PáginaI12 en Francia
Desde París

Cuando se presentó ante los 300 periodistas a quienes había convocado en el palacio presidencial del Elíseo para adelantar las medidas destinadas a responder a la crisis de los chalecos amarillos, el presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró ayer que el gran debate nacional que organizó a partir del 13 de enero con el fin de desactivar la revuelta amarilla lo había “transformado”. Sin embargo, el perfil de las medidas anunciadas responden a la línea política que adoptó desde que llegó a la presidencia en 2017 y no implican ningún cambio de rumbo sino, más bien, una afirmación de lo ya hecho.

Macron aclaró que “los fundamentales de los dos primeros años deben continuar e intensificarse”. El mandatario admitió la existencia de “un profundo sentimiento de injusticia fiscal, territorial y social al que era preciso darle una respuesta”. La primera medida no consistió en hacer que los ricos pagaran más impuestos, sino bajárselos a las clases medias asfixiadas por la carga fiscal. El jefe del Estado no reveló a qué sectores concretos iba dirigido ese recorte fiscal ni tampoco de dónde saldría el presupuesto para financiar una medida cuyo costo él mismo estimó en 5.000 millones de euros. 

Macron, partidario de que la gente trabaje más “porque vivimos más tiempo”, no puso en tela de juicio la semana laboral de 35 horas, no optó por suprimir los días feriados ni tampoco cambiar la edad de 62 años como punto de partida de la jubilación. El sistema de pensiones se reformará pero evitando ampliar la edad de la jubilación, tal y como lo hicieron varios de sus predecesores. A cambio de ello se piensa en adaptar la forma en que se contabilizan las cotizaciones a las cajas de la jubilación. Como medida inmediata, Macron decidió también indexar con las inflación las jubilaciones por debajo de los 2.000 euros mensuales. 

“Macron promete que no cambiará nada”, escribe con ironía el portal de información Mediapart (opositor). Ese es globalmente el tono de los análisis de la prensa al día siguiente del lanzamiento del acto II de su presidencia. 

Si esta inervación o reajuste de su política es una consecuencia directa de la insurrección de los chalecos amarillos que, desde mediados de noviembre de 2018, tomó por sorpresa a todo el país, el presidente hizo más bien hincapié en el gran debate nacional que inventó en enero para apaciguarla y dejó fuera de sus medidas las demandas centrales de los chalecos: la organización de Referendos de Iniciativa Ciudadana (IRC) y, sobre todo, el restablecimiento del impuesto aplicado a las grandes fortunas, el ISF, cuya reforma con un corte escandalosamente favorable a las clases pudientes condujo a que Macron fuera apodado “el presidente de los ricos”. No habrá ni IRC porque,  como dijo Macron, “no creo en la República del referéndum permanente”, ni vuelta atrás con el impuesto a los ricos. 

El tema de los referendos está muy connotado en Francia desde que, en 1968, luego del la revuelta estudiantil del mayo francés, el General de Gaulle tuvo la idea de convocar a un referéndum sobre un tema menor con la estrategia de recuperar su conexión con la sociedad. Lo perdió y con ello empezó su ocaso. La compensación ideada por la presidencia en lo que toca al ISF cabe en el descenso de los impuestos en beneficio de las clases medias. Así mismo, el jefe del Estado mantuvo la vigencia, para este año, de uno de los capítulos de la “ley de urgencia económica y social” adoptada en diciembre en plena explosión de los chalecos amarillos. Este año se repetirá la prima excepcional libre de impuestos que las empresas pagarán a sus empleados. Por otra parte, el presidente se comprometió también a no cerrar ni hospitales, ni maternidades.