PáginaI12 en Brasil
Desde Brasilia
Al cumplir un año preso Luiz Inácio Lula da Silva dirigió una carta a los miles de manifestantes reunidos en varias capitales exigiendo su liberación. “Hace exactamente un año que estoy aislado en una prisión, jamás presentaron una prueba contra mí, soy un preso político, exiliado en mi propio país, separado de mi pueblo (...) pensaban que me iban a callar pero no me callaron ni me callarán porque somos millones de voces”.
Una multitud desfiló desde la mañana de ayer domingo por las calles de Curitiba, capital del estado sureño de Paraná, en cuya Superintendencia de la Policía Federal Lula fue ingresado cerca de las 23 horas del sábado 7 de abril de 2018 procedente de San Pablo.
Banderas rojas del Partido de los Trabajadores (PT) y el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) flamearon en medio de las columnas que pasaban desafiantes ante un exagerado cordón policial.
En San Pablo la movilización se inició por la tarde, mientras otro acto se realizó en Río de Janeiro.
Una concentración numerosa ocurrió el viernes por la noche en Porto Alegre que tuvo como orador a Fernando Haddad. El candidato presidencial del PT en los comicios de octubre pasado comparó el juicio que llevó al ex mandatario a la cárcel con un partido de fútbol donde el árbitro está asociado a uno de los equipos. En este caso el referí era el juez Sergio Moro, responsable de la causa Lava Jato, amañado con el entonces candidato y a la postre vencedor Jair Bolsonaro.
Dilma Rousseff se sumó a la protesta al destacar que “crece el número de brasileños y de ciudadanos de todo el mundo que se indignan con la prisión”.
Luego de los actos de este fin de semana en el sudeste y sur brasileños habrá otros en los próximos días en la región nordeste. Para convocar a esas concentraciones se emplean medios de comunicación alternativos, blogs y las redes sociales a través de las cuales se montó un flujo de información para contrarrestar el vacío noticioso que domina en la prensa empresarial.
Los editoriales, o buena parte de éstos, de los medios dominantes vaticinaron el fin político de Lula con su arresto en el Sindicato de Metalúrgicos de San Bernardo do Campo, cordón industrial paulista, ocurrido a última hora de la tarde del 7 de abril de 2018. Previsión equivocada.
Ayer la palabra del ex líder metalúrgico reapareció en la “gran prensa” a través de una carta que lleva su firma.
“Hoy está claro que mi detención era parte de un movimiento político (...) era necesario impedir mi candidatura (presidencial) a todo costa, ese fue el plan de fondo” iniciado en 2016 con el “golpe que derribó” a Dilma Rousseff a través de un impeachment.
El texto fue publicado en Folha de San Pablo diario al cual el Supremo Tribunal Federal le prohibió entrevistar a Lula el año pasado bajo el argumento que sus declaraciones podrían influir negativamente a los ciudadanos antes de votar. La censura judicial alcanzó también al diario El País de Madrid.
Más que eso: los tribunales prohibieron que el político detenido grabe spots proselitistas cuando aún era candidato presidencial y las encuestadoras –en su mayoría antipáticas al PT– lo ubicaban con entre el 36 y el 40 por ciento de intenciones de voto duplicando la aprobación del segundo, Jair Bolsonaro.
La misiva aparecida en Folha ayer se titula con una pregunta “¿ Por qué tanto miedo con Lula libre?”.
Es una indagación pertinente si se tiene en cuenta que la semana pasada el presidente del Supremo Tribunal Federal, Antonio Dias Toffoli, suspendió sin motivos plausibles una sesión prevista para esta semana en la que se iba a discutir la excarcelación del jefe petista. La maniobra del juez alimentó especulaciones de todo tipo incluida una que citó la presión directa del Poder Ejecutivo.
Bolsonaro fue el principal beneficiario de la ausencia de Lula en los comicios y sería el primer damnificado con su libertad. Más aún cuando su administración recoge índices de reprobación llamativamente altos.
A poco de cumplir cien días en el poder, lo que ocurrirá este miércoles, el presidente se reveló un fiasco para un público que, en buena parte, comienza a desengañarse de las fake news con que alimentó su campaña de 2018.
Otra franja de ciudadanos está espantado con las falsedades dichas en estos tres meses de gestión: afirmó que el nazismo fue de izquierda y que no hubo un golpe de estado en 1964.
Una encuesta publicada ayer por Datafolha mostró que el excapitán tiene el 32 por ciento de imagen positiva y el 30 % mala o pésima, luego de haber sido electo con el 57 por ciento de los votos válidos el ballottage del 28 de octubre. Poco antes de asumir la presidencia había alcanzado el 67% de popularidad. Traducción: perdió 35 puntos de popularidad en pocos meses.
“El pueblo percibió enseguida que fue engañado, el desempleo aumentó, los programas sociales fueron vaciados y quieren acabar con la jubilación”, escribió Lula.
Carteles con la consigna “Lula Libre” fueron levantados este fin de semana en algunos países europeos, donde la defensa del ex gobernante se superpuso a las críticas contra el actual.
En la protesta de París habló la psicóloga Marcia Tiburi: “lamento mucho que Lula esté preso (por) un proyecto internacional de poder del neoliberalismo, que implica devolver a Brasil a su condición de país colonizado”.
Tiburi, que está exiliada tras recibir amenazas de muerte de presuntos bolsonaristas, sostuvo que la llegada al poder del excapitán convirtió a Brasil en “el laboratorio” de una estrategia para diseminar la ultraderecha a nivel global “incluso aquí en Francia”.