Los últimos viernes de cada mes hay una tradición que se repite rigurosamente, casi tanto como las lesiones de Gago o los actos de desobediencia debida de Centurión: la reunión mensual con mis queridos amigos coleccionistas de figuritas difíciles. Esa fecha es impostergable, así llueva, truene o caigan hijos de Maradona de punta, nada impedirá que los Caballeros de la Figurita Redonda nos apiñemos en el bar de la Avenida Callao para intercambiar historias futboleras, chanzas y, por supuesto, figuritas difíciles. Sí, porque apasionados por las chapitas de antes o por las  autoadhesivas de hoy, hay miles. Pero próceres del cromo sagrado, infatigables buscadores de las figuritas más difíciles del fútbol nuestro de cada día, apenas una docena, nosotros. 

Nuestra última tertulia estuvo –como dirían los viejos relatores– para alquilar balcones. Como siempre, abrió el debate el querido Tano Pietro, campeón ítaloargentino de chupi temporada 1953-54. A mediados del siglo pasado, el Tano había llegado de su Italia natal con una mano adelante y un pilón de figuritas de la Juventus detrás y al año ya estaba completando la colección de figuritas octogonales Pum, de Editorial Guayra. El Tano juró con su mano ya temblorosa por el paso del tiempo, o por jugar tanto al chupi y al punto en su infancia, que la figurita más difícil de todas es la Nº 132 del año 1991: “Menotti y Bilardo abrazados deseándose suerte mutuamente”. 

–¡Nada que ver! –le retrucó el Narigón Garfinkel, antes de clavarse un aperitivo rebajado con Manaos. El Narigón es otro veterano de mil batallas. Cuentan  que una tarde de 1965, a la salida de la escuela, cuando iba a sexto grado, ganó 324 figuritas Golazo solamente jugando a la tapadita.

–La más difícil es esta,  la Nº 82 del álbum del año pasado, es la del arquero boliviano Lampe jugando un partido completo en Boca Juniors. Ahí los maté. Dénse por rendidos.

–No me haga reír, Garfinkel –dijo el Profe Martínez Ríos–. La más  difícil es la que tengo en mis manos, la Nº 56 de la colección Futbolandia: La del estadio de Vélez lleno exclusivamente por sus propios hinchas.

La mayor carta de presentación del Profe es haber conseguido dos veces la que fue tal vez la figurita más difícil de la historia, aquella del álbum Munich 74, la casi nunca vista figurita  de Mukombo, un ignoto jugador de la selección de Zaire. La primera figu de Mukombo que consiguió la pegó en el álbum y se ganó la pelota Nº 5 de cuero que daban de premio. La segunda se la canjeó por un departamento de 3 ambientes con cochera en Villa Urquiza al hijo de un próspero empresario de la industria automotriz.  

–Si vamos a decir pavadas me retiro, señores –sentenció molesto el más silencioso de la mesa, el Flaco Gervasio–. Tuve muchas difíciles en mis manos: la de All Boys Campeón de la Supercopa 2016, la de Sampaoli con pelo, la de la hinchada de Boca aplaudiendo la vuelta olímpica de River en el Bernabéu y hasta la de Maradona en el séptimo piso de Segurola y Habana jugando con Toresani al “Piedra, papel y tijera”. Pero la más difícil será por siempre la de Messi dando la vuelta olímpica con la Copa del Mundo en sus manos. 

–Esa es difícil ahora, ya verá que en el 2022, será la más repetida –sentenció optimista el Profe.

–Puede ser –respondió el Flaco–. En el 2022 hablamos.