En los últimos años, la Editorial Atlántida solo es noticia cuando transforma sus revistas semanales más famosas en mensuarios o cuando descontinúa otras. La fundadora familia Vigil ya hace bastante que vendió su parte y casi nada recuerda que en 1976, el año del golpe, era no solo la editorial de revistas más poderosa sino una de las principales apoyaturas ideológicas del establishment. Aunque en eso no era original --lo mismo hicieron los diarios Clarín y La Nación y todos grandes medios de la época--, la nave insignia de los Vigil, el semanario Gente, por entonces dirigido por el periodista Samuel Gelblung, sobresalió en sus esfuerzos por embellecer a los genocidas ante los ojos de toda la población.

Experiencia en eso no les faltaba, después de todo era la revista dedicada a llevar a todas las casas la imagen de las modelos y actrices más famosas, de la mano de todos los empresarios y exitosos del momento. Las herramientas hoy parecen obvias pero por entonces eran innovadoras: Gran despliegue fotográfico, historias personales para humanizar las noticias, los periodistas transformados en estrellas y protagonistas de sus propias notas.

Por eso una buena manera de acercarse a la escalofriante cotidianidad de hace exactamente 43 años es recorrer las páginas, y las fotos, de los números de la revista dedicados a comunicar la buena nueva: Los militares habían llegado para poner orden y seguridad en toda la Argentina. ¿Y saben qué? Los encabezaba todo un caballero, síntesis de la humildad, la eficiencia y el honor llamado Jorge Rafael Videla. Todo un General de la Nación.

No es una exageración. "Quién es el nuevo presidente de los argentinos", se titula la nota que cuenta la vida del flamante dictador. "Muy buen alumno, puntual y educado", se lee sobre sus tiempos de estudiante. "Jorge Rafael Videla es un profesional de punta a punta", define su etapa militar. "Es de una corrección personal, de una honestidad y de una pureza llevadas al límite del renunciamiento", define sus condiciones morales.

Todo ello acompañada con fotos de su familia, incluida una de su esposa y sus siete hijos, emocionados en uno de los balcones del Salón Blanco de la Casa Rosada el día de la jura del jefe de familia.

Tampoco ahorra elogios a la hora de describir "el pensamiento militar": "Moralidad, idoneidad, eficiencia" son las palabras elegidas.

Y ni siquiera baja el tono cuando llega el turno de presentar al nuevo ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz. Más interesante, en un  anticipo de lo que plantearán los siguientes gobiernos neoliberales, hasta el de hoy, pronostica tiempos de austeridad antes de llegar a una recuperación, pone el acento en "la delicada situación del sector externo de la economía", y pronostica el camino a recorrer de la mano del Fondo Monetario Internacional. Como siempre dispuesto a dar su colaboración si se explicitan "los esfuerzos que se realizarán para modificar la situación que ha obligado a requerir la ayuda". No es necesario ser demasiado conocedor para adivinar de qué están hablando. "Liberalización de todos los precios y controles", "atacar el déficit fiscal", privatización "de muchas de las empresas que en los últimos años pasaron a poder del Estado" y disminución de la planta de empleados públicos.

Una vez marcado el rumbo, la revista cumple con ofrecer a sus lectores una didáctica sección de servicios, explicándoles qué se puede hacer y qué no (sobre todo qué no, como se ve en la foto) en la nueva etapa.

Y por si el mensaje no había quedado claro, una imagen también valía más que mil palabras en 1976. 

Para graficar la vida antes del 24 de marzo, la foto de decenas de armas supuestamente requisadas a la guerrilla en un allanamiento. Para resumir la vida después del 24 de marzo, un entrañable soldadito rodeado de palomas en la Plaza de Mayo.

 

Una carta imprescindible

 

Si los textos e imágenes anteriores no fueron suficientes, vale la pena dar una rápida leída a los siguientes extractos a la "Carta abierta a los padres argentinos", publicada por la revista Gente en su edición del 16 de diciembre de 1976, unos meses después:

“Después del 24 de marzo de 1976, usted sintió un alivio. Sintió que retornaba el orden. Que todo el cuerpo social enfermo recibía una transfusión de sangre salvadora. Bien. Pero ese optimismo --por lo menos en exceso-- también es peligroso. Porque un cuerpo gravemente enfermo necesita mucho tiempo para recuperarse, y mientras tanto los bacilos siguen su trabajo de destrucción. (…) Porque hay que entender algo, con claridad y para siempre. En esta guerra no sólo las armas son importantes. También los libros, la educación, los profesores. La guerrilla puede perder una o cien batallas, pero habrá ganado la guerra si consigue infiltrar su ideología en la escuela primaria, en la secundaria, en la universidad, en el club, en la iglesia. Ese es su objetivo principal. Y eso es lo que todavía puede conseguir. Sobre todo si usted, que tiene hijos, no está alerta. (…)

Por ejemplo: ¿Usted sabe qué lee su hijo? Repasemos. Yo sé que hay colegios donde “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, es un texto obligatorio. “Cien años de soledad” es para muchos una novela bien escrita, interesante, llena de ganchos, entretenida. Pero… ¿usted la leyó? A lo mejor no. Confía en que es buena porque leyó comentarios, críticas, elogios. Porque fue bestseller. Porque durante mucho tiempo medio mundo habló de ella. Y de pronto en esa confianza hay un error. Yo la leí y me gustó. Pero yo soy un adulto. Y tengo una hija adolescente. ¿Que qué quiere que le diga? A mí no me gusta que mi hija adolescente lea -y menos por obligación- una novela que rezuma sexo, hedonismo, infidelidades y descripciones sicalípticas. En otros colegios ya no se lee a Cervantes. Ha sido reemplazado por Ernesto Cardenal, por Pablo Neruda, por Jorge Amado. Buenos autores para adultos seguros de lo que quieren, pero malos para adolescentes acosados por mil sutiles formas de infiltración y que todavía no saben lo que quieren. Si usted no los leyó, léalos y saque conclusiones. Eso también es parte de su trabajo y de su responsabilidad en este tiempo y en esta guerra. Piense que si no lo hace, de pronto tiene que aceptar que “Las venas abiertas de América Latina”, por ejemplo, sea uno de los libros de texto de su hijo. No se asombre. Ocurrió.

Por eso, por todo eso y por mucho más, prudencia. Cautela. Vigilancia.

Analice las palabras que su hijo aprende todos los días en la escuela. Hay palabras sonoras, musicales, que forman frases llenas de belleza. Pero que encierran claves que el enemigo usa para invadir la mente de su hijo. Cierto tono clasista en los comentarios, la palabra ‘compromiso”, descripciones del mundo como un mundo de pobres y de ricos, y de la historia como una eterna lucha de clases. Por ese trampolín se salta rápidamente de la educación bancaria (la tradicional, la que conoce jerarquías: el alumno en el banco y el profesor en el estrado) a la “educación liberadora” que preconizaba Paulo Freire, un ideólogo de Salvador Allende. ¿Sabe qué postula la “educación liberadora”? Yo se lo digo. Nada de jerarquías. Igualdad entre profesores y alumnos. Lo mismo el que sabe que el ignorante. En una palabra: anarquía. (…)

De ahora en adelante mucho --casi todo-- depende de usted. No basta con almidonar el guardapolvo, comprar los libros y los cuadernos y pagar la cooperadora. Hay otras responsabilidades más profundas. Esté atento. No se deje sorprender(…) Interésese. Averigüe y controle. Esta carta no pretende alarmarlos, señora, señor. (…) Se acabaron los buenos y viejos tiempos. La señorita Rodríguez puede ser una monada. Pero no deje todo librado a otros. Porque si usted se desinteresa, no tendrá derecho a culpar al destino o a la fatalidad cuando la llamen de la morgue”

Un amigo…

REVISTA “GENTE”.