Es fácil definir a Guro como “una erótica pero con contenido”. O como “una de ciencia ficción con sexo”. Ninguna de esas miradas sobre la novela gráfica de Diego Simone está mal. Efectivamente, es una de ciencia ficción, hay sexo (mucho y variado) y también tiene una propuesta estética y política para los tiempos que corren: en medio de tanto mambo represor de tetas al aire, en Guro hay que coger para salvar al mundo.

Acá las esporas alienígenas dominan el mundo, achatando la voluntad de los humanos, que llevan una existencia gris. La supervivencia es individual y privada: a escondidas y rezando para que las esporas no te alcancen. Y la resistencia, la liberación de las mentes, es a través del acto de rebeldía más primario, la liberación del deseo sexual. Una historia planteada como una de Cronenberg, anacrónica (aunque muchos la leen en clave distópica) y con estética de Charles Burns.

“Cuando empecé las primeras páginas era más una improvisación basada en el género japonés del ego-guro que no sabía dónde iba a terminar”, confiesa Simone. “En el medio pasa todo este asunto de la Revolución de la Alegría y la historia empezó a virar hacia ese lado como una reacción lógica a cada cosa que veía o pasaba”, cuenta el dibujante.

Entre tanto anuncio y volantazo de timón amarillo, hubo una noticia que lo sacudió y terminó de definir el libro: los memoriosos recordarán que el asesor en temas de salud de Macri era el mendocino Abel Albino, un hombre que asegura que el SIDA no se combate con preservativos sino “con conductas éticas”, entre otras delicias propias del siglo XIX. “El tipo hablaba de volver a conceptos morales antiguos, a la justificación de que si las nenas usan pollera que las violen, y empecé a ver que aparte de toda la cuestión política había una bajada de línea de moral arcaica.”

Y aunque buscó hacer de Guro una historieta “lo más universal posible” y que pudiera entenderse (y gozarse) sin ese dato, lo cierto es que el hincapié en la liberación sexual que propone para librarse de una vida gris es reacción a eso. “Que surja toda esta idea de una moral súper retrógrada en el mismo momento en que pasan cosas como los colectivos LGTB o feministas militando muy activamente, sentí que había que dar la pelea ahí”, cuenta.

“Ahora se da lo de las chicas en Necochea, pero me acuerdo que por esas fechas unos policías habían tratado de detener a una mina que amamantaba en la calle. Empezaron a activar esas cosas y siento que hay mucha gente mostrando la hilacha, que desea volver a un estado mucho más conservador, mucho menos libre.”