Opera prima de Gonzalo Zapico, El bosque de los perros tiene climas logrados, sostiene un tempo cargado y denso, las actuaciones están todas a la altura y hay suficientes ocultamientos entre los personajes como para mantener el interés durante los 80 minutos de proyección. Pero problemas de construcción (del guion, de los agonistas) hacen de ella una película fallida. Lo cual no es ningún pecado, sobre todo tratándose de un primer film, pero restringe sus alcances.

Mariela (Lorena Vega) regresa a su inidentificado pueblo costero casi dos décadas después de haberse ido. En el pueblo vive su tía pero no sus padres, muertos hace tiempo en un accidente, por el cual pesa una sombra de duda sobre Mariela. Que ella llegue al pueblo con rostro luctuoso hace pensar que está dejando atrás alguna tragedia cercana en Buenos Aires, donde vive. Pero no, la tragedia parece ser aquélla de la infancia. Al marido, del que dice haberse separado hace un año, no lo mató, que se sepa. Aunque algo semejante tal vez ocurra más adelante. Mariela vuelve al pueblo para recuperar a Gastón, su novio de la infancia (Guillermo Pfening; Angelo Mutti Spinetta hace de él en la preadolescencia) y único vecino por el cual parece sentir algo. Pero por lo visto, si a alguien no quiere ver Gastón es a la recién regresada al pueblo. Y pronto tercia Carlos (Marcelo Subiotto), hermano mayor de Gastón, a quien un par de flashbacks revelan teniendo acercamientos comprometedores con Mariela. Y la tragedia está en puerta.

Los silencios le hacen muy bien al cine hablado, porque generan hiatos en la narración. Agujeros negros, preguntas, misterios. Todo muy positivo para el espectador, a quien, como a un detective, le gusta investigar. Pero los silencios tienen también un problema, que es que el relato en algún momento debe rellenarlos. Salvo que se plantee específicamente dejarlos irresueltos, lo cual es un caso particular y en general viene asociado a una idea de sinsentido y de sueño, como sucede en David Lynch. 

No es el caso. El bosque de los perros se atiene a un registro realista, y en ese registro se enfrenta con varios problemas que quedan en el aire. Uno es que sucede una tragedia que deja en segundo plano a otra, que pesa al inicio como si fuera “la” tragedia, que es la de la muerte de los padres, que en la segunda parte queda olvidada.  Otro es la construcción de la protagonista. ¿Fue efectivamente la autora de la muerte de sus padres, tal como piensa el pueblo? ¿Por qué miente con respecto a su vida en Buenos Aires? Está más claro, en tal caso, que su acto final es una forma, ilusoria por supuesto, de resolver la culpa de una traición.