La caída de las reservas internacionales sorprende por su velocidad. Hace 30 días el Banco Central contaba con 77 mil millones de dólares. Esta semana la cantidad de divisas en poder del organismo monetario cerraron en 68 mil millones. La caída es de 9 mil millones de dólares. La cifra es bastante parecida respecto de lo que ingresó de nueva deuda del Fondo Monetario Internacional en abril. Los pagos de bonos con acreedores internacionales fueron uno de los principales motivos de este retroceso. Los inversores se muestran reacios a reinvertir en nuevos títulos públicos y la tendencia es retirarse del mercado interno con las divisas. 

La situación genera debate en el mercado. Se plantean distintas posibilidades para recomponer el nivel de reservas y tener margen de maniobra ante nuevas corridas cambiarias. El rumor de los financistas es que el equipo económico apunta a una estrategia similar a la que probó México cuando estalló la crisis del Tequila en 1994. En ese momento consiguió convencer al Tesoro de Estados Unidos de recibir un préstamo por 20 mil millones de dólares. Se trata de una línea de financiamiento discrecional que tiene la Casa Blanca y no requiere la aprobación del Congreso. Suele emplearse para economías no desarrolladas que atraviesa una crisis de tipo de cambio y pretenden estabilizar la moneda.

La otra alternativa no viene de afuera sino que recae sobre activos de la economía local. Se apunta a los recursos de la Anses. El organismo cuenta con un fondo de garantía de sustentabilidad que no es muy distinto a un fondo anti cíclico como el que armaron economías de la región a partir de la exportación de recursos mineros. El Estado suma más de 100 mil millones de dólares entre las reservas actuales y el Fondo de Garantía el Estado. El economista que toca la pata del elefante y la confunde con una columna cree que estos recursos no deben tocarse. El economista que mira el animal entero no tiene dudas de usarlos.

El último informe de la Anses sobre la composición de este fondo anticíclico es de septiembre de 2018. Se acumulaban recursos por 1,7 billones de pesos (equivalentes a 45 mil millones de dólares). El 60 por ciento de los activos se encontraba invertido en bonos locales (CuasiPar en pesos ajustable por CER, Discount en dólares bajo 2033 bajo Ley Argentina y Bonar 2037, entre otros). El 15 por ciento en acciones (principalmente Telecom, Banco Macro, Grupo Financiero Galicia, Transportadora Gas del Sur y Ternium). El resto de los recursos se reparte en inversiones en proyectos productivos y de infraestructura (como Atucha II y ProCreAr) y en el negocio financiero (préstamos para individuos). 

Los precios de los bonos y de las acciones medidos en dólares siguieron bajando respecto del tercer trimestre de 2018. El valor de las inversiones de la Anses debería ubicarse ajustado por los precios actuales entre 30 y 40 mil millones de dólares: una cifra que sigue siendo importante. La clave de la discusión entonces es qué debe hacerse con estos recursos. La idea de usarlos para controlar las tensiones financieras y colaborar para recomponer la actividad en el mercado interno no debería encender las alarmas. La principal advertencia es otra: estos activos estratégicos para la economía no deberían tocarse si la consigna es mantener quieto el dólar, permitir a los privados ganancias extraordinarias en el negocio de la tasa de interés en pesos y sostener fuga de capitales improductivos.