Salir del manicomio y dejar registro audiovisual del doloroso proceso que va del encierro al retorno a la vida en comunidad. Esa es la premisa de “Los fuegos internos”, un documental escrito, actuado y filmado por usuarios de un servicio de salud mental listo para estrenarse en el circuito comercial. La película narra el proceso de externación de tres pacientes del hospital neuropsiquiátrico “Alejandro Korn”, de Melchor Romero, quienes junto a un colectivo de profesionales de la salud, artistas, técnicos del ámbito teatral y audiovisual y otros pacientes internados y externados, guionaron y protagonizaron el film.

El documental reconstruye la historia de tres hombres –Miguel, Daniel y Germán– que se conocen estando internados en el neuropsiquiátrico. Allí forjan una amistad que los sostiene en sus procesos de recuperación y de salida del hospicio, y muestra su cotidianeidad, las convivencias, las maneras de sobrellevar el malestar y el surgimiento de los fuegos internos que alimentaron sus externaciones.

El espacio que funcionó como disparador de la idea fue el “El Cisne del Arte”, un dispositivo cultural que funciona en el Centro Comunitario de Salud Mental “Casa de Pre Alta” –una vivienda ubicada en pleno centro de la ciudad de La Plata–, en la que usuarios de los servicios del “Alejandro Korn” ensayan los primeros pasos en el camino de la externación de la institución y los prepara para la vida en comunidad.

Los personajes son interpretados por las personas que vivieron la historia. Las imágenes, los testimonios, las entrevistas y escenas ficcionalizadas son el cuerpo de este documental en el que los protagonistas emplean los recursos del lenguaje audiovisual para elaborar sus experiencias de vida.

Apelando a la creación colectiva como metodología de trabajo, “Los fuegos internos” cuenta con la  dirección y post producción de Ana Santilli Lago, Laura Lugano, Malena Battista y Ayelen Martínez, y es protagonizada por Daniel Degol, Jorge Deodato y Miguel Godoy, los usuarios del servicio de salud mental cuyos rostros o voz aparecen en la película luego de que firmaran consentimientos y derechos de imagen. Las autoridades del hospital, por su parte, otorgaron los permisos de filmación con la condición de no filmar los rostros de las personas internadas más allá de la voluntad expresada de querer participar como “extras”.

El documental abarca el tiempo de la internación, de la externación y los logros de la reinserción en la comunidad, con los protagonistas desarrollando sus vidas de manera autónoma, con proyectos y realizaciones, en los que la Casa de Pre-Alta funciona como referencia y lugar de encuentro creativo.

Según Laura Lago, quien es coordinadora de “El Cisne del Arte” y  productora de la película, “en las primeras reuniones uno de los usuarios quería explicarnos lo que a él le había sucedido, qué cosa no había muerto en él durante su internación y dijo eso: que hay un fuego que no se había apagado del todo y desde allí fue dando unos pasos. Después con mucho humor expresaron que la película se trataba de eso, de tres fuegos internos y entonces propusimos la frase un poco metafórica como título”. 

Sus vidas en el manicomio son presentadas a través de flashbacks y un registro  crudo de las rutinas alienantes de las internaciones prolongadas. Se muestran evitando la mirada escabrosa pero sin dejar de ser espejo crítico de la compleja realidad de la vulneración de derechos en los espacios de institucionalización.

“No fue simplemente hacer una película: también fue aprender a convivir con la diferencia y a tratar de resarcir la desigualdad que se nos impone. Fue abrir un camino, o varios, para seguir explorando no solo el mundo de la salud mental o el mundo audiovisual, sino la manera en que las personas nos encontramos y relacionamos”, destacó Malena Battista.

Con esa idea coincidió Laura Lugano: “son muchas las huellas que va dejando el documental, y una de ellas es el ejercicio constante de desnaturalizar las ideas y las posturas que sostenemos en relación a distintos temas y poder transformarnos en ese proceso”.

“El documental habla de ese lugar subjetivo que abre posibilidades, que es a la vez decisión y potencialidad, que lanza al sujeto a la acción en nombre propio. Porque no se trata sólo de sobrellevar la estadía en un hospicio sino de estar atentos al ‘clic’ personal donde se produce la resolución de irse. Recién allí comienza el verdadero proceso de externación, la chispa que enciende la llama, lo que convierte una fuga estéril del manicomio en una salida posible”, dijo Ana Santilli Lago.

“Poder presentar este material es ir y volver a trazar puentes de un punto a otro de las realidades múltiples que somos. Y hacer que se enciendan en un mismo lenguaje compartido”, resumió Ayelén Martínez, otra de las realizadoras.

“La película recorre diferentes estados emocionales, desde los momentos más tensos de locura y delirio a los momentos más laxos de alegría y serenidad; desde la vida arrasada y miserable en la institución manicomial hasta la dignidad recuperada. Un arco dramático que culmina con los sujetos empoderados. Miguel, Daniel y Germán trascienden los encierros y transmiten el valor de alimentar ‘los fuegos internos’, una metáfora con la que todos podemos identificarnos”, describió Laura Lago.

Jorge, usuario del hospital y actor en el film, enmarcó su participación “en un proceso saturado de información tanto para nosotros como para quienes fueron aportantes. Simbólicamente se transformó en la experiencia de poder recordar que el hospital no tiene recovecos con claridad como los tiene el más allá de las paredes, y a ser fuerte cuando todo pareciera que va hacia un abismo”.

“La película presenta una situación de estigma que tenemos los locos, que mayormente nos creen así, pero en realidad se muestra que enciende ese fuego interno que tenemos, esa voz que nos contiene constantemente esforzándonos para convivir con las personas supuestamente normales y ver la forma de explicar que somos parte de la sociedad”, definió Miguel Angel, otro usuario del hospital tras ver la película en una exhibición privada. 

“La idea es que dejemos un mensaje a la sociedad, que conozcan lo que vivimos, lo que es un manicomio, un neuropsiquiátrico, las experiencias y saber que la fuerza de voluntad y los fuegos internos de uno son importantes como para darle bolilla”, había dicho durante las reuniones de producción Daniel Degol, uno de los protagonistas de la historia, quien falleció el año pasado. A su memoria está dedicado el documental.