Una voz al teléfono se cuela en medio de dos tracks. Uno, el número seis, se llama “No vas a calificar”. El otro –el siete–lleva por nombre “¿Será que estaré siempre”? “¿Será que estaré siempre que me tratás tan bien, o qué?, adhiere tal voz (la de Jorge Minissale) ante la afrenta de contar, precisamente, de qué van ciertas canciones de Lo más preciado, su nuevo disco. Y empieza por la que ya empezó. “No sé, tal vez yo no sea lo mejor o lo más canchero que hay en el mundo, pero debo tener algo interesante ¿no? Es un verso que puede funcionar para una conquista amorosa”, se ríe este guitarrista, cantante, compositor y cultor del rock argentino que supo hacerse camino al andar allá por los ochenta del siglo pasado, junto a bandas pop bien conocidas (Suéter o Los Twist, por caso) y otras más de culto, más metidas en el under, como los dos proyectos que lo tuvieron como líder: Mamporro y Radio Shakespeare. “Pero esa canción no es la que más identifica al disco, porque habla de amor entre dos personas”, vuelve. “El disco, en cambio, es un poco más abarcativo, más universal… tiene canciones más oscuras, orwellianias”. 

 Lo tangible de lo oscuro, a trasluz de sus letras –y ciertos sonidos– se manifiesta en temas de veras más densos que el track siete. Minissale se pone áspero en “Pensar es un arma”, por caso. “Este tema, y otros, tienen un origen muy poderoso en aquellas noticias que no son reales, pero que se instalan como tales, y el no pensar sobre eso, sobre la posverdad, provoca que te metan en la trampa de lo irreal. Esto me vuelve completamente loco. Si bien la trampa está desde siempre, hoy ha salido a la luz de una manera muy brutal”, se despacha el músico, que mostrará su disco hoy a las 21 en el Teatro Monteviejo (Lavalle 3177) junto a su banda, y al pianista Juan del Barrio (ex Spinetta Jade y Abuelos de la Nada) en carácter de invitado. “Ya no hace falta sacar una tanqueta y trepidar por las calles, como recuerdo haber visto durante el gobierno de Onganía, para dominar al pueblo. Los poderes piensan de otra forma, y si las sociedades no piensan esto, bueno, estamos complicados”, insiste.

–Pensar es un arma, entonces. ¿Sacar un disco también lo es?

–Si. En mi caso, porque las canciones giran en torno a las obsesiones que aparecen cuando uno no puede cambiar las cosas desde lo personal. Ellas intentan poner un grano de arena en la lucha, sin tener la necesidad de salir a la calle y gritar ¡Viva Perón!, por ejemplo, o hacer música agresiva. Hay muchas maneras. 

–Su primer disco se llama Justo y necesario. ¿Se relaciona ese título con lo que acaba de decir?

–Tal vez. Pero también juega el hecho de que, a esta altura, ya no tengo que hacer algo comercial, y eso me posibilita decir y hacer lo que quiero. Y yo quiero eso, lo justo y necesario porque, como acabo de decir, el rock no es la distorsión al mango sino una actitud. También un tirarse a la pileta, porque hacer un disco hoy es como tirar una botella al mar, esperar que alguien la reciba, y te venga a socorrer con su regocijo. Así lo sentimos quienes nos montamos en las historias de los pioneros del rock argentino, para seguir en esa senda. Yo me crié en esa historia del rock como contracultura, y sigo creyendo en eso. 

–La botella que ha tirado ya navega en las agitadas aguas de Youtube y hasta ahora tiene 634 visitas, 23 me gusta y ningún no me gusta. ¿Se siente socorrido?

–(risas) Y… al menos por ahora. Habrá quién no le guste, quien te diga algo agresivo, incluso, pero el tema de las redes es fantástico porque ya no no necesitás publicar discos en formato físico. En mi caso, no lo hice con ninguno de los dos. 

–¿Por qué?

–Para no depender de los humores de productores discográficos. Ojo, no entender que esto es un negocio es un poco naif, pero también es cierto que lidiar con sellos te ata a muchas situaciones. Yo prefiero no tener esa necesidad y ser libre, hacer lo que quiera, sin obligaciones. Creo que las redes te dan esa libertad y, aunque también le den la posibilidad a alguien a que te insulte desde el anonimato.

Otro de los rescates emotivos del disco es “Yo no creo que eso sea casualidad”, la canción que el –también– ex Trigémino, grabó con Litto Nebbia, uno de los invitados, junto Hernán Aramberri. “Cuando estábamos ensayando el tema con los muchachos de la banda le decíamos ´el Nebbia´, porque tiene una cadencia armónica que es muy usada por él. Cada vez que la tocábamos yo decía ‘esta canción la tiene que cantar Litto’ y se dio así”, cuenta Minissale. “ Me acerqué a él una noche que los dos estábamos tocando en Niceto, pegamos onda, cruzamos pistas y así se grabó el tema. Para mí es la gloria, porque me hice escuchando a él, a Moris, a tipos que tocaban cosas alucinantes con una guitarra acústica. Soy muy fan de los orígenes del rock de acá”.