Lucas Scavino estaba en la puerta del INCAA con la película ¿Dónde está mi hermano? en sus manos cuando le avisaron que había aparecido el cuerpo. “Eso es hacer un documental”, recuerda. El film de una hora y media que se estrena hoy en el Bafici es la ópera prima de Lucas Scavino –no así de la correalizadora Ana Fraile, que había filmado Un fueguito, la historia de César Milstein– y tuvo el aporte periodístico de María Eugenia Otero y Fernando Tebele, de La Retaguardia. “La idea surgió cuando conocimos a abogados de La Plata, que editaron un manual de derechos donde el caso Luciano figuraba como faro. Le propusimos a Vanesa hacerlo sobre lo que ellos estaban haciendo: recuperar el predio del destacamento policial de Lomas del Mirador como espacio para la memoria, a mediados de 2014”, recuerda Scavino. 

La hermana de Luciano Arruga piensa y actúa cada instante desde lo colectivo, aunque le haya tocado ser la protagonista involuntaria del film. “Somos un grupo humanamente maravilloso, acompañando un doloroso proceso de una familia. Sólo soy la vocera de mi hermano exigiendo verdad y justicia, las luchas se llevan en conjunto”, agrega. “La intención es interpelar al espectador, que asocie ese punto de vista para que trabaje por identificación: ese hermano puede ser su hermano”, explica el realizador. A instancias de Fraile, que vive en Alemania, fue exhibido en la cátedra de derechos humanos de la Universidad de Nuremberg, y tuvo repercusiones inesperadas en lugares lejanos como Chechenia. “Hay algo esencial de lo humano que resuena en otras partes del mundo. Viajar a la ONU acompañando a Vanesa en su reclamo fue parte de la estrategia de producción. Pretendemos trascender los circuitos habituales de festivales y salas comerciales, y acercarlo a otros públicos”, dice Scavino. 

¿Quién mató a mi hermano? tiene imágenes del juicio contra el policía Diego Torales por las torturas a Luciano cuando lo detuvieron en septiembre de 2008, y casi no hay música incidental salvo aislados acordes minimalistas de Pablo Bregante, que integra junto a Damián Piraino y Anabela Martínez, entre otros, del grupo de Familiaxs y Amigxs de Luciano Arruga. “El cine tiene la posibilidad de colocarte en un rol de identificación con el objeto estético, pero no se buscó construir belleza, lo bello en este caso es lo justo”, apunta Scavino. “Así como hubo una persona que cotejó en serio las huellas dactilares, si la película logra sensibilizar a la mayor cantidad de gente sobre esos pequeños rasgos de humanidad que tiene que haber en cualquier actividad, si alguien puede proyectar su humanidad sobre la experiencia del otro, estaría satisfecho”, define.

Arruga tenía dieciséis años cuando desapareció, el 31 de enero de 2009. Su hermana, Vanesa Orieta, y un grupo de familiares y amigos lo buscó desesperadamente con fuertes sospechas sobre la policía. El grupo enfrentó amenazas policiales, manipulaciones de la Justicia e indiferencia del gobierno y la clase política. El 17 de octubre de 2014 lograron dar con sus restos enterrados como NN. El informe forense indicó que su muerte fue producto de un accidente vial la misma noche de su desaparición, pero el grupo de familiares y amigos denunció que fue un crimen. La película de Fraile y Scavino trabaja con imágenes del juicio, entrevistas y marchas, sin caer en la conmiseración. Según la reseña del Bafici, “los realizadores encuentran para el caso una forma cuya sobriedad se impone como la mejor manera en la que la memoria de Arruga pueda ser debidamente respetada”.