La industria manufacturera vive una situación de extrema complejidad. La implementación del programa económico de Cambiemos ha generado que sea el sector más afectado, mostrando una crisis de la producción (los últimos nueve datos -junio/enero- fueron negativos) y con sólo la mitad de la capacidad instalada utilizada (56,2 por ciento en enero 2019, el registro más bajo de toda la gestión macrista).

En este sentido, es fundamental señalar que el combo de caída del poder adquisitivo, con el consiguiente menor dinamismo del consumo interno, tarifazos de los servicios públicos, tasa de interés por las nubes y apertura de las importaciones, son los cuatro motivos por los que la industria manufacturera pierde participación sobre el producto general.  

La industria automotriz es un sector clave para la economía argentina. Tanto por su aporte en materia de empleo, al generar el 6 por ciento del trabajo industrial, como el sustancial aporte a la generación de valor agregado y su peso sobre el conjunto de las manufacturas. En 2016, el presidente Mauricio Macri presentó el “Plan 1 millón”, que tenía como objetivo la expansión de la producción de autos, alcanzando los 750.000 autos en 2019 y llegando la cifra que le dio el nombre al plan en el año 2023. Al mismo tiempo, otro de los objetivos propuestos por el programa era crear 30.000 puestos de trabajo nuevo para ese mismo año.

Pese a estos objetivos, la producción cayó 16,5 por ciento entre 2015 y 2018, pasando de 543.467 a 466.649 unidades producidas. En línea con este dato, cuando se analiza la evolución de la capacidad instalada utilizada, el último dato disponible marcó un 15,7 por ciento en enero de 2019, es decir 10 puntos porcentuales menos que un año antes, y 41,6 puntos porcentuales menos que en agosto 2018 (mes en que se produce la disparada al dólar).

Pese a la pronunciada caída en la producción, las ventas tuvieron un comportamiento diferente. Tanto en 2016 como en 2017, las ventas de las terminales hacia los concesionarios aumentaron (17,6 y 22,5 por ciento, respectivamente), mostrando un ciclo de crecimiento que tuvo en 2017 el pico de expansión (vale la pena recordar que octubre 2017 fue el mes económico más favorable en toda la gestión de Cambiemos). A partir de ese momento, y mucho más a partir de la crisis de mediados de 2018, las ventas mostraron una caída del 22,9 por ciento con comparación con el año previo. En el mismo sentido, los patentamientos cayeron 11 por ciento en el mismo periodo. 

Las explicaciones respecto a la expansión de las ventas hacia el mercado interno son: un salto en la venta de vehículos vinculados con los sectores favorecidos por la política económica (la pick up Hilux fue el vehículo más vendido en 2016), un aumento de la oferta de vehículos (por la caída de la demanda en Brasil), por la expansión del crédito, a partir de agresivas campañas con motivo de los excedentes de las terminales, sobre todo provenientes de Brasil, y una recomposición salarial en 2017 (módica, por cierto) de cara a las elecciones legislativas. 

De todos modos, no se explica por qué en un proceso de caída de la producción se da un aumento de las ventas al mercado interno. ¿El motivo? Un fuerte y constante reemplazo de producción local por importada, mostrando una caída en la participación de los nacionales en todos los años (-3,0 por ciento en 2016; -8,0 por ciento en 2017; -23,6 por ciento en 2018) y resultando en un registro preocupante: en 2018 se vendieron 46,8 por ciento autos nacionales menos que en 2015. 

El resultado de los tres años de gestión macrista de apertura comercial es un 33,3 por ciento de aumento de las ventas de autos importados por parte de las terminales a las concesionarias. De este modo se da un proceso de crecimiento de la participación de los vehículos importados en las ventas de las terminales a los concesionarios, pasando del 52,7 por ciento en 2015 al 71 por ciento en 2018. 

En un contexto signado por la capacidad instalada en el mínimo de la gestión macrista por una fuerte contracción de la producción de unidades, el correlato directo en la industria es la destrucción de empleo. Los últimos datos publicados por el Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial (OEDE) del ex Ministerio de Trabajo, correspondientes al tercer trimestre del 2018, se verifica una caída del 5,9 por ciento del empleo en la industria automotriz; es decir, casi 4776 empleos menos. 

La sustancial caída en el sector se debe a la pérdida del poder adquisitivo y al impacto de las altas tasas de interés sobre los planes de financiamiento, cuya suscripción se redujo 53,3 por ciento sólo en el mes de febrero. A partir de estos datos, se puede decir que la crisis en el sector automotriz parece no tocar fondo. La información de estos meses revela una aceleración de la crisis: 9000 suspensiones (Fiat, 2000 suspendidos; Peugeot, 2000; Honda Motors 700; Renault-Nissan 1500; Iveco 900; General Motors 1400; Wolkswagen 400) y casi 1000 despidos, destacándose al cierre de Metalpar, con más 600 despidos. Además de estas situaciones, podemos agregar que la empresa Toyota comenzará un plan de suspensiones para compensar la caída de las ventas, afectando a más de 5000 trabajadores. 

La industria automotriz representa un ejemplo de lo que las políticas económicas del macrismo generaron en la producción manufacturera. En más de tres años de gestión, el resultado fue una fuerte caída en la producción, despidos y suspensiones masivas, y reemplazo de producción local por importada en el marco de una creciente desindustrialización y desarticulación productiva.

* Integrante del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).