El planteo del técnico de Boca sorprendió cuando se conoció que presentaría cinco defensores para recibir a Vélez. La disposición era con marcadores centrales en la última línea y con los laterales más adelantados. Vélez se dio cuenta rápido de por dónde tenía que avanzar, y aprovechaba los espacios que había por detrás de Buffarini y Mas.

El temor que tenía Boca a que le convirtieran un gol era mayor a la audacia por conseguir el desequilibrio. Vélez tenía el control de la pelota, y el local perdía el dominio del medio campo ante la presión ejercida por los de Liniers. Encima, como Boca no tenía un conductor claro, el desorden y las imprecisiones envolvían a los jugadores locales.

Lisandro López, luego de algunos rebotes después de un tiro de esquina, estuvo cerca de anotar con un tiro que se fue al lado del palo. Vélez respondió con una llegada de Robertone, quien encontró bien ubicado a Andrada. Boca salió más de su campo llegando a la media hora de juego, y así tuvo dos chances concretas para convertir: una con Zárate, que estrelló un tiro libre en el travesaño, y otra con Villa, que no pudo prevalecer ante Hoyos.

Boca salió a jugar el segundo tiempo muy desconcentrado, y Vélez lo aprovechó para tener dos opciones para convertir en los primeros instantes. En ambas, Andrada se lució para salvar a su equipo. Alfaro entendió la situación e hizo ingresar a Benedetto por un defensor. Los jugadores captaron el mensaje y se ubicaron unos metros más adelante.

El ritmo se hizo muy intenso al final, sobre todo cuando Izquierdoz se fue expulsado y Vélez se lanzó más en la búsqueda del gol. Ninguno de los dos pudo desequilibrar y la definición llegó en los penales. Por esa vía, Boca fue el más oportuno y pudo acceder a las semifinales.