La deuda externa y los compromisos locales adquieren una relevancia central en el modelo macroeconómico actual. Al evitar mencionarla en su discurso presidencial ante la Asamblea Legislativa, el presidente Mauricio Macri eludió considerar el problema estructural más serio que tiene el Estado argentino en los diez próximos años. Como se presenta en el último Informe de la deuda externa de la UMET, el peso de los vencimientos de la deuda - en moneda local y extranjera pagados a los acreedores- en relación con el PIB, pasó del 3,3 por ciento en 2015 al 4,5 por ciento en 2017 y a 9,1 por ciento en 2018, estimándose para fines de 2019 en el 14,3 por ciento; un dato para nuestra economía verdaderamente estremecedor.

Este derrotero en los servicios de la deuda es una consecuencia del incremento desmedido del endeudamiento tomado previamente por la gestión Cambiemos y de su posterior fracaso, hace un año, cuando el mercado internacional ante los vencimientos y renovación de deuda local y externa le cerró las puertas a nuevas emisiones o refinanciaciones como las que venían realizando hasta marzo de 2018. También alude a una deuda cuyos servicios crecen y su economía se reduce y la devaluación sistemática adoptada aún amplifica negativamente mucho más esa reducción de la economía en dólares con relación a futuros compromisos externos e internos en divisas extranjeras. 

Por ese motivo el gobierno fue precipitadamente al FMI a pedir apoyo financiero bajo un acuerdo stand-by como el alcanzado y ante la estatura de los vencimientos (y la fuerte condicionalidad puesta por el organismo) debió renegociarlo hasta lograr un monto récord de más de 57.000 millones de dólares que le permitiera contar con la liquidez necesaria para cumplir con los compromisos a lo largo de 2019. De este modo, el Fondo proveyó los recursos en moneda extranjera para enfrentar el presente año y los inversores privados siguieron esquivando la financiación. En este escenario, queda en evidencia que quintuplicar los pagos por servicios de la deuda en tres años es una prueba de la esquiva o nula consistencia macroeconómica nacional y el retiro decidido de los inversores –salvo por medio del FMI– para continuar financiando al gobierno. 

De esa deuda total originaria que representaba menos del 40 por ciento del PBI en 2015, pasó a fines de 2018, a tener un peso del 95,4 por ciento del PIB, nivel equivalente al que se tenía en el 2004, previo a la primera reestructuración de deuda externa ocurrida en 2005.

El salto observado en los servicios refleja el crecimiento en el pago de intereses, las amortizaciones de capital y los costos de financiar, con ajuste interno, el descalabro comercial en el sector externo y el déficit fiscal. De mantenerse en estos valores del 15 por ciento del PIB para servicios de la deuda, de no mediar negociación alguna con el Fondo, el presupuesto de los próximos años estará predestinado, tal como acostumbra el organismo financiero internacional, a profundizar el ajuste fiscal, reduciendo por ejemplo las erogaciones sociales y previsionales, para así minimizar el gasto estatal como se hizo en 2018 y se profundiza en 2019.

Los resultados esperados en el mejor de los escenarios serán como los experimentados hasta hoy: profundización de la recesión, menor crédito en el sistema financiero, mayor desempleo, caída y cierre de empresas y crisis social. El escenario descripto se profundizará por la ausencia de credibilidad para bajar la inflación y la ausencia de algún respiro a una sociedad que transita desbordada por la incompetencia gubernamental para superar la crisis.

Recordemos que el perfil de vencimientos de capital e intereses para los años que se avecinan ha tomado una trayectoria explosiva. Comparando los compromisos de la deuda pública en moneda extranjera al IV trimestre de 2015 y el perfil actual al III trimestre de 2018 se desprende que, entre los años 2020-2023 el Tesoro Nacional deberá desembolsar hasta un 209 por ciento más que lo que debía pagar por los mismos compromisos en el 2015.

Ni el más pesimista de los analistas hubiese pronosticado un desenlace económico como el señalado. El gobierno de Cambiemos es el que más compromisos externos ha tomado en la historia argentina, el que más se ha endeudado en el mundo entre los países emergentes y el que ha llevado a la economía al podio de las tres más vulnerables en el mundo. 

* Observatorio de la Deuda Externa, UMET.