a Fernando Spinassi

 

Sonidos que pelean en la calle. Street Fighting Man.

La hoja derecha de la puerta de madera de Moreno 856 siempre estaba abierta. Había que tocar un timbre que a veces no andaba bien, subir los tres escalones gastados de mármol blanco y esperar. La campanilla del timbre estaba casi al fondo, del otro lado del patio cubierto de glicinas, sobre la ventana de la cocina. Esperar con la mirada perdida en el vidrio biselado de la puerta cancel y las cortinas olvidadas. Esperar, esperar que se acercara la sombra de alguien y girara la dorada manija de bronce para que la cancel comenzara a girar. Abrir, entrar, llegar.

La construcción social es la lucha más poética y efectiva.

La casa de Moreno 856 era una casa rosarina, un domicilio cualquiera, un territorio/umbral/frontera donde cualquier instante del día  se hacía música. Una pianola, un piano, un bombo legüero, el resorte oxidado de la puerta que daba al patio y una pobre guitarra eran los instrumentos que, cuando la visitaban acariciaban músicos como Hilda Herrera, Chacho Müller, Atahualpa Yupanqui o Edgar Spinassi.

La música tiene tiempos únicos.  Eppur si muove .

La nostalgia es un mal negocio. En nuestra adolescencia no existía música fácil envasada. Ni Spotify Premium. Todavía los satélites se podían contar con los dedos de una mano y el relato instaurado los anunciaba como el momento del progreso. El crimen del mercado era letal, pero algo más inocente.

La canción jamás es un malentendido entre el rumor cotidiano y la realidad.

Me había bajado de la A en Balcarce y Córdoba, al pasar por la CGT vi los preparativos de una olla popular. Algunos vehículos descartados por alguna guerra imperialista ensuciaban en la esquina de calle Córdoba. Jeeps IKA ("cuartitos azules") y desvencijados carros de asalto estaban estacionados alrededor de la plaza San Martín, policías mal uniformados con perros caminaban por las veredas. El tráfico de calle Moreno entonces era casi nulo, pero en los días de aquel otoño irrepetible ya no recuerdo si estaba cortada o nadie quería pasar por el Comando.

La virtualidad es una prisión material.

Había tocado el timbre de la casa de un compañero de secundaria, 3ºC de un colegio industrial. Esa tarde, las clases estaban suspendidas por el asesinato estatal del correntino Cabral. Esperaba en el umbral y del otro lado de la puerta cancel, estaba sonando una canción nueva/desconocida, algo inconfundible de los Rolling Stones: último simple.

¿Evocación sin potencia, fracaso jubilado?

Infinitos cotidianos conviven superponiéndose. En mayo del '69 la verdad se podía ver 24 veces por segundo y la música inmediata se deslizaba a 33 1/3 RPM, la púa haciéndole el amor al surco de vinilo. Para que la canción hiciera el "viaje" desde el parlantito monoaural hasta tus oídos.

¿La voluntad de tus deseos está cautiva en un maldito chip?

Nadie abría, nadie había escuchado el timbre, del otro lado del cedro y el cristal me llegaba una música. Bajé los escalones, toqué el timbre otra vez y la canción se repetía, un disco no dejaba de girar en el Wincofon.

Ya no sé quién me abrió la puerta, me sumé al ritual alrededor del tocadiscos. ¿Era el banjo de Brian Jones desprendiéndose del silencio/nada,  haciendo el preludio con la bata de Charlie Watts? El bajo sinuoso de Bill Wyman comulgando con el cristal de la guitarra de Keith Richard… Para que el bocón de Mick Jagger descartara la literatura de las palabras y llegara la canción. No sabíamos inglés, sólo lo elemental/escolar. Una canción nunca es un panfleto mimeografiado. ¿La música de una época se puede expresar en 3 minutos y dieciséis segundos? Street Fighting Man no distorsionaba nuestro momento y lugar. Aquel simple nos invocaba a la acción… Cada uno tendrá sus detalles.

Como tantas materialidades, la casa de Moreno 856 ya no está. La memoria museificada es el cadáver de la Historia. Medio siglo no es nada, todavía sigue siendo el momento de la canción. Una canción que ya no puede ser la misma.

¿Tus sueños están en un archivo digital? Ahora está brillando la pantallita de tu celular. No hay luces sin sombras, ni silencio sin música.

¿Te animás a escuchar la verdadera canción de la actualidad?