“Soy real y verdadero”; “estoy necesitando una chica que cuide a Usain (mi tortuga)”; “candidato ideal para presentarle a tu madre, por lo cual probablemente en un futuro seas mi hijastra” son algunas de las presentaciones que encontramos en Tinder al buscar chongo para una amiga, claro. Nos miramos sorprendidas, intrigadas y un poco asustadas. ¿Hacía tanto estábamos fuera de juego? ¿Es que ahora había que aclarar si la persona era real o…? ¿O qué? ¿Hay personas ficcionales caminando por la ciudad? ¿O es que ahora las personas sólo se sienten reales al hacer presencia en las redes? 

También nos llamó la atención el tipo de ofertas y hasta las búsquedas: “busco a Nemo”; “busco mujer para ser mamá”; “la pasamos bien, me das placer y te llevás lo tuyo”. ¿Acaso no saben todos ya que somos putitas golosas? Si era la aplicación de citas más bajada de la Play Store, debía funcionar a pesar de que lo que encontrábamos parecía un juego de ficciones delirantes y extrañas. El medio digital, la aplicación en sí, le permitía a nuestra amiga construir un perfil para mostrarse, una suerte de vidriera que ella debía diseñar para presentarse al mundo como disponible y para atraer más a sus posibles pretendientes. ¿Cómo se debía describir? ¿Qué fotos tenía que poner? ¿Las de Cuba y Machu Pichu o las de Disney y la Torre Eiffel? ¿Subía su típico retrato de viernes leyendo con un buen vino? ¿O mejor una foto con amigos? Para describirnos, tenemos que vendernos en pocos caracteres, debemos pensar en qué será más eficaz. La lógica del mercado y la del consumo marcan la cancha en estas aplicaciones. 

Ella debía llamar la atención para eliminar competencia y ser visible, deseable, consumible para ese otro lado de la vidriera que la estaba observando para asignarle una cruz o un corazón que la hiciera matchear mostrándole que podía ser deseada o rechazada con solo apretar la pantalla de un celular. ¿Y quién era ese otro? Tinder, tan aparentemente inclusivo, la deja elegir si quiere hombres o mujeres o los dos al mismo tiempo, pero la obliga a decidir sólo entre dos opciones: ser hombre o ser mujer. A la aplicación le gusta que estemos ordenados, heteronormativizados. Nos hace construir identidades, decir cosas, pedir a otros, pedirnos a nosotros mismos lo que ni siquiera sabemos si estamos dispuestos a dar sólo para sentirnos queridos, aceptados o simplemente un poco menos solos.

Mariela Gurevich y Noelia Stetie son graduadas de la carrera de Letras de la UBA. Ellas van a dictar el curso el curso “El amor en los tiempos de Tinder: claves para leer las love apps”, gratuito y abierto a la comunidad, desde el sábado 27 de abril, de 11 a 13, en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Puán 480.