividad, color y brillo, furia en las gargantas para transformar para la defensa del hoy y darle posibilidad cierta al mañana. 

El ethos de Berkins es la solidaridad. Ser blandas, dúctiles. Que cada miembro encuentre su real interés y para eso, primero la democracia y los Derechos Humanos, de inmediato, nuestro punto y coma. Si te observás profundo y no estás para más que diez MeGusta en línea, sumate a un cuerpo ya conformado, no vueles tan alto que te perdés. La unión nos fortalece. No llegues tarde, no quemes naves. Ser una sola voz que repita el mismo reclamo. Lohana nos gritó con su voz a todas, cuenco de barro rebosando de gotas-voces, un país, un continente, el globo entero bebió nuestras voces del cuenco Lohana. Buscala, no pintes con ansias mezquinas rinconcitos color bronce. Discutila, no lleves tres voces tímidas a semejante plaza. Volvé al barro, al barrio, no generes más rupturas. El enemigo trae tiempos severos, graves como para perder de vista la línea, como para darle rango a rencores menores. Para mal usar su nombre, para honrarla mal, para ser ególatra, recordá: nunca cotillón, siempre trava, sin puestito en ferias auspiciadas. Ella cuidó el interés de cada una y de cada quien más allá de lo trava. Eso la irguió soberana y es nuestra pero nos trasciende viva por siempre en cada gracia. No te quedes rezagada. Unión siempre, amorosidad y democracia.