La disparidad de género que impera en la mayoría de los eventos culturales y literarios en América latina –desde festivales, congresos y ferias del libro hasta premios literarios– ha generado el rechazo de más de cien escritoras, escritores y editoras y editores en una carta titulada Contra el machismo literario. “Es inadmisible que en el siglo XXI, en plena ola de reivindicaciones por la igualdad, se organice sin perspectiva de género un evento como la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en la ciudad de Guadalajara, México”, advierten en el texto firmado por Juan Villoro (México), Claudia Piñeiro (Argentina), Rosa Montero (España), Mario Bellatin (México), Diamela Eltit (Chile), Samanta Schweblin (Argentina), Jorge Volpi (México), Guadalupe Nettel (México), Lina Meruane (Chile), Mariana Enriquez (Argentina), Alejandro Zambra (Chile), Julio Villanueva Chang (Perú), Juan Cárdenas (Colombia), Giovanna Rivero (Bolivia), Flavia Company (Argentina), Eduardo Rabasa (México), Juan Casamayor (España), Magela Baudoin (Bolivia) y Silvia Sesé (España), entre otros.

En la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa participarán de los paneles trece hombres y tres mujeres, mientras que entre los finalistas del premio hay cuatro hombres y una sola mujer: Las fiebres de la memoria, de Gioconda Belli; The night, de Rodrigo Blanco Calderón; Vivir abajo, de Gustavo Faverón; Sur, de Antonio Soler, y Ordesa, de Manuel Vilas. “Esto no debería sorprender, si consideramos que de los cinco miembros del jurado, cuatro son hombres –se afirma en el texto de Contra el machismo literario–. Este año no se diferencia mucho de los anteriores, lo que confirma que el criterio discriminador se impone por sistema: en 2014, se invitó a veinticinco hombres y apenas a seis mujeres; en 2015 a veintidós hombres y a ocho mujeres. Y en ambas ediciones, tanto el jurado como el grupo de finalistas tuvo la misma proporción desigual. En las dos bienales el ganador fue un escritor hombre. Podemos perfectamente adivinar de qué género será el ganador 2019”. La única mujer del jurado de esta edición es Carme Riera, escritora, profesora y miembro de la Real Academia Española (RAE). El resto de los integrantes son Sergio Ramírez (presidente del jurado) Alonso Cueto, Felipe Garrido, Juan Manuel Bonet y J.J.Armas Marcelo, el director de la Cátedra Vargas Llosa.

Uno de los finalistas, el escritor peruano Gustavo Faverón, tiene varias denuncias por acoso sexual. La última fue realizada el 18 de septiembre del año pasado por una joven peruana desde Estados Unidos, porque el Código Penal peruano no tenía tipificado al acoso sexual como un delito, como informa el sitio Perú21. En la denuncia se argumenta que Faverón envió varios mensajes y correos con la intención de sostener un encuentro sexual con la demandante y ante la negativa de la misma, hizo pública información privada y manipulada para hacerla quedar como una “loca”. “La defensa esbozada por el acusado no tenía otra intención más que desacreditar y silenciar a la demandante. Esta clase de defensa es común en casos de ‘conducta sexual lasciva’: las personas acusadas tratan de desacreditar a las víctimas llamándolos mentirosos, locos o hablando de su pasado sexual”, se lee en el detallado artículo de Perú21. “Como escritoras, escritores y personas vinculadas con el quehacer editorial, no podemos guardar silencio ni frente a la invisibilización de las autoras ni frente al acoso y abuso sexual que también son parte del statu quo de las letras, como ha revelado el reciente MeTooEscritoresMéxicanos”, advierten las escritoras y escritores firmantes.

“Gracias a la lucha que desde hace mucho llevan a cabo las mujeres por sus derechos, por fin podemos descubrir a muchas escritoras que fueron borradas de la historia y del canon literario, denostadas, ninguneadas o silenciadas. Las mujeres escritoras han demostrado, además, por la calidad de sus obras, sus traducciones, su trabajo editorial y el reconocimiento que han adquirido en los últimos años, que la literatura escrita por mujeres es tan importante como la que escriben los hombres”, plantean en la carta.  

Claudia Piñeiro reflexiona sobre esta disparidad que se puede percibir también en premios tan importantes como el Princesa de Asturias de las Letras, que la semana pasada lo ganó la escritora estadounidense Siri Hustvedt, la octava mujer en recibirlo contra 34 escritores premiados. O en el Premio Cervantes, que el año pasado reconoció la poesía de la uruguaya Ida Vitale, la quinta mujer premiada sobre un total de 40 escritores que recibieron el mismo galardón. “Siempre es más difícil para las mujeres porque no están en los lugares de poder. Como lo han definido los hombres con una mirada muy masculina, sin obligarse a pensar que también tiene que haber mujeres, se fue armando esta disparidad. Esto se va a ir desarmando de la misma manera en que se va a ir desarmando en todos los ámbitos. Pero si en un jurado son todos hombres o si los que organizan un festival son todos hombres -o al menos los que tienen el poder porque después las que trabajan son las mujeres-, ellos se miran más entre ellos mismos”, dice Piñeiro a PáginaI12. 

Magela Baudoin, desde Bolivia, explica por qué sigue ocurriendo esta disparidad. “La relación entre los sexos es una interacción social construida culturalmente por una sociedad patriarcal y machista en la que el espacio público ha estado vetado para las mujeres. Esto ha ocasionado la poca participación de las mujeres en hechos trascendentes de la historia de la humanidad y el ejercicio de invisibilización de los aportes de las mujeres en los espacios tradicionalmente masculinos, como el arte, la ciencia, la política. Las estructuras sociales de este sistema patriarcal han beneficiado y sigue beneficiando a los hombres, a pesar de que hoy en día estén derrumbándose y estén seriamente cuestionados ante el reclamo de aquello que nos corresponde a las mujeres como personas, que es sencillamente la igualdad. No pedimos nada más que eso”, subraya la autora de La composición de la sal. “De ahí que reclamar el reconocimiento del aporte cultural, la calidad y la innovación de la expresión femenina en la literatura no sea una exigencia de discriminación positiva en favor de las mujeres       –aclara Baudoin–. Estamos pidiendo sencillamente competir en igualdad de condiciones. Lo cual implica modificar las reglas de juego y garantizar cosas tan simples como que la composición de los jurados sea paritaria. Esta justificación que suele utilizarse que los jurados, los premios, los encuentros de literatura y de arte siguen privilegiando la participación masculina basados en supuestos criterios de calidad no solo es una subestimación de nuestra inteligencia, sino que es profundamente fascista, antidemocrático y machista porque contribuye a que la supremacía masculina sea incuestionable”.