Paula se concentra mientras escucha las instrucciones de la boca de su padre, él es su guía en lo que ella ya comprende como un ritual de iniciación. Se acomoda los auriculares, deja la mente en blanco. Levanta el brazo firme, calibra el pulso y ajusta la visión. Es necesario, dice él, que haga algunas respiraciones profundas antes de disparar. Ella entiende que en la búsqueda de ese punto minúsculo a la distancia se cifra otro tipo de didáctica, una ilustración impregnada tanto del momento anterior, como de lo que queda inmediatamente después de la acción. Entonces dispara el gatillo. La detonación repercute en el cuerpo, el efecto de la descarga resuena hacia adentro. Ella tiene doce años y acaba de aprender cómo disparar un arma. Sin embargo hay una lección que se impone a la primera: ha aprendido el alcance de la palabra acierto. Y en esa dirección, en la que trayectoria y trascendencia se hacen indisolubles, es que Paula Maffía trazará su camino mucho más allá del polígono de tiro. 

La impecabilidad que busca Maffía no solo está dada por el encuentro con la melodía y la palabra justa, sino también con la acción que la sostiene. Poesía, música y acción: el tempo del arte que no empieza ni termina sobre el escenario aunque se nutra de ese cruce, el arte en consonancia con la propia vida implica un diálogo a doble escala: un intercambio íntimo y otro público donde la apuesta no se abraza solo a una estética sino que elige cuidadosamente desde dónde plantarse a dar batalla. Desde La Cosa Mostra, luego con Las Taradas, y ahora como solista, Maffía tocó en cuanto acto montara la campaña por la despenalización del aborto, milita junto a Músicas Unidas la ley de cupo femenino en la música ya sea subiéndose a los grandes escenarios como también tocando en shows íntimos, en espacios militantes de la diversidad, o en la calle guitarra al hombro, marchando entre la gente. Desde los quince viene construyendo una carrera musical centrada en el equilibrio entre intuición y razón y sus canciones son el resultado de esa cruza. Polvo es el segundo disco solista de Paula Maffía, grabado junto a dos de los mejores músicos que tiene hoy la escena local: la guitarrista y productora Lucy Patané y Nahuel Briones y será lanzado por el sello de Futurock, Goza Records. Polvo está impregnado de rock aunque también haya temas con base de blues, música latinoamericana y canciones más intimistas. Un disco en el que cada parte de Paula Maffía, sus creaciones anteriores, sus interpretaciones, su imaginario poético estalla en mil pedazos para conformar una singularidad poderosa, sostenida de esa voz que precede a un cuerpo cargado de erotismo sobre el escenario y sin embargo contiene, como partículas en suspensión, la polvareda del camino recorrido: “Polvo me parece una palabra que tiene una entidad de logos, como de gran coherencia del mundo, pero más popular. Más de la tierra, como de la nobleza de lo material. Lo digo en un sentido taurino, no en un sentido capitalista. O sea, todo muy lindo lo del mundo de las ideas pero ¿qué pasa si lo transformamos al mundo de lo constatable con los sentidos?”. Cuando lo asimila a lo micro, Maffía entiende que este disco habla de todos sus fracasos en esa gran institución que es el amor, del reencuentro con una misma una vez que toda esa estructura comienza a desmoronarse: “‘Corazón Licántropo’, es una especie de flecha al corazón del amor romántico. Habla de todos los anhelos que te quedan con un corazón roto, de vivir el amor como la posibilidad de poder conspirar con alguien”. 

En cuanto al trabajo con las letras, a las que le da tanta importancia como al resto de los elementos de la canción, Maffía reconoce tres tipos de procesos semejantes al trabajo de quienes escriben ficción y, siempre taxonómica, los clasifica. Está la canción susurrada que se le imprime entera, como un paradigma mientras duerme, se baña o camina por la calle; las canciones científicas, donde lo que opera es la inquietud sobre algún tópico que luego investiga guiada por mapas conceptuales; y finalmente la canción tejida, más artesanal, donde puede partir de una letra o de un riff mientras va armando una especie de contexto melódico, el humor de la canción. “Todas mis canciones son ejercicios del espíritu. Todas me expían, de alguna manera. Nunca hice nada por el mero hecho estético, porque como soy insegura, a todo le tengo que encontrar una justificación existencial para sentir que vale la pena. No siento que yo posea una estética como para ir haciendo arte con una palabra, con mi opinión como: ‘mi obra es esto: un escupitajo en un lienzo’ No manejo conceptos tan épicos como para hacer algo tan minimalista.” 

Escabiando con público

Este segundo disco solista llega luego de un largo recorrido, de muchos proyectos musicales que la siguen conformando, pero con la mira puesta en la búsqueda de sonar cada vez más cerca de sí misma. Cuando Maffía recorre las bandas que más le repercutieron, distingue a La Cosa Mostra como el deseo de armar un proyecto solista que sin embargo derivó orgánicamente en banda: “ellos le dieron tanto cariño, tanto humor y el aporte sonoro que hacían fue tan grande, que nos transformamos velozmente en una familia. Entonces seguir llamando a eso ‘Paula Maffía &’ fue poco genuino con lo que se veía en escena. Cada une se desplegó en lo que mejor hacía. Yo me dediqué mucho a componer”. Con la llegada de Las Taradas, el crecimiento se concentra en la interpretación. Comienza a cantar géneros que no eran los que frecuentaba: blues, swing, bolero, chanson, canzoneta, canciones corales complejas, cha-cha-cha. 

“Escuché  con goce, con voracidad. Estaba enchufada a Pandora o alguna radio online con algoritmos, escuchando cosas viejas y bajando de Blogs temas que algún viejo trolo en Italia desgrababa de los discos que había heredado de su madre. Ya tenía un montón de imaginario compuesto para armar Las Taradas. Ahí empecé a cantar y jugué a imitar y jugué a salir de mí y mi voz cambió muchísimo.” Cuando Las Taradas explota y el chiste interno que armó con Lucy Patané se vuelve fenómeno, sucede lo previsto: Las taradas se come a La Cosa Mostra y la banda se desarma. Maffía entonces se encuentra no solo con que tiene cada vez más canciones propias sin plataforma donde ser tocadas, sino también con el temor de no hallarse aún en un registro compositivo propio. Pero al miedo, pecho: se presenta a un concurso que gana y gracias al que puede grabar su primer disco solista: Ojos que Ladran bajo el nombre de Maffía Orgía, porque eran más de tres. “Tuvo muy buen recorrido ese disco y se me juntaron otro montón de canciones. La orgía dejó de funcionar, yo ya había estado trabajando con Lucy y con Nahuel y ahí ellos se vuelven mi banda formal. Lo que aprendí estos tres años que llevo con los chicos, es una locura, disfruto al escucharlos. Lo mismo me pasó trabajando en una orquesta como Las Taradas y lo que aprendí además de desarrollo escénico con Boca de Buzón. Mana Bugallo es una esgrimista perfecta, con un nivel tremendo de suculencia oral. Tiene una ametralladora”. Boca de Buzón fue un dúo en el que Bugallo leía un texto, Maffía cantaba una canción en respuesta y así seguían en un diálogo de seducción mientras corría el whisky. “Tenías a dos chabonas coqueteándose a morir, intelectual y artísticamente en un ‘me encanta lo que hace, quiero sorprenderla’, así las dos, como jugando un partido de tenis y escabiando, con público. Entonces lo menos que hicimos fue cantar y leer, fue contarnos anécdotas de nuestras vidas. Se formó un dúo de stand up con momentos musicales, pero espontáneo y frente de la gente. Además nos íbamos conociendo. Entonces, en resumen, Boca de Buzón es la historia en vivo de como Mana y yo nos fuimos haciendo amigas.”

 ¿Con Polvo te ves volviendo a un lugar de partida?

  –Es justo lo que estás diciendo. En lo personal siento que estoy volviendo a mi yo de antes de hacer música, un momento más pre-social. Estoy bastante privada con mis cosas. Estoy mucho más resguardada en mí como cuando todavía no era una persona con una vida social desarrollada. Yo fui muy anti-social hasta que empecé a hacer música. La música me conectó con afinidades. Lo que acompañó a la cronología de mis proyectos musicales es la historia de mi autoestima. Yo me acerqué a la música con la fascinación de una enamorada, entonces era de una timidez y una inseguridad enormes. Recién hace muy poco empecé a tener valor de mi unicidad como música. En la medida en que me dejé, primero, de comparar que fue un error no solo de mi ingenuidad sino también de la pija del patriarcado en la boca: “todas son mejores que yo y yo no valgo nada”. Y después decir “bueno, yo me distingo por estas características, mi show en vivo tiene estas características, soy una persona enérgica, milito la estética de la violencia”, pero una violencia feliz. 

¿Es esa violencia animal que está presente en tus canciones?

  –Si, violento en la medida en que es completamente desmedido. Milito la animalidad. Mucho. Creo que a la violencia no hay que negarla. Tampoco hay que hacerla un ejercicio del goce. Violencia en oposición a mesurado. Violencia en oposición al titubeo. Entonces identificarme más con esa parte, con esa animalidad y deshumanizarme, que básicamente también es desneurotizarme, me hizo mucho más libre. Juego arriba del escenario. Sé que ofrezco eso. Sé que es lo que me caracteriza y también puede ser perfectamente eso lo que me haga repulsiva para cierto público, entonces lo aprecio. Sin buscar hacerme una excusa punk porque tampoco soy eso, aprecio la conquista. No busco generar horror nada más. No busco una cosa charlesmansoniana del horror aunque me parezca interesante. Lo mío es una violencia de lo fabuloso, también. Hay una circularidad con todo ese mundo que me vincula con la antropología y lo simbólico, con el estudio de los rituales de las criaturas que habitan el fondo de nuestra mente.

Paula Maffía presenta su segundo disco solista, Polvo, junto a las Sons (Lucy Patané y Nahuel Briones) + grandes invitades, el viernes 10 en el Teatro Margarita Xirgu. A las 21.