En su conferencia XXXIII, Freud aborda el complejo entramado que constituye la ligazón de la niña con su madre. Nos dice que la disolución de esta "poderosa vinculación" atraviesa un arduo camino. "…El apartamiento de la madre se desarrolla bajo el signo de la hostilidad, la vinculación a la madre se resuelve en odio" (1).

Considero que es en la ligazón madre-hija en donde puede reconducirse una lectura posible del feminismo contemporáneo. Hablamos de "los" feminismos, en tanto como movimiento sociocultural e ideológico, el feminismo tiene una historia diversa, que puede leerse desde el empuje por la legitimación de derechos hasta el reconocimiento de "la mujer", ahí donde desde el Psicoanálisis encontramos un límite.

Como todo discurso, las diversas corrientes del feminismo constituyen un tratamiento de un goce que excede a la subjetividad. En la clínica, nos encontramos con mujeres tomadas por cierto ideal femenino, en el cual lejos de orientar y constituir un punto de amarre identificatorio, sitúa una dispersión en la cual es difícil orientarse. Allí, es donde lo ideológico obtura el acceso a una verdad en singular, que no es la de "todas" las mujeres.

Para acercarnos a esta lectura posible, me propongo dividir el análisis en dos, la vía del estrago, palabra con que Lacan nombra la devastadora relación de la niña con su madre, y la del amor al padre, amor que comporta destino y refugio, pero también anida decepciones e imposibles. Pensamos el estrago como la huella de esa relación preedípica, no como posición subjetiva, en tanto no nos detendremos en una consideración de estructuras clínicas.

Pensar el feminismo a la luz de estas coordenadas permite ubicar dos sentidos posibles, que lejos de invalidar sus fundamentos, los ubica y sustenta.

La vía del estrago permite echar luz a la vertiente reivindicativa del feminismo, su costado querellante, que vela la decepción materna. Freud reconducía el fracaso de las primeras elecciones de objeto a la carga de hostilidad heredada de ese lazo difícil y espinoso. Es el feminismo que reivindica el "tener", pisando en las arenas movedizas de una reducción de la diferencia sexuada, en una utopía desregulada del anudamiento simbólico. Se trata de un empuje a un "ser mujer" idealizado, que no es ajeno a las relaciones de poder.

Otra lectura posible, va más allá de lo devastador de la decepción materna. Es el terreno de la conquista, de la atribución de derechos. En este sentido, todo derecho no es sino un don, que no debería ser reclamado sino atribuido. No obstante, la declinación paterna generalizada de nuestra civilización, sitúa en el lugar del padre, una ausencia. Es hacia un padre imaginario al que se dirige la demanda de un saber sobre lo femenino, en la búsqueda de la legitimidad del sexo y de la existencia. Es la vía que permite pensar la lucha por derechos y garantías, la orientación hacia un padre - Estado - que reconozca, aloje, legalice, y en ese campo se encuentra la legalización del aborto, el reconocimiento de un cuerpo femenino más allá de la maternidad, el ser escuchadas frente a "las violencias" de las que las mujeres son objeto, tanto visibles como invisibles.

En este punto, considero propicio ubicar el amor al padre como un empuje hacia una legalidad que dé sentido a la voz, que la haga audible. En su contrapunto, la voz muda pretende reducir lo irreductible de la diferencia sexuada, allí donde no hay otro.

En este sentido, no hay gramática que no sea la pulsional, el lenguaje no alcanza a representar -por más forzamientos que pretendan hacérsele- todo el goce.

(1)Freud, S. Lección XXXIII, "La feminidad" ("Nuevas lecciones introducciones introductorias al Psicoanálisis") Pág. 3169 - Obras Completas.

*Psicoanalista.