Las noticias que llegan desde el extremo norte del planeta, más precisamente desde la pequeña y siempre fría Islandia, hasta un lugar mucho más al sur, en la aún soleada y siempre caótica Argentina, a menudo son esquivas e improbables. O, al menos, cubiertas de ese extrañamiento mutuo que habilita la distancia entre dos límites del mundo. Se sabe que Islandia es una isla donde los jugadores de la selección de fútbol son científicos y directores de cine, donde se frena la construcción de una carretera porque interferiría en los roqueríos donde habitan los elfos locales, ¡donde nació Björk!, donde no existe ejército nacional, donde los colapsos económicos se solucionan dejando quebrar a los bancos responsables o donde un dibujante de cómics online puede llegar a convertirse en una especie de celebridad televisiva a quien se le piden autógrafos en la calle. 

“Pero bueno, una celebridad muy pequeña, en un país muy, muy pequeño, donde el 70% de habitantes son turistas”, se ríe Hugleikur Dagsson, contestando del otro lado del teléfono y del mundo. A pesar de su negro sentido del humor, el dibujante habla pausadamente y con una cordialidad inesperada desde su taller de trabajo durante una primavera local de lo más común: fría, ventosa y lluviosa. Nacido en Reykjavik, la ciudad más poblada de Islandia con apenas 120 mil habitantes, Dagsson lleva más de una década subiendo insistentemente un torrente de dibujos minimalistas y brutales, a veces infantiles y a veces incisivos, pero la mayoría del tiempo oscuros y ofensivos, a sus redes de internet. En medio de todo eso, empezaron para él los libros editados –primero en Islandia y luego en varios idiomas–, los shows de stand up que lo han hecho recorrer Europa e incluso China, y las series de televisión. Pero, sobretodo, una popularidad online que hace a sus dibujos recorrer el mundo con la velocidad de las redes sociales, aunque se trate de pequeños punch-lines desconcertantes y totalmente gratuitos sobre canibalismo, asesinato, violencia generalizada y una visión crítica sobre los engranajes del mundo, que se horroriza por la actualidad y sus noticias pero que intenta hacer del humor y el absurdo su arma para procesarla. 

“Me he dado cuenta que mientras más lejos de la línea del ecuador, más funcionan mis dibujos. Me da mucha curiosidad saber cómo funcionará este libro en Latinoamérica y espero que esta sea mi excusa para poder visitarla por fin. Venimos de mundos muy diferentes y siempre me he preguntado cómo iban a recibir este tipo de humor allá. Nosotros somos nórdicos, y bueno, tenemos la sangre muy fría”, confiesa el artista que se empina ya en los 41 años –pero que conserva aún la semblanza de eterno adolescente nerd– cuyo nuevo libro Con ustedes: Dagsson lo presenta apropiadamente: “El humor islandés, tan negro como sus inviernos”. Ahora, este humor a veces ácido, contemplativo y temerario, y a veces solamente absurdo e infantil, por fin se puede leer en castellano vía la editorial Anagrama. Digamos todo: aunque sufre una traducción no del todo amorosa que no le hace justicia en todo su recorrido, el tomo que lleva apenas un par de meses en librerías se esmera en compilar algunos de sus mejores chistes, como parte de la colección Contraseñas Ilustradas, que ya ha traído a las librerías locales algunas rarezas como un libro retrospectivo de Glen Baxter o los consejos ilustrados en el Make Trouble (Cómo liarla) de John Waters.

DE CERCA TODO ES HORRIBLE

–¿Quisiera un poco de té? 

– No

“Anarquía en el Reino Unido”

Así de corto, burlón y algo canchero es el pequeño chiste –actualmente devenido en una serie de remeras e incluso tatuajes– que a mediados de la primera década del siglo empezó a popularizar definitivamente a Dagsson en las redes sociales fuera de Europa. “Aunque nunca sé bien por qué lo consideran mi ‘hit’. Humildemente no creo que ese sea mi trabajo más divertido, igual verlo todo el tiempo online me hace gracia”, explica Dagsson, que acaba de subir a su instagram una tira sobre una abuelita enseñando a su nieto a hacer el nudo correcto para suicidarse. 

Quizás, ese chiste fundacional pueda ilustrar su consigna autoral sobre priorizar la idea y la inventiva por sobre el dibujo complejo y el realismo: todas sus tiras son pequeños personajitos “de palito”, estirando el minimalismo al extremo, y poniendo el dibujo más simple al servicio de la comedia de situaciones más desagradable,  como por ejemplo un par de padres que confiesan preferir divorciarse para así ver a su hijo sólo fin de semana por medio, o una pareja que cocina a sus hijos para la cena. “O sea, imaginate a un chico cagando en la cabeza de su abuelita: juro que se ve casi tierno en dibujitos de línea como los que hago, pero si lo hacés de una forma realista se transforma en algo realmente enfermo”, se ríe el islandés. Claro, hay caca en cabezas de abuelitas y fetos muertos en cabezas de mujeres –algunos de sus chistes más compartidos en internet– pero no se detiene ahí: también está el Papa saliendo ante a sus fieles para hacer su primera declaración: “¡Sólo quiero coger!”, una reunión de empresarios que brindan mirando la ciudad arder, o un posible anuncio de armas a control remoto en la televisión americana: “¿Por qué levantarte de tu asiento cada vez que quieras asesinar a alguien?”.

Aunque Dagsson tuvo una educación formal universitaria, se graduó en la Academia de Artes de Islandia y experimentó con la complejidad de la pintura y otras técnicas afines, pronto se dio cuenta que lo suyo era más bien contar chistes, inventar one liners, plasmar ideas terribles sobre posibles asesinos seriales, o sus primeras impresiones después de ver una noticia horrible en televisión que lo dejaba sin aliento. Decidió que para el sentido del humor que realmente lo movilizaba no hacía falta mucho más que los dibujos que hacía cuando era niño y jugaba con sus primos y vecinos a inventar historia soeces y luego llevarlas al papel: “Gente comiendo caca, ese tipo de cosas”, dice él, sin inmutarse. 

Recuerda que antes de una exhibición informal en su escuela de artes, se dio cuenta que jamás iba a terminar a tiempo para la inauguración de su serie experimental de preciosas acuarelas gore de tiburones comiéndose a humanos en el mar, entonces agarró un papel y un marcador y decidió cambiar completamente de lenguaje. En pocas horas, ya tenía una buena colección de tiras minimalistas con chistes crueles o frases absurdas sin remate, y ese humor extraño tuvo tanto éxito entre sus compañeros que lo siguió explorando hasta consolidar el estilo infantil como su estilo definitivo. 

“Me encanta hacer el mismo tipo de dibujo que todos hacemos cuando niños. Cuando crecí y estudié, obviamente empecé a hacer cosas más realistas pero en 2001 hice un primer experimento con este estilo en una exhibición en la escuela de arte en la que estudiaba y me di cuenta que a todos les hacía mucha gracia. En realidad, me di cuenta que para hablar sobre cosas horribles como abuso, o asesinato, o política de una manera crítica, era más divertido hacerlo con un estilo simple porque creaba cierta distancia entre los personajes y el espectador. La situación se vuelve más relevante que cualquier pretensión de dibujo. Y además, obviamente es casi encantador y adorable a primera vista, pero luego te acercas y miras a esos personajes tan tiernos hacer cosas tan horribles y te genera algo muy extraño y muy divertido. Quiero que si hacés un paneo por mis tiras sea algo así como: divertido, divertido, divertido, HORRIBLE”, explica. 

ESOS MIEDOS SECRETOS

Antes de las ediciones extranjeras que lo acercaron a un público más extenso, Dagsson ya había autoeditado 4 libros en Islandia con un humor muy local que se convirtieron en un éxito (después se convirtieron en 8 libros y en una obra de teatro). Sus títulos prácticamente resumen la temática de sus chistes: Amanos, Mátanos, Cógenos y Sálvanos. 

En ese caso, a principios de los dos mil, la autoedición para él no significaba la elegancia de la fanzinería de feria a la que en Argentina estamos habituados, sino una serie de libros abrochados a mano y unidos con un lomo pegado con cinta de embalaje de la forma más artesanal, que se regaló a sí mismo para una navidad: “Como ni siquiera manejaba, tuve que ir caminando de la fotocopiadora a mi casa con todas las cajas, y también compré una abrochadora gigante. Fue lindo que después alguien lo editara por mí”, recuerda el islandés, que igual como los jugadores de su selección de fútbol es tan multifacético como desconcertante: crítico de cine y personalidad radial, guionista de teatro, comediante de stand up con gran éxito en los países nórdicos, creador de una serie animada que se transmite por televisión nacional en Islandia, pseudo estrella pop de una boyband extraña donde “todos usan gafas, se visten de blanco y hacen coreografías”, y dibujante part time de estas pequeñas tiras entre tiernas y brutales en un país donde no solo no hay industria de cómic, sino que una escena tan pequeñita como su geografía. 

“Me hace mucha gracia esa impresión que tuvieron sobre los futbolistas de nuestra selección, pero es verdad. Casi todos nosotros, artistas y atletas, tenemos otros trabajos porque siendo un país tan pequeño es muy difícil vivir de cualquier cosa. De hecho, uno de los comediantes con los que crecí y me inspiraron terminó siendo alcalde de la ciudad. No importa cuántos libros venda aquí, o si me reconocen en la calle, como a veces sucede, acá no podré vivir. ¡No hay suficiente gente! Creo que todos hacemos diferentes cosas aparte de nuestros laburos. Si vivís en Islandia y tu trabajo solo tiene impacto aquí, podés ser una estrella de pop pero también tener un carrito de panchos”, asegura Dagsson. 

El paso lógico para él, entonces, era intentar salir de la isla sin mudarse, por eso, después de que algunos de sus libros-fanzine fueran editados por editoriales locales en Islandia, fueron compilados y traducidos al inglés por la editorial Penguin y se convirtieron en ¿Deberías reirte de esto? (2006), ¿Se supone que esto sea gracioso? (2007) y ¿Es esto algún tipo de broma? (2008). Con la misma curiosidad con la que percibimos los países nórdicos en el extremo sur del mundo, las editoriales como Penguin empezaron a jactarse de tener a este dibujante sombrío que decía venir de un país donde el trago más popular se llama “muerte negra” pero decidía dibujar muñequitos de palitos, o donde la literatura tradicional se caracteriza por ser capaz de describir un asesinato con todo detalle para luego terminarlo con un chiste sin la menor impostura, transformando sus libros en una especie de hito bizarro y de culto, odiado y amado por los lectores. 

“La verdad es que sé que hay gente que odia estos chistes pero nunca he tenido problemas reales. Una vez, en Irlanda salió un artículo en el diario que llamaba a prohibir mis dibujos y se referían a mí como un enfermo, pero eso solo ayudó con las ventas del libro ahí. Así que no, creo que nunca he tenido problemas reales” dice Dagsson. Lo cierto es que causa entre gracia y espanto ver a esos personajes infantiles con caritas sonrientes, bracitos, piernitas y cuerpos hechos de la línea más despojada, como si hubiesen sido dibujados por un nene del jardín, pero haciendo cosas horribles e inesperadas, lanzando una consigna seria y realista o simplemente representando un hecho histórico verídico. “Pero no se trata solo de mal gusto, creo que trato de colar una verdad más profunda en cada uno de mis chistes. Por ejemplo, hay uno de un tipo que dice ‘¡Mierda, que borrachera!’ después de matar a toda su familia. Ya se que no lo encontrarán gracioso, pero creo que es un miedo secreto que cualquiera que haya tenido un blackout con alcohol se llega a imaginar. Digo ¿quées lo más terrible que uno podría llegar a hacer? Incluso las cosas consideradas más horribles, de peor gusto, todos hemos pensando en ellas alguna vez”.

LA COMPLEJIDAD DEL MUNDO

En el 2009, cuando explotaron las manifestaciones frente al Parlamento de Islandia como respuesta a la crisis económica, Dagsson estaba de viaje en España: “¡No podía creer que me estaba perdiendo todo eso!”, dijo en ese momento, cuando un puñado de sitios de internet no dejaban de preguntarle sus impresiones, curiosos por su nacionalidad, pero también por su tipo de humor y cómo respondería a la actualidad local. “Creo que aunque tenemos razones para quejarnos, por el otro lado somos afortunados, aquí la policía no mata manifestantes. Podemos sufrir económicamente pero las garantías sociales hacen que no tengamos que convertirnos en sin techo. En otros lugares, la gente simplemente se muere”, dijo Dagsson, que pronto hizo una serie llamada “protestas islandesas” devenida luego en “protestas” a secas, donde observaba, con un escepticismo burlón, las preocupaciones de los países del primer mundo, aun cuando devinieron en grandes y pobladas manifestaciones sociales lideradas por sus pares. Eran tres viñetas. La primera, “Guerra”, donde se veían cuatro personas. La segunda, “Medio Ambiente”, con nueve personas. Y, finalmente, una titulada “Pérdida de dinero” con un mar de gente (todos hechos de palitos). 

“Solo quería bromear un poco sobre el hecho de que cuando la gente sale realmente a protestar a la calle en Islandia, es sólo por el dinero” explicó Dagsson. “Para mí, Islandia es como un pez de pecera: no tenemos memoria. Creo que la revolución –y tengo algunos amigos que me matarían si me escucharan decir esto– fue una revolución inútil. Fue algo bonito, y si, fue un ejemplo. Un gran movimiento para echar a los partidos del gobierno que nos llevaron a aquella situación. Pero en menos de cinco años los volvimos a votar y nos vuelven a gobernar. Nos merecemos todo lo que nos pueda pasar”, dijo un Dagsson pesimista, como confirmando que quizás para él la verdadera oscuridad no se encuentre en esos chistes obscenos que imagina, sino en la normalidad del horror cotidiano que vemos en las noticias. 

Dagsson confiesa que sus tiras son una forma genuina de entender y darle sentido a un mundo que no siempre le es fácil de comprender. Que esos mismos chistes infantiles con los que disfrutaba de niño, él, un chico fanático de la revista Mad pero demasiado sensible para soportar la vida, aún hoy son su mejor arma para suavizar la crueldad del mundo, el horror de los noticiarios o la realidad cada vez más hostil que siente que lo rodea. “Cuando se trata de cultura popular, mi mayor influencia son Monty Python y especialmente el dibujante norteamericano Gary Larson, que cambió mi forma de pensar sobre el humor gráfico. Pero realmente creo que las noticias y la humanidad en general es una fuente infinita de inspiración. Mis dibujos son básicamente sobre lo peor de la naturaleza humana, veo noticias horribles todos los días y pienso que si dibujase, si no hiciera chistes, estaría realmente muy enojado con la vida”, se impacienta el islandés. “Lo que pasa es que las noticias más leídas son este tipo de historias de una hámster con botas de esquí. Las guerras ya no son noticia porque son lo más normal del mundo, la corrupción está en todas partes, a nadie le importa. Lo peor es que todas las noticias terribles que hay en el mundo se han convertido en un aburrimiento. La gente dice: ‘¿Un genocidio? Oh, es la quinta vez esta semana que escucho hablar de ello. ¡Me aburro!’”. 

No por nada, Dagsson se ha convertido en uno de los favoritos del director norteamericano Judd Apatow, que se ha declarado su seguidor y escribió una ingeniosa recomendación incluida en la contratapa del libro: “Dagsson es el islandés más divertido que he leído jamás”. Incluso, recientemente sus fans acusan al todopoderoso inglés Ricky Gervais de robarle un chiste que se emitió en su nueva serie de Netflix. Pero quizás, lo que lo diferencia de ellos, y lo despega de su propio humor más pavote e infantil, y de la simple guarangada, sea su genuino interés por observar la actualidad del mundo, sus horrores y sus complejidades. Algunos de sus chistes más populares y compartidos a través de las redes, no han sido sobre situaciones imaginarias marginales y de mal gusto, sino por ejemplo, sobre las protestas en Turquía o las mismas manifestaciones en Islandia. Estos no están compilados en el libro, pero si, su serie sobre el ascenso de Trump o sobre el verdadero Papá Noel que él imagina: un tipo pervertido, suicida y cruel. Sus intereses van desde los medios de comunicación a las potencias económicas, de las relaciones sentimentales a la depresión y la hostilidad del mundo, y por supuesto, simplemente una gran y compleja selección de “chistes de pito” para burlarse de lo absurdo de la sociedad occidental, los mismos que podría hacer un nene de primaria con sus amigos, pero tomados casi con solemnidad adulta. 

“Para mí, la comedia es una forma integral de vivir. Creo que ayuda realmente a las personas. Yo, por ejemplo, soy demasiado sensible y cuando me doy cuenta de las cosas malas y horribles de la vida, me siento menos solo si logro hacer una pequeña comedia sobre eso. Siento que con el humor le levanto el dedo del medio al horror generalizado. En vez de escribir un estado de facebook con mi enojo, dibujo algo. Y cuando funciona, siento que es una manera colectiva de darle pelea a las cosas horribles de la vida”.