En 1952 –casi cuarenta años antes del debut de The X-Files en la televisión– resulta que sí existía una división de las fuerzas especiales estadounidenses dedicada a analizar casos inexplicables, más precisamente, los relacionados con presuntos avistamientos de objetos voladores no identificados. Los logros, los alcances y las internas de aquella dependencia científico-militar son el objeto de la flamante serie Project Blue Book, ficción histórica que desarrolla el legendario Robert Zemeckis para History Channel, y que por el momento hay que conformarse con pescarla en Internet. 

La plataforma del logo con la gran H y su simpatía por el rigor histórico le aportan a la serie una primera pátina de verosimilitud, ya que cada episodio sigue casos reales, o en todo caso, expedientes reales sobre ovnis que supo abrir aquella división cívico-militar, llamada precisamente Project Blue Book. La segunda capa de espíritu verosímil proviene, entonces, del rol que el Estado, a través de sus fuerzas armadas, supo jugar en todo esto: si la Casa Blanca le prestó atención, es que no era ninguna joda. La existencia del aquel secretísimo órgano marcial, que supuestamente funcionó hasta 1970, emana un fuerte olor a Guerra Fría y a mix licuado de paranoias imperialistas-su abanico de ingredientes va desde los soviéticos hasta los alienígenas. El contexto histórico arrastraba sus antecedentes, que la serie menciona explícitamente, desde el fake radial todavía tibio de Orson Welles en La guerra de los mundos (1938) hasta el mito urbano sobre un presunto estrolamiento extraterrestre en el desierto de Roswell (1947).

Como tan bonitamente hiciera en su hit Volver al futuro, Robert Zemeckis vuelve a reconstruir en Project Blue Book la década del ‘50 y a meterse en el espíritu de época al hacerse preguntas propias de ese tiempo(después de todo, Zemeckis nació en 1951, bastante habrá de recordar). Aquí ya no está el culebrón McFly pero sí permanece la fascinación por el descubrimiento científico-tecnológico, una atracción mágica, positivista y todopoderosa en la que queremos creer (I wanttobelieve, como posteara el capo Fox Mulder). Un magnetismo que no se corporiza en el De Lorean, sino en sofisticadas, misteriosas, presuntas naves espaciales. 

Project Blue Book hurga en distintas denuncias de los ‘50 (fugaces bolas de fuego verde en el cielo, inexplicables reportes de pilotos, misteriosos rastros de aterrizajes rurales) a través de una dupla dispuesta a dedo por los altos mandos castrenses yanquis con el fin de “despejar las dudas” de la población sobre los ovnis, o en realidad, para tirar la pelota afuera. Y si en The X-Files la tensión interna de la dupla protagónica la daban el crédulo (Mulder) y la escéptica (Scully), en Project Blue Book el juego se da entre el crédulo y el encubridor. El primero está basado en un personaje real,el astrónomo J. Allen Haynek, interpretado por el sonriente actor irlandés AidanGillen(tal vez lo recuerden como el manager John Reid de Bohemian Rhapsody, o por su pérfido Meñique en Game of Thrones). Haynek es todo un ícono del submundo ufológico, colaboró durante décadas con la Fuerza Aérea estadounidense y diseñó los distintos “tipos” -primero, segundo, tercero- con los que calificar un presunto encuentro cercano con ovni. La otra mitad del dúo es un antipático personaje ficticio, sin ganas de creer en nada nuevo bajo el sol y cara visible de la corporación militar, el capitán Quinn (Michael Malarkey). Aunque Project Blue Book aún no ha terminado de emitir sus diez episodios en los Estados Unidos, ya se ha confirmado que habrá una segunda temporada. Es que, tan lejos de los años ‘50, parte del atractivo de Project Blue Book tiene que ver, precisamente, con otro espíritu de época, el de la época actual: en la recta final de cada episodio, la serie invita a los televidentes a saber más (¿googlear más?) sobre el caso “real” que disparó el capítulo en cuestión. Es que esta época también tiene sus posibilidades y History Channel lo sabe.