Músicos oficinistas ejerciendo la pantomima del rock. Los Deportivo Alemán tiran la frase para describirse y ríen con ganas, y lo que en otro contexto podría leerse como crítica de pronto se revela como virtud. ¿Es posible que una de las mejores bandas del under actual sea la de tres tipos de más de cuarenta que se ganan la vida de otra cosa mientras se dedican a componer, ensayar y grabar canciones en sus ratos libres para después salir a tocarlas donde los inviten, sea para cinco personas o para cien? Sin norte a la vista ni brújula siquiera, sin nada que ganar ni menos que perder, en la conciencia adquirida y necesariamente olvidada de tocar por la inutilidad de tocar, los Deportivo Alemán supieron dar forma a un equipo invencible de canciones despojadas de poses,  concesiones o complacencias. Claro que tampoco hablamos de oficinistas del tipo yuppie de after hours sino más bien de tres amigos de años capaces de practicar temas en bloque durante horas frente a una pared, un zen ramonero impulsado por el gusto de alcanzar en vivo ese estado de gracia que ellos –siempre dispuestos a no tomarse demasiado en serio al momento de contarse– llaman “el Coso” de la banda.

Pero no siempre fue así. Si bien la idea del Deportivo nació en 2015 y en su formación actual cuenta con Fernando Alemán en bajo y voz, Alejo Auslender en guitarra y Horacio Solís en batería, el origen de la banda se remonta al 2001, cuando Alejo y Fernando fundaron junto a otros dos músicos El Pinche Tirano, un proyecto con el que grabaron cinco discos de los cuales quedaron dos en la red: Puto (2011) y Bruto (2014). Aquella dinámica inconstante de un puñado de shows al año, con listas de temas improvisadas en el momento y partes de canciones olvidadas en medio del show, era diametralmente opuesta a la contundencia escénica que hoy ponen en juego en Deportivo Alemán, nombre bajo el cual grabaron un disco (Lo mejor del mundo, 2016) y un EP (Malparido, 2018). “Éramos de boludear mucho hasta que en un momento nos dijimos ‘Basta, ¿vamos a seguir siempre así?’. Ahí arrancamos en serio”, cuenta Fernando durante una charla en una pizzería en Villa Crespo. Sentado a su lado, Alejo completa: “Hay otro compromiso puesto en no dejar que esto se pierda. Ahora Fernando se puso las pilas y yo voy atrás. Capaz fue la edad, le agarró a los cuarenta una crisis de ‘Me voy a ir y nadie se va a percatar de mi existencia’”, ríe. Y a la hora de explicar el nombre que terminó dando concepto a la banda, agrega: “Primero nos íbamos a llamar directamente Alemania, un poco porque estábamos fascinados con Toni Kross y esa selección y otro por esto de ponernos las pilas con disciplina alemana. Después surgió la idea del Deportivo, y ahí entramos en el filo de una especie de broma en esto de entrar en el personaje de la banda como en una especie de identidad: ‘Somos Deportivo Alemán, nos ponemos la camiseta y tiene que salir todo perfecto’. Pero al final en ese sentido la cosa funcionó”.

A primera escucha las canciones del grupo remiten a la escuela guitarrera que va del garage rock de los sesenta a los Strokes, todo bajo la influencia germana del ritmo “apache”, tal como el loco genial Klaus Dinger llamaba –de manera más salvaje y humana– al sonido de batería que creó en 1971 y que otros bautizaron luego como “motorik”, ese compás de repetición continua que hizo de sus bandas Neu! y La Düsseldorf (otra banda futbolera) una fuerza clave dentro del krautrock. Pero ninguna de esas referencias hace a la esencia del Deportivo Alemán: cuando el caos de disonancias que explota en medio del ritmo parejo de sus canciones se funde con la prosa poética de las letras de Fernando, todo termina encontrando un sentido que llega tan pronto como se va: “Con el tipo de música que hacemos no tiene sentido hacer shows de una hora y media”, afirma Fernando, “entonces nos propusimos hacer un bloque de media hora al palo, bien Ramón. Si ahí tenés la puerta para irte nosotros terminamos antes de que te vayas’”. 

La poesía presente en las canciones, que muchas veces juega con repeticiones y aliteraciones que se entrelazan con la música, encuentra otro de sus contrapuntos en la prosa de Alejo, egresado de Letras que también participa como guitarrista desde 2013 en los proyectos solistas de Rosario Bléfari y lleva adelante desde los comienzos de Deportivo Alemán una suerte de diario de fechas que publica regularmente en su cuenta de Facebook, un retrato genial del under actual que comenzó por el gusto de escribir y que ahora, alentado por el entusiasmo de Rosario, decidió a reunir en un libro. Un fragmento: “El flaco que estaba a cargo se ofreció a corrernos el telón, otro de los detalles que ese bar ofrece a todos aquellos que quieran jugar a la banda de rock. El telón agrega espesor dramático a la pantomima del músico oficinista, la banda es descubierta ante la sala semivacía como si fuera una estatua esculpida en secreto: el público es la única ilusión que el lugar no provee”. 

Justo ahí está una de las claves de la cuestión: encontrar la constancia y los modos de sobrevivir en un under con más bandas que público dispuesto a abandonar el confort hogareño de la era streaming. “Muchos lugares para tocar te piden que les vendas cincuenta entradas y si te dejás llevar terminás invitando a los tíos, los primos, ¿pero para qué?”, se pregunta Fernando. “Cuando ves una cara que no conocías pero ya vino antes, eso vale por las mil conocidas que hubiesen venido a hacerte la gamba. Hay lugares que te preguntan cuánta gente metés, y qué sé yo… Capaz un día te vienen treinta personas y capaz otro día vienen tres. ¿Qué te voy a mentir, me voy a hacer el Mick Jagger?”. “Es nuestra realidad y la de muchos, la de vivir en una especie de bipolaridad entre tocar y tener laburos estables, lo que a la vez nos permite equiparnos para hacer lo que nos gusta hacer. Ya no estamos buscando pegarla, no estamos buscando nada. Hacemos lo que nos gusta, mostramos lo que hacemos y listo”, apunta Alejo. Un fragmento de sus crónicas resume la idea a la perfección: “El sonidista nos pidió que mantuviéramos el volumen en el justo borde de la impercepción. La gente comía y brindaba a los gritos. Pero nosotros somos Deportivo Alemán. Estamos capacitados para emitir nuestro Coso en cualquier lado, en cualquier formato, de cualquier manera. Hemos sido magníficos y horribles, mediocres e insoportables, perfectos y derrengados. Hemos sido cuatro, ahora tres, a veces dos, pero siempre sosteniendo el Coso del Deportivo Alemán: antorcha absurda, bandera de agujero negro”. Entonces larga una puteada certera y cierra: “Viva nosotros”.