Beatriz Sánchez, “la Bea”, como la llaman los chilenos, se define feminista y de izquierda. La experiodista de programas políticos de radio y televisión irrumpió en la escena política en las elecciones presidenciales de fines de 2017 a la cabeza de una alianza nueva, el Frente Amplio. Desde ese espacio, se plantea como oposición al gobierno de derecha de Sebastián Piñera, y como alternativa al bipartidismo que viene gobernado Chile desde la caída de la dictadura de Augusto Pinochet. Un Chile que ha quedado entrampado en las profundas raíces del modelo neoliberal.  

“Somos una alternativa de izquierda que va ampliando su espectro, nos aglutinamos en la defensa de los derechos humanos, buscamos un camino alternativo al neoliberalismo, con una barrera infranqueable entre los negocios y la política”, sostuvo ante PáginaI12 la mujer de 48 años y madre de tres hijos. 

Sánchez dejó su impronta en editoriales de las radios más importantes de Chile, incluso renunció a una de ellas en defensa de un dirigente sindical, en un país donde un acto así es una excepción. Oriunda de Viña del Mar, se reconoce como la novedad dentro de una clase política que históricamente ha sido un club cerrado de hombres, blancos y urbanos, la mayoría de Santiago. Eso hasta que llegó a La Moneda Michelle Bachelet, a quien Beatriz Sánchez no votó pero cuyo segundo mandato (2014-2018) le había generado expectativa. 

“A todos nos ilusionaba el segundo gobierno de Bachelet, porque se planteó como un gobierno de cambios estructurales, enfocado en la educación. Bachelet toma muchas banderas de los movimientos sociales: concepto de gratuidad de la educación, que Chile no lo tiene en la cabeza porque el comportamiento cultural es también neoliberal. Cuando los estudiantes logran que el sentido común entienda la importancia de la gratuidad de la educación como derecho, que se rescate la educación pública, donde se termine con la segregación, Bachelet promete ese cambio. Finalmente no se hizo con la profundidad que se necesitaba, y que hubiera podido hacer porque tenía mayoría parlamentaria”. 

La excandidata a la presidencia atribuye ese camino a medias a las propias disidencias y oposiciones dentro de la Nueva Mayoría (ex Concertación). “Eso le costó a la Concertación hoy día ser inexistente como conglomerado”, afirma concluyente. 

Beatriz Sánchez llevaba el pañuelo verde en su muñeca, adquirido cuando participó en Buenos Aires del Primer Foro Mundial sobre Pensamiento Crítico de Clacso. Ante el público, sostuvo con vehemencia: “Yo siempre he sido activista por el aborto en un país como Chile. En una de las primeras entrevistas que me hicieron ya como candidata me preguntaron si todavía creía en el aborto legal, dije que sí, y hubo 20 segundos de silencio. Pareciera que no puede plantearse eso en Chile”.

Durante el segundo gobierno de Bachelet, el Congreso aprobó la interrupción del embarazo en tres causales: violación, riesgo de vida de la madre o del feto, las mismas que supuestamente rigen en la Argentina desde 1921. En las calles de Santiago se escuchó un grito colectivo que atravesó generaciones. La marea verde trasandina retomó fuerza con las denuncias de acoso sexual en las instituciones educativas.

Beatriz Sánchez sostiene que cuando la mujer se sale del rol asignado por el patriarcado, se la pone a examen. Cuenta que cuando decidió ser candidata empezó a importar si lloraba, si hacía puchero, si sabía los temas, ya que no había estudiado en una de las cuatro universidades más prestigiosas –lo hizo en la Universidad de Concepción–. 

El hecho de que hoy en la región haya una restauración conservadora se explica, según Sánchez, porque el poder reacciona para preservar el poder. “Los gobiernos progresistas fueron una esperanza pero también un paréntesis, aquella década ganada. Teníamos conservadores, latifundistas, patronales siempre, de una elite determinada, que cambió con ese paréntesis. Hoy día la explicación es: el poder cuida al poder, reacciona. Lo que pasó en América latina tiene que ver también con una respuesta del poder”.

Crítica de los proyectos personalistas, ya que “se agotan en la persona”. Sánchez elogia la experiencia de Rafael Correa en Ecuador y el concepto de “economía del buen vivir”.

En el libro Apuntes para las militancias, la socióloga María Pía López señala que la derecha construye un modo punitivo de cuidado de la vida, “un modo reaccionario de tramitar el miedo a perder la vida”. Vale decir, la derecha presenta como válido el derecho de ejercer violencia para enfrentar el fantasma de que seamos víctimas. 

Beatríz Sánchez afirma que un desafío de la izquierda es precisamente conectar con los temores de la ciudadanía, en uno de los países más neoliberales del mundo como define a Chile. “La vulnerabilidad es alta, las personas tienen miedo de perder el trabajo, de enfermarse, de tener hijos. ¿Cómo educas a tu hijo si hay que pagar por todo en Chile? La nueva izquierda, con un proyecto de cambio estructural, debe acercar a la gente a este sentido común: queremos un país que funcione y también estamos preocupados por la seguridad pública”, dice Sánchez, sin aspiraciones de dar lecciones. 

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