PáginaI12 en Estados Unidos

Desde Nueva York

En 2014, Reese Whiterspoon y Nicole Kidman compraron los derechos de la novela Big Little Lies, de Liane Moriarty, con la idea de convertirla en una película con ellas como protagonistas. El proyecto luego tomó forma de miniserie junto a HBO, y al elenco se sumaron Shailene Woodley, Laura Dern y Zoë Kravitz. La calidad del programa y su temática –en la que cinco mujeres terminaban hermanadas pese a sus diferencias, con violencia de género y un asesinato involucrados– produjeron un éxito notable, traducido incluso en ocho premios Emmy. Terminadas las galas de premiación, las actrices siguieron adelante con sus carreras: Big Little Lies ya era un galardón más en sus brillantes currículums y un buen recuerdo de haber trabajado juntas.

Pero (siempre hay un pero en historias como estas) el público quería ver más, saber qué había pasado después de la noche del crimen con “las cinco de Monterrey”, esas damas de vidas más acomodadas en lo económico que en todo lo demás. “No teníamos intenciones de hacer una segunda temporada porque la primera tenía un cierre perfecto”, le dice a PáginaI12 Shailene Woodley durante una rueda de prensa en Nueva York. “No había demasiado espacio para que pensáramos en una continuación. La única razón fue por la que decidimos hacerla fue porque la respuesta en todo el mundo fue tan extrema que había gente rogando que la hiciéramos. Reese, Nicole y probablemente HBO respondían: ‘No hay modo de que hagamos otra temporada. Teníamos un libro, lo hicimos, ya está’. Pero la gente seguía pidiéndola y pidiéndola... Fue el poder de la gente el que nos hizo volver”, suelta entre risas la actriz de Divergente y Snowden, que ahora filma con Damián Szifrón (ver aparte).

HBO ya programó el comienzo de la segunda temporada de Big Little Lies para el domingo 9 de junio a las 21 y mostró algunos trailers, aunque no se sabe demasiado de qué se tratará la continuación de la historia. “Si llego a ser la única en un elenco de seis personas que adelanta algo, puedo llegar a estar en una posición muy difícil”, se excusa amablemente Woodley ante la prensa. “Pero podría decir que la investigación del crimen no será el tema principal de la temporada”. Ya no hay novela en la que basarse, pero sí un personaje nuevo: la suegra del personaje de Nicole Kidman quiere saber qué pasó exactamente con la muerte de su hijo. Y como si el elenco no hubiese sido suficientemente estelar hasta el momento, a la señora la interpreta Meryl Streep.

“Trabajar con Meryl fue increíble, porque ella es el más grande ejemplo de alguien honesto”, confiesa Woodley. “El primer día en el set ella estaba aterrorizada, absolutamente nerviosa y ansiosa por estar ahí. No es que llegó toda fuerte, valiente y lista para la acción, sino que lo hizo de modo muy vulnerable... porque así es como llega a cada set de filmación. Ella siempre se cuestiona si es la adecuada para ese papel o si la historia es contada del modo correcto, si va a ser hecha como se debe. Ella está tan hiperconsciente de su labor y dedicada a personificar y crear un personaje que sea honesto y real pero que a la vez le sirva a la historia...”

“Nunca he visto a otro actor que sea capaz de ver un proyecto de manera tan holística como ella –continúa Woodley–. Pero debido a eso, por naturaleza duda de las cosas. Y creo que eso es lo que la hace tan brillante: es capaz de ser fuerte simplemente porque puede admitir sus debilidades y sus miedos. La fortaleza viene de esa sensación de ser otro en muchas situaciones y ella es la mejor persona para ejemplificarlo. Y cuando tenés a alguien tan reverenciado como Meryl Streep que es abierto sobre las cosas que le resultan difícil, eso te da licencia para que seas más abierto sobre lo que te resulta difícil a vos. Eso crea un ambiente muy seguro y confortable, y entonces podés simplemente actuar. Creo que es por eso que ella crea tanta magia en sus películas, no sólo para ella sino para quienes actúan con ella. Sube la vara desinflando la tensión”.

–Esta temporada las dirigió Andrea Arnold. ¿Fue distinto a trabajar con Jean-Marc Vallée?

–No se puede comparar porque son dos personas muy diferentes en muchos sentidos. Bah, en realidad, son muy similares en el modo en el que eligen filmar: ambos están interesados en los momentos intermedios, en la autenticidad de los personajes que no está necesariamente en el guión. A ambos los fascina lo que se puede crear en el momento en el que se dice “acción”. En otros aspectos sí son muy distintos, con visiones y disposiciones diferentes.

–Y ambos contaron con personajes fuertes para desarrollar.

–No creo que los personajes sean fuertes, son muy débiles y malas. Y nosotras no somos mujeres fuertes, simplemente somos fucking mujeres. Somos criaturas emocionales que pueden ser fuertes y obstinadas en algunos momentos, y en otros muy débiles, vulnerables... y estar muy equivocadas. Es muy importante continuar diciendo esto, porque la idea de poner a cualquiera de nosotros, varón o mujer, en una caja de fortaleza en realidad es no reconocer lo que verdaderamente es la fortaleza, que es la comunicación honesta sobre lo que está mal. El programa tiene que ver con eso, porque nos enfocamos en las cosas que están mal para crear alguna forma de sanación que permita avanzar de mejor modo.

–¿Imaginabas que la serie iba a ser tan exitosa?

–No. Todas esperábamos que fuera exitosa, simplemente por el elenco y por tratarse de un programa de HBO. Sabíamos que íbamos a tener unos cuantos seguidores, pero no lo que resultó. Siempre cuento que había viajado al exterior y apenas volví, recién llegada del aeropuerto me fui a teñir el pelo para una película. Y en la peluquería escuchaba “Celeste tal cosa”, “Bonnie tal otra”. Yo no entendía qué pasaba y me dijeron: “¿No estabas al tanto? Es una sensación”. Y una peluquería es una buena placa de Petri para saber lo que está pasando en la sociedad (risas), porque ahí se junta todo el mundo a chusmear. Fue muy notable ver cuánto efecto tenía el programa en la gente. Cuando yo era chica, lo que pasaba con los programas de televisión era muy diferente, porque tenías que esperar y se creaba un suspenso, entonces se armaban fenómenos culturales cuando algo impactaba en serio. Recuerdo cuando salió Desperate Housewives, era de lo único que se hablaba en la peluquería. The O.C. también tuvo un impacto enorme en la cultura. Creo que Big Little Lies ha mantenido algo de eso y es inesperado... Obviamente, Game of Thrones lo tiene, pero es un género totalmente diferente.

–¿Creés que ese éxito inesperado tuvo que ver con el timming, con que coincidió con el ascenso de las mujeres?

–Es interesante, porque nosotras filmamos el programa y salió antes de lo de Harvey Wainstein y de que emergiera realmente el movimiento #MeToo. Es algo que está hace tiempo, pero cuando apareció en Hollywood se hizo más público. Hubo algún timming cósmico, algo se alineó, porque fue más o menos al mismo tiempo, pero no fue una respuesta a eso la razón por la que hicimos Big Little Lies. Creo que el inconsciente colectivo estaba listo para algo que contara las cosas de otro modo.

–¿Y creés que la segunda temporada puede tener otra relevancia debido al movimiento #MeToo?

–No creo que nos haya afectado en absoluto, porque la intención de la segunda temporada es la misma que la de la primera. Si no hubiese existido el #MeToo, no se habría alterado la trayectoria del programa ni el modo en el que las productoras lo manejaron.

–¿Cuál esa intención?

–Bueno, yo no soy productora, pero por mis observaciones diría que la intención es crear un contenido diferente, que explora la psiquis femenina de un modo que nunca habíamos visto. Y, detrás de escena, en lo creativo, que hombres y mujeres tuvieran igualdad en cuanto a los roles, a los salarios y la calidad de las escenas. Esas son cosas en las que se enfocaron mucho en ambas temporadas de la serie.

–Hace poco dijiste que notabas un cambio en Hollywood, una reevaluación con respecto al lugar de las mujeres. ¿Cómo se manifiesta eso para una actriz joven?

–He sido muy afortunada, porque me han dado oportunidades para trabajar en películas durante toda mi vida. No he podido trabajar con muchas mujeres ni ser protagonista, porque de ese modo se ha desarrollado mi carrera, incluso cuando era chica. El cambio más grande que noto, de todos modos, es sobre las conversaciones respecto a las mujeres de las que no estamos tan pendientes en los medios mainstream: las directoras de fotografía, las conductoras de transportes, las que trabajan en catering, y los miles de personas que tienen que juntarse para que una película funcione y a quienes a menudo se olvida. Sin ellos, las películas no serían lo que son y nadie sería famoso (se ríe). Las conversaciones son sobre sus lugares, y sobre la igualdad económica entre ellas y el resto del equipo. Y eso es realmente hermoso para mí, porque en realidad es muy fácil prestarle atención a gente que concita atención de por sí, pero es más difícil provocar cambios en cosas a las que no necesariamente miramos porque no son tan copadas, aunque en realidad afectan a nuestro país en modos más profundos.

La segunda temporada de la serie comenzará el 9 de junio.

–Se habló mucho acerca de que esta clase de discusiones no fueran más que una tendencia. ¿Te preocupa que se agote?

–¡Todo es una tendencia! Y está bien que las tendencias se extingan mientras persista el cambio que esas tendencias buscaba provocar. No me preocupa si todo el mundo sigue adelante con otra cosa, porque hay miles de cosas a las que prestarles atención y en las que debemos ayudar, mientras que se hayan plantado las semillas cuando el tema era atractivo y se lo usaba en hashtags, porque esas semillas van a manifestarse y extenderse.

–¿Creés que la industria entendió que la diversidad también es rentable?

–Eso espero, a eso me refería cuando hablaba de las semillas. No hay modo de decir ahora si ese cambio se va a profundizar o no... Pero no sólo se trata de Hollywood: todo está afectado por este cambio en este momento. La esperanza está puesta en que eso continúe y hay que estar dispuestos a hacer todo lo que se pueda para capitalizar este momento de atención que tenemos. Si ese cambio no persiste, cosa que no creo que suceda, será momento de volver a traerlo a la luz y que se convierta otra vez en hashtag. Tenemos tanto fucking trabajo que hacer... Pero si hay que meterse en una mierda de hashtags e instagram para que suceda, pues muy bien. No me importa cómo suceda, mientras no lastime a nadie y no cause más opresión.

–Eso tiene que ver con el modo en el que interpretás tu papel en la serie, una mujer que tiene un hijo producto de una violación. ¿Tomaste cosas dolorosas de tu activismo? ¿Pasaste por situaciones como las que experimenta Jane?

–Absolutamente. No conozco a ninguna mujer que no haya sido abusada sexualmente o tenga alguna amiga cercana o familiar que lo haya sufrido. O ningún hombre, si vamos al caso, al que no le haya pasado a su madre, su tía o su hermana... Todos somos parte de este ciclo enfermizo, y todo se reduce a la compasión, la empatía y la salud mental, cosas de las que todavía no estamos hablando ni hashtagueando todavía. He estado en muchas partes de nuestro país en las que no saben nada sobre el movimiento MeToo ni les interesa nada de lo que pasa en Hollywood, porque eso no los afecta en nada. Y escuchar a esas personas, pasar tiempo con ellas, es lo que me ayudó a darle forma a Jane más que ninguna otra cosa. Por naturaleza, ella es una outsider: se muda a Monterrey, tiene este chico como madre soltera, no tiene una famila real ni muchos amigos. Es la otra, la inadaptada. Aunque puede conectarse con las mujeres de Monterrey, no cambió su forma de ser. Eso me recordó a la mayoría de nuestro país, a quienes me dieron la bienvenida a sus vidas pese a que yo vivo de un modo muy diferente. Tuvimos una sensación de conexión por la causa de la que hablábamos, pero no cambió necesariamente quiénes éramos como personas, el modo en que nos identificamos a nosotros mismos. Y eso es algo con lo que puedo identificar a Jane: el hecho de que esté en un nuevo lugar no significa que se identifique de otro modo.

–Algo importante en el programa es que se puede ver la mirada de los niños con respecto al comportamiento de los adultos.

–Es generacional, creo que pasa con cada generación. Ayer me preguntaron si creía que la próxima generación iba a rechazar la tecnología porque iba a ver cuán adictos somos nosotros. Mi única esperanza que todos nosotros, ahora que estamos teniendo estas conversaciones sobre el cambio, realmente hagamos el trabajo incómodo para cambiar (se ríe). Porque es muy fácil hablar sobre eso y decir: “Nosotros ya la cagamos. Ups”. Lo difícil es crear el cambio, pensar: “Paremos, tenemos que hacer algo distinto para que nuestros hijos tengan un planeta en el cual vivir”. O para que nuestros hijos no necesiten tener tres trabajos para mantenerse, o lo que sea. Esa es responsabilidad nuestra y de nadie más. Sí, nosotros estamos equivocados en muchas cosas y seguramente las próximas generaciones también lo estarán, pero después de reconocer eso... hay que hacer algo al respecto.