“¡Africa es rica y no pobre!” exclamó a mediados del siglo pasado Kwame Nkrumah en la legendaria All-African Peoples’ Conference (AAPC), en los albores del panafricanismo. De esa autoconciencia del líder de la independencia de Ghana sobre la importancia de descolonizarse culturalmente y sacarse los complejos de inferioridad se nutrieron en su momento tanto Tony Allen como su colega nigeriano Fela Kuti para darle forma a una auténtica revolución sonora, política y artística: el Afro Beat: “Con Fela siempre tuvimos la confianza de que podíamos desarrollar nuestro propio estilo musical para presentarnos al mundo”. Desde París, el inglés mezclado con nigeriano de Allen tiene sus agujeros negros, pero no podía ser de otra manera: si su inglés fuera cien por ciento puro, los más de 30 discos que grabó con Africa 70’s junto a su carismático amigo seguramente hoy no existirían. Este baterista, al que figuras como Brian Eno y Damon Albarn califican como “el mejor del mundo”, se presentará hoy a las 21 en el ciclo Martes Indiegentes de Niceto Club (Niceto Vega 5510).

Sorprende y motiva saber que, desde la ciudad de Lagos, Nigeria, en la década del 60, Allen (1940) haya sido capaz de inventar, junto a Fela Kuti (1938-1997) un estilo musical propio: “Con Fela empezamos tocando jazz y highlife, pero nosotros escuchábamos todo tipo de música: por un lado, asimilamos todas las músicas de las distintas etnias africanas que nos llegaban a Lagos, pero también escuchábamos música clásica occidental, música latina, tango, funk, jazz; y así armamos lo nuestro”. Ese sonido que inventaron Kuti (multinstrumentita y cantautor nigeriano y activista de los derechos humanos) y el propio Allen es conocido hoy mundialmente como Afro Beat: discos como Open & Close (1971), Gentlemen (1973), Expensive Shit (1975), Upside Down (1976) o el célebre Zombie (1977) han influido a incontables artistas, desde Paul McCartney y Talking Heads, pasando por Brian Eno, Vampire Weekend y Damon Albarn hasta los locales Val Venetto (que estarán a cargo de la apertura de su show en Niceto) o los Morbo & Mambo, ambos dignos exponentes de la influencia del género en la escena local.

Allen tiene preparado un show en el que le rinde tributo al genial baterista Art Blakey, una de las más grandes inspiraciones de este autodidacta, que supo tocar antes de su encuentro con Fela en los Nigeria Messengers. Blakey, al frente de The Jazz Messengers, fue uno de los primeros bateristas afroamericanos en viajar a Africa a mediados de los 50 para nutrirse de sus ritmos tradicionales. “Nunca quise copiar ni imitar a nadie: sabía que no quería ni podía competir con bateristas como Blakey, que ya era una súper estrella”, confiesa Allen. “Me fascinaba que en cada disco suyo cambiaba y hacía cosas nuevas. Noso- tros solo pudimos verlos en vivo mucho tiempo después, así que solo podía escucharlos e investigar cualquier artículo periodístico que hablara sobre él o sobre Max Roach: una vez leí un artículo en el que hablaba sobre como usaba el hi hat y empecé a estudiar para aprender a tocarlo, porque por entonces ningún baterista africano lo usaba. Un buen baterista puede tocar diferentes cosas con cada uno de sus miembros: lo mío viene de la música Juju del pueblo Yoruba, pero también de otras partes de Nigeria y Africa”.

Músico autodidacta, después de mucho estudiar y practicar, Allen logró componer sus propios ritmos: dentro de la banda de Kuti (que escribía arreglos para todos los músicos), él era el único que componía sus partes, desarrollando un estilo inconfundible polirrítmico y súper bailable, que llevó al propio Fela a afirmar que “sin Tony Allen no habría Afro Beat”. Desde una mirada occidental, las similitudes entre el estilo de los primeros discos de Allen con Fela Kuti Africa 70’s con el que desarrolló por James Brown en la época de Funk Power parecería indicar que el padrino del soul –que, de hecho, visitó Nigeria en 1970– fue una influencia clave en ese proceso, pero al parecer fue al revés, algo que el mismo James Brown confesó en su autobiografía. “Nosotros ya teníamos estudiado a James Brown antes de que viniera a Lagos y ya lo habíamos asimilado, pero nadie pudo ir a verlo cuando tocó, porque sólo tocó para los ricos en un hotel cinco estrellas. Lo que sí sucedió fue que, después de los shows, todas las noches venían a vernos a nuestro club. Bootsy Collins escribía nuestros arreglos rítmicos y la verdad es que no nos molestó, más bien nos sentimos halagados.”

Fue justamente en Estados Unidos, en una primera accidentada gira durante 1969, en donde Kuti descubrió al movimiento Black Power y el Partido de las Panteras Negras, lo que lo llevó a rebautizar a su banda como Nigeria 70: el discurso de Fela, un auténtico agitador cultural, no pasó inadvertido y la oficina de inmigración pronto inició los trámites de deportación, por lo que tuvieron que retornar a Africa. Sin embargo, el impacto mundial de The Africa 70’s ya estaba garantizado. La larga amistad de Allen con Kuti duró 26 años, y se plasmó en 30 álbumes y múltiples aventuras, como cuando en 1974 la policía intentó involucrarlo en un asunto de drogas plantándole marihuana en las ropas y encarcelándolo: cuando le hicieron el análisis fecal, logró darle a la policía las heces de otro detenido que no había consumido drogas y salir de prisión, hecho que Fela supo contar en el tema “Expensive Shit” (mierda carísima). La frustración por falta de crédito hacia Allen como compositor (y sus consecuencias pecuniarias) derivaron finalmente en su partida en 1979, junto a varios miembros del grupo: “Había muchísimos parásitos alrededor en las giras: viajábamos con 71 personas y con suerte había 30 que hacían algo”. Cuando se le pregunta a Allen si Jealousy (su primer disco solista de 1975, apadrinado por un Kuti que se resistía a dejarlo ir, pero también a reconocerle el crédito que merecía) era de algún modo una manera de aceptar sus celos por su falta de reconocimiento, Allen se muestra muy sorprendido: “La verdad es que nunca lo pensé así, siempre traté de que mi música no estuviera marcada por cuestiones tan personales, pero quizá de manera inconsciente hubiera algo de eso. A mí siempre me gustaron las parábolas, tratar de no ser tan literal”. Sus discos solistas dan cuenta del vigor creativo de Allen, así como de su intención de seguir experimentando, como el caso de Black Voices, del 2010, con sus coqueteos con la música funk electrónica. 

Pero no hay dudas de que su encuentro con el ex Blur Damon Albarn fue otro de los hitos de la rica trayectoria del baterista, además de haberle acercado al público de las nuevas generaciones: “Damon es genial, es de los mejores compositores que haya conocido. Siempre tiene muchas ideas, y yo soy una persona a la que no le gusta quedarse con lo que ya hizo, siempre quiero ir más allá”. Allen cuenta que en abril pasado estuvo de visita en su amada Lagos (ciudad a la que le rindió homenaje con su excelente Lagos No Shaking, de 2006, un regreso a sus raíces musicales), y que aunque siempre mantuvo contacto con su tierra natal se siente cómodo en París, donde vive hace ya más de dos décadas. “Africa sigue alimentando al mundo, coincido con lo que decía Nkrumah de que sigue siendo un continente rico, pero el sistema político está armado para robar. Siempre el dinero se lo quedan los presidentes y los políticos, o termina saliendo del país. Es exasperante. Y por esa razón no soy político”, dice. Desde París, ciudad cosmopolita si las hay, Allen sabe que ha hecho bailar a medio planeta, y todavía tiene mucho ritmo que ofrecer y ganas de seguir aprendiendo. “París es una ciudad especial y Francia es un país de gente muy curiosa, así que estoy cómodo viviendo ahí. El público siempre es bueno, los franceses son buenos oyentes. Y puedo ir a escuchar la música que quiera cualquier día de la semana: música brasilera, música clásica, africana. O tango.”