PáginaI12 en España

Desde Madrid

El primer debate presidencial en la televisión pública española ha dejado algunos indicios considerables a menos de una semana de los comicios, y cuando existe un 40 por ciento de indecisos. En un marco de show, aunque rigurosamente neutral, el presidente del Gobierno y candidato del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, el líder del Partido Popular (PP), Pablo Casado, el presidente de Ciudadanos (Cs), Albert Rivera, y Pablo Iglesias, secretario General de Unidas Podemos (UP), debatieron durante una hora cuarenta sobre medidas económicas, regeneración democrática, política territorial, y pactos postelectorales.

 Una de las primeras conclusiones que arrojó el debate fue la división palpable en bloques ideológicos que expresa la política ibérica. Por un lado, las fuerzas de derecha, el PP y Cs, y por el otro, las progresistas, UP y el PSOE. La división se observó desde el primer minuto cuando Casado y Rivera buscaron acorralar al mandatario socialista por haber gobernando estos diez meses con el apoyo de los independentistas catalanes. Una alianza que, en su visión de la política vernácula, acabará rompiendo España. “¿Va a indultar a los presos, señor Sánchez?, preguntó el líder popular en relación a los dirigentes independentistas que están siendo juzgados por el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. “Pedro Sánchez lleva la palabra indulto en la frente”, afirmó Rivera.

Las respuestas de Sánchez fueron elusivas. En ocasiones, dejando en evidencia el cuidadoso armado de su guión electoral, lo que se tradujo en cierta desconexión del plató donde se celebraba el debate. Cuando sus rivales volvieron una y otra vez sobre la misma pregunta, el presidente del Gobierno afirmó que no podía manifestarse sobre una causa que aún no ha sido juzgada. En la mayoría de sus intervenciones, Sánchez se refirió a Casado y Rivera como “las derechas”, y buscó aglutinar a los dos dirigentes opositores junto con Santiago Abascal, presidente del ultraderechista Vox, quien podría apoyar una coalición de gobierno con el PP y Cs.

Pablo Iglesias abrió su participación con un discurso moderado, en el que apeló a la Constitución nacional, y exigió a sus oponentes dejar de lado los agravios. Para diferenciarse de ellos, exigió que se hablara de propuestas, y desglosó parte de las suyas. Con un ejemplar de la Carta Magna en una mano leyó uno de sus artículos sobre la obligación de implementar un sistema tributario justo, para luego proponer una disminución del IVA a los productos de primera necesidad, y un impuesto a la banca.

A partir de allí, los candidatos intentaron debatir sobre la creación de trabajo, y cómo superar la precariedad laboral que ubica a España a la cabeza del desempleo en la Unión Europea. Cada candidato ofreció sus propias cifras y su propio ángulo informativo, sobre todo Sánchez y Casado, que representan la experiencia de gobierno. Para romper esa disputa, Rivera apeló a su discurso más vacuo, y pidió dejar atrás otra “década perdida entre los rojos y azules”, y crear empleo de calidad. Una propuesta de difícil concreción si piensa gobernar junto al PP, que inundó el país de contrataciones temporales con su reforma laboral. 

Esa intervención fue una muestra de la dinámica que se produjo a lo largo del debate con el líder de Cs. Rivera arrebató la iniciativa a Casado, y más de una vez acorraló a Sánchez, aunque fuera apelando a golpes bajos como colocar sobre su atril un portarretrato con una imagen del mandatario socialista y del Presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante el encuentro en Pedralbés con el que PSOE buscó abrir un diálogo con los independentistas catalanes.

Según varios portales y periódicos españoles, Rivera fue uno de los ganadores del debate. De lograr algún impacto en el electorado, podría convencer a algún indeciso, pescar algún elector volátil del PSOE que prefiera los golpes de efecto a la discusión política, o continuar horadando la feligresía popular. En efecto, el debate era una de las pocas chances de Casado para frenar el derrumbe de votos que marcan las encuestas en comparación con los comicios de 2016. Este primer tiro no pasó ni cerca del blanco. 

El comienzo de Sánchez fue algo accidentado, con un furcio (“100 meses de Gobierno” en vez de 10), y eludiendo respuestas. Recuperó confianza al cruzar a Rivera y Casado por su ausencia de políticas feministas. Después de reivindicar haber impulsado el Pacto de Estado contra la violencia de género y el decreto que amplió el permiso de paternidad de los padres, interpeló directamente a Casado: “Me gustaría que le dijera a sus candidatas, que cuando una mujer dice no, es no, y que cuando una mujer no dice sí, es no, porque cuando se sienten coaccionadas, hay ocasiones en las que no pueden decir que no”. La explicación del socialista venía a cuento de lo dicho por la candidata popular en Cataluña, Cayetana Álvarez de Toledo, que se había mofado de la necesidad de decir no ante la posibilidad de una relación sexual. Después de marcarle el punto a Casado, Sánchez se giró hacia el presidente de Cs, y le dijo: “Y a usted, señor Rivera, el vientre de una mujer no se alquila”. Una referencia a la política mercantil de la gestación subrogada que expresa Cs.

La respuesta de Sánchez fue una de las pocas suyas que pareció espontánea, aunque no había duda de que estaba guionado. Lo cierto es que el candidato socialista no respondió a una de las preguntas clave, y que aportó otra de las conclusiones relevantes de este primer debate. Llamándole por su nombre, el secretario General de Podemos le preguntó al mandatario si después del 28 de abril pactaría con Cs, tal como desea el establishment español, o si apostará por un gobierno de coalición con Unidas Podemos. 

Sánchez no solo evitó responder, sino que minutos más tarde se trenzó en un cruce de reproches con Rivera, por haber dicho que su partido no pactará con el PSOE. “Yo pacté con usted, y ahora le pone un cordón sanitario al PSOE. ¡Qué decepción!”, dijo el socialista como si fuera un novio despechado. Por toda respuesta, Rivera fue claro. “Hay que formar un gobierno constitucional, y mandar a Sánchez, los independentistas y a Podemos a la oposición”. Su propuesta, un gobierno liderado por ellos o por el PP, según lo decida la gente.

Ante la negativa reiterada de Sánchez para aclarar su posición, Pablo Iglesias pidió a los votantes de izquierda que “tomen nota” del silencio “elocuente” del socialista, y pidió su voto para formar un gobierno progresista. 

Los indicios que deja el presidente del Gobierno no son menores se si considera la historia reciente de España. Después de las elecciones de diciembre de 2015, las llamadas “cloacas del Estado” realizaron diversas operaciones para ensuciar a Podemos, e impedir un gobierno de coalición entre el PSOE y la fuerza que dirige Iglesias. En oposición, la apuesta del establishment fue forzar una alianza de PSOE y Cs, que si no hubiese sido por la abstención de Podemos, seguramente estaría gobernando España en estos días. Si aun existen dudas sobre las posibilidades de que esta puja se repita después del 28 de abril, los cuatro candidatos tendrán una nueva oportunidad de aclararlas hoy durante el segundo y último debate televisivo.