El desequilibrio financiero y monetario registró una nueva perlita la semana pasada. Se publicaron los datos de ganancias de los bancos. Las entidades financieras embolsaron en marzo 70 mil millones de pesos por inversiones en Lelic, las letras de corto plazo que emite el Banco Central. También sumaron 52 mil millones de pesos por el negocio de los préstamos al sector privado. Esta situación muestra una distorsión notable. El principal negocio de los bancos debería generarse a partir de canalizar los depósitos de los clientes para prestarlos a empresas e individuos a cambio de una tasa de interés. Pero en la economía macrista las principales ganancias bancarias se acumulan por invertir en las letras que emite el Banco Central con tasas de más de 70 por ciento anual.

El Banco Central empezó a emitir letras de corto plazo en 2002. Desde ese momento sólo hubo tres meses en los que los bancos registraron más ganancias por invertir en estos instrumentos que por prestarles dinero a consumidores, familias y productores. Diciembre de 2018 fue la primera oportunidad (ganaron 8 mil millones de pesos más por las Leliq que por intereses cobrado en préstamos). En enero de este año volvió a ocurrir lo mismo (ganaron 2 mil millones de pesos más) y finalmente marzo (ganaron 17 mil millones de pesos más). Estos datos dicen mucho sobre las tensiones estructurales que enfrenta el mercado interno. Se trata de un esquema que no puede sostenerse en el tiempo.

La autoridad monetaria está entregando una tasa extraordinaria para renovar las Leliq y lograr mantener su meta de emisión monetaría cero hasta fin de año. Esto incrementa en forma exponencial los beneficios que obtienen los bancos por comprar estos títulos. Los datos duros lo muestran muy claro. En septiembre del año pasado, las entidades financieras habían ganado por invertir en letras de corto plazo 36 mil millones de pesos. En marzo, duplicaron esa ganancia al anotar un beneficio de 70 mil millones.

La contracara de esta situación es el desplome de la actividad económica y el retroceso de los préstamos ofrecidos al sector privado. Los datos de las entidades financieras indicaron que en el último año hubo una caída en el volumen en términos reales de créditos de casi 30 por ciento. Las tasas de interés elevadas hacen inviable el acceso al financiamiento bancario y la caída del PIB potencia la falta de incentivos para demandar créditos productivos o de consumo. Esta situación generó un estancamiento en las ganancias que embolsan los bancos por intereses de préstamos. Los beneficios de septiembre del año pasado habían sumado 46 mil millones de pesos, en tanto que en marzo de este año lo hicieron por 52 mil millones.

Los balances de los bancos muestran un problema básico de la economía local. El sistema financiero gana plata en forma ficticia a través de la renovación de las Leliq en vez de lograr beneficios por la expansión del mercado interno y el crédito de mediano plazo. Esta rentabilidad puede ensanchar las cuentas de las entidades financieras por ahora, pero en algún momento la estrategia deberá replantearse: la emisión monetaria del Central para cubrir los intereses de las letras no puede ser infinita.

La manera en que se ajustará ese desequilibrio podrá influir fuertemente en las ganancias futuras de los bancos. Esto explica que en último año la rentabilidad de las entidades financieras subió 220 por ciento (por encima de la inflación y de la devaluación) y el precio de las acciones de los bancos cayó a la mitad. La forma en que será resuelta esta distorsión es un interrogante.