Dentro de la cultura en la que vivimos existe una norma –cada vez más cuestionada pero con fuerte consenso social– que asigna, según los genitales externos, un destino a cada cuerpo en el momento mismo de su nacimiento: sos  varón o sos mujer; se empieza a ser con una serie de expectativas, imaginarios, deseos prefijados  que se montan sobre determinada biología para ordenar el mundo y las existencias de manera binaria. Eso, el sexo –se sostiene mayoritariamente–, es la naturaleza, lo que (casi) no se cuestiona. El género es cultura, justamente el opuesto binario de la naturaleza.  Pero ¿qué pasa cuando un cuerpo no resulta prístino a la hora de asignarle un sexo?

Los cuerpos intersex desordenan estos binarismos que se sostienen bajo una supuesta verdad revelada. Los cuerpos intersex desafían a todos los cuerpos y ese punto de fuga del orden hegemónico es lo que el poder médico va a disciplinar, lo antes posible, para que todos sean lo normal. 

Así la medicina occidental, como poder hegemónico y de control, establece medidas y características específicas para los genitales amparándose en el discurso científico –un clítoris de más de cuatro centímetros se escapa de la norma– y determina qué cuerpos son sanos y cuáles no, no tolera la disidencia, ordena lo que es “normal” y lo que no lo es y luego dicta el procedimiento. Con el consentimiento de las familias, las personas intersex padecen desde sus primeros días de vida intervenciones quirúrgicas que pueden prolongarse durante años, según cada caso, acompañadas de tratamientos medicamentosos.

Médicos y médicas aseguran a madres y padres de niñes intersex que las operaciones son la única vía de salvación para que en el futuro sus hijxs puedan llevar adelante una vida “feliz” y sin sufrimientos. 

Las personas intersex cuyos cuerpos son intervenidos desde su nacimiento no tuvieron posibilidad de elección. La autora mexicana de “El libro intersexual”, que publicó recientemente bajo el seudónimo Adiós al Futuro, cuenta en carne propia los intentos de normalización que padeció: “Soy sobreviviente de ‘normalización médica’ lo que incluye procedimientos como la mutilación genital y violación reiterativa, lo que en lenguaje médico denominan ‘reducción de clítoris y dilataciones’. Esto ocurrió durante los primeros 16 años de mi vida, tenía 18 meses cuando se realizó la primera cirugía, en total fueron siete, solo la última cirugía tenía fundamento médico y es la única en la que pude dar mi consentimiento. Estos procedimientos son considerados tortura por diversos organismos internacionales, estos y muchas otras prácticas sociales que nos oprimen, discriminan y violentan”.

La intersexualidad no es una identidad de género y no determina ni la identidad ni la orientación sexual de una persona. Hay muchos cuerpos intersex, sus variaciones corporales no representan un problema para la salud, sencillamente suelen no ser aptos para la reproducción ni funcionales a la mecánica tradicional de la penetración heterosexual.  Sin embargo, para la medicina occidental se trata de una anomalía y es patologizada iniciando un proceso de “corrección” de los genitales de estas personas de modo que puedan “encajar” dentro del promedio estadístico que, según la medicina, es el único válido para desarrollarse como hombre o mujer. Mauro Cabral, activista trans intersex, historiador y director de la organización Gate (Acción Global para la Igualdad Trans) explica: “Esas cirugías ‘normalizadoras’ suelen desaparecer de la historia personal de quienes las sufrieron, dejando tras de sí cicatrices que sellan la promesa de una femineidad o una masculinidad sin fallas”. Algunas de estas prácticas son: mutilación genital, incorporación de hormonas y otros actos médicos para que los cuerpos intersex se parezcan al ideal binario justificándose en una supuesta idea de salud. Este paradigma postula a la heterosexualidad como único destino válido, es decir que los genitales deben ser capaces de reproducir la norma: “Se espera que quienes nacieron con genitales masculinos promedio crezcan para convertirse en penetradores vaginales (es decir, en hombres), y que quienes nacen con genitales femeninos promedio crezcan para convertirse en penetradas vaginales (es decir, mujeres)”, sintetiza Cabral.

Durante años la historia de la autora de El libro intersexual, parte del proyecto multimedia Adiós al futuro fue acallada. Pero llegó el momento de contar. Invitada por Justicia Intersex para presentar su obra, dialogó con Las12: “Toda la vida nos hacen cargar en silencio con esta experiencia que nos es impuesta y se nos hace sentir culpables por ser quienes somos, ahora yo le doy al mundo esta obra, para hacer visible lo invisible, para removerle las tripas y manchar sus manos con mi sangre, con nuestrx sangre”, asegura. En 2015 comenzó a documentar e investigar su experiencia y es por eso que El libro intersexual representa, sin dudas, una propuesta para conocer, celebrar y nombrar la intersexualidad que ha sido negada y ocultada. Es una puesta visual y narrativa que muestra desde el cuidado y el amor una mirada hacia el futuro que busca la eliminación de toda forma de opresión de los cuerpos. 

“La crueldad de la respuesta social”

Cuando se le pregunta por qué motivo decidió romper su silencio responde: “Porque no puedo soportar la idea de que hasta el día de hoy se siga haciendo lo mismo a niñxs y jóvenes intersex, porque me avergüenza ser parte de una sociedad tan cruel e ignorante, porque si no hacemos algo lxs que hemos sobrevivido no lo hará nadie”.

–¿En El libro Intersexual hablás de “La crueldad de la respuesta social”, qué significado tiene para vos esta frase?

–Esta es una frase de la Dra. Eva Alcántara y creo que la palabra “crueldad” describe muy bien a nuestra sociedad: si quieres ser parte del grupo tienes que pagar el precio y en realidad todxs somos normalizados para encajar en las narrativas del tiempo y el espacio en que nos toca vivir; “los niños no lloran”, “las niñas no trepan a los arboles”. El nivel de brutalidad no tiene comparación en el caso intersex, pero al final del día todxs somos violentadxs y aprendemos a “encajar” y no solo eso, aprendemos a repetir esa violencia y a vigilar que esas narrativas que nos fueron impuestas se cumplan en los otrxs.

–¿Creés que estas intervenciones que impone el discurso médico a los cuerpos intersex se relacionan con el mandato de reproducción que le es socialmente asignado como destino a la mujer?

–Al aparato médico no le interesa que nos reproduzcamos, al contrario, trata de erradicarnos, las esterilizaciones forzadas son comunes y el aborto es la recomendación cuando se sospecha que el “producto” puede tener una condición intersexual. Las cirugías que nos realizan son cosméticas y para mi tienen más que ver con el control de la población y la heteronormatividad, con mantener las apariencias y la narrativa hegemónica, por ejemplo:  un “niño” con un micropene se puede volver homosexual y una “niña” con un clítoris grande puede volverse lesbiana, cosa por demás indeseable en la sociedad cristianizada y neoliberal que domina al mundo actual. 

–¿Por qué no debemos pensar la intersexualidad como aquello que refiere a una identidad de género?

La intersexualidad no es una identidad de género, creo que es un grave error considerarla así, una persona con características corporales intersex puede tener la identidad de género y la preferencia sexual que desee, al igual que cualquier persona endosex (personas no intersex). Para mí la intersexualidad tiene más que ver con la diversidad corporal/ la diversidad funcional, en lo personal he encontrado mucha empatía y resonancia con las colectivas de personas con “discapacidad”, situación que no sucede frecuentemente dentro del LGBT+, compartimos la experiencia de la medicalización de nuestrxs cuerpxs, la sobre “protección” de nuestrxs padres y la anulación de nuestros derechos más fundamentales, entre otras situaciones.

–¿Qué le recomendarías que haga una persona que nació intersex y sufrió mutilaciones en su cuerpo?

–La mutilación de nuestrxs cuerpxs no tiene vuelta atrás, no hay cura, no tiene sentido ni explicación, es brutalidad pura, ignorancia institucionalizada disfrazada de verdad. ¿Como dejar atrás una experiencia que se incrusta en nuestra carne y que permanece cada día de nuestras vidas? Las personas endosex suelen decirnos: “supéralo ya pasó”. Y yo les pregunto ¿en serio ya pasó? Esto sigue pasando todos los días, los Estados pagan estas mutilaciones a través de sus sistemas de “salud” y las sociedades siguen subvencionando con sus impuestos, su silencio y sus estereotipos estas prácticas, aquí en Argentina y en México, y en prácticamente todo el mundo. Así que la recomendación no es para las personas intersex, la recomendación es para todos esos padres que con sus “buenas intenciones” destruyen nuestras vidas, para los médicos que ejecutan las mutilaciones en nombre de una supuesta “ética”, para los estados y las instituciones, para la sociedad en general: No mutilen nuestros cuerpos, déjenos crecer y tomar nuestras propias decisiones. A las personas intersex que han pasado por esto, solo puedo decirles que existe la posibilidad de transformar la experiencia, el autoconocimiento, el arte puede ser una vía, la meditación y la practica espiritual puede ser otra, cada unx tendrá que descubrir su propio camino. Finalmente “el perdón”, no porque nuestrxs padres, médicos o comunidades lo merezcan, sino porque nosotrxs merecemos alivio, merecemos paz y merecemos amor.

 

“Asumir que eres algo que odian es lo más valiente, así harás la revolución.” Dean Hutton, activista queer