Cuando era chico vivía en un barrio horrible, estaba perdido y no sabía que hacer con mi pequeña vida. Salía a caminar para intentar deshacerme de esos pensamientos oscuros que me perseguían. Cuando empezaba la deriva sentía que los fantasmas lentamente iban desapareciendo y dejaban de acosarme, los perdía con el oxigeno del suburbio que respiraba.

Mis amigos y familia no entendían qué era lo que realmente sucedía, sin embargo tenía que convivir con esas apariciones y seguir con la vida cotidiana.

Todas las mañanas tenía que tomar el tren para ir a trabajar y repartir cartas con nombres a los que les imaginaba sus caras, sus cuerpos, sus autos, sus trajes y sus mujeres.

Cuando terminaba, antes que se hiciera de noche, me arrojaba en cualquier plaza a descansar mientras jugaba a mirar el sol con los ojos entreabiertos, esas obras de arte que duran un segundo. Eso era todo. Después volvía a casa a pelear con los fantasmas de la vida real que venían todos los días a visitarme, una vez uno me dijo susurrándome al oído: el tiempo es un asesino. Otro, todas las noches me repetía: Dios es la muerte, Dios es la muerte, amigo.

Durante esos días, no recuerdo cómo ni por qué, llegó a mis manos este pequeño gran libro de Delmore Schwartz. Leí en la tapa: En los sueños empiezan las responsabilidades y fue como si esa frase por algún acto de encantamiento se me hubiera tatuado en el pecho. Leí el libro en apenas unos minutos y ¿saben qué? El libro me cambió la vida para siempre. 

El cuento narra la historia de un joven que sueña que está en un cine pasado de moda en 1909. Cuando se sienta para ver la película se da cuenta, en medio de la blanda oscuridad del cine, de que se trata de un documental sobre el cortejo de sus padres. Entonces empieza a entristecerse, grita a la pantalla para intentar interferir en el rito de seducción de su progenitores, lo cual provoca que el resto de la audiencia piense que está loco. 

Traducido por Borges y amado por Lou Reed, este relato inusual y de una elegancia insuperable, representa la belleza de un primer encuentro entre dos jóvenes ilusionados en el juego del amor.

Muchos años después puedo seguir sintiendo que de verdad me cambió la vida.

Luego de haber caminado tanto esta ciudad y tantas ciudades  jamás imaginadas, siempre que me encuentro con alguien por ahí, ya sea un fantasma o un desconocido que me genera confianza recomiendo este libro, que a su vez, es el libro que más veces regalé, porque haberlo leído fue una transformación verdadera, y porque la escritura para personas como yo, es un proceso muy extraño en el que nunca alcanzo a comprender las cosas por completo.


Ulises Conti nació en Buenos Aires. Prolífico compositor y artista sonoro, su música no descansa en ningún género. Tiene una extensa lista de colaboraciones tanto en las artes visuales y el cine como en las artes escénicas. Cuenta con más de 10 discos publicados y 50 bandas de sonido. Dirige el sello discográfico Metamusica, donde, además de publicar sus propios trabajos, también produce el de otros compositores. Copacabana Palace es su tercer libro publicado por Mansalva. En el marco de la Bienal de Performance, Conti presentará su primera incursión en el hip hop con El canto errante, poniendo en escena el libro de Rubén Darío. Será el martes 21, en la escuela 43 de Villa Fiorito.