En su edición de este sábado, el diario Clarín, en una nota sin firma, me vuelve a citar en una escucha ilegal a un detenido en el penal de Ezeiza, Roberto Baratta.
Lo primero que hay que aclarar es que en las dos o tres llamadas que me hizo Baratta desde la cárcel nunca hablamos ni una palabra del expediente de Dolores. Me enteré de la extorsión a Pedro Etchebest antes de que se hiciera la denuncia porque el abogado del empresario me contó que tenían grabado y fotografiado a Marcelo D’Alessio cuando concretó el pedido de 300.000 dólares, en Pinamar, el 8 de enero. Aún así, publiqué la información recién el 9 de febrero porque fuí respetuoso de la investigación judicial.
Esas dos o tres llamadas que me hizo Baratta desde la cárcel fueron para avisarme lo que reconoce Clarín: que iba a declarar durante la semana siguiente sobre tal o cual tema. En este caso, el cruce de datos entre los aportes truchos a la campaña electoral y la lista de empresarios imputados en la causa de las fotocopias de los cuadernos. No me dió detalle alguno, sólo me dijo que declararía ante el juez o la Cámara Federal.
Cuando Baratta me pregunta si recibí “eso”, se refiere indefectiblemente a la transcripción de declaraciones ante jueces o camaristas. Como digo, eso habrá ocurrido dos o tres veces en comunicaciones que no se extendieron por más de un par de minutos. No escondo mis diálogos con presos, porque hablé con muchos de ellos: con Carlos Carrascosa, con el asesino de José Luis Cabezas, Gustavo Prellezo, con Carlos Telleldín, con el femicida Leonardo Farré, con Enrique Gorriarán Merlo, y muchísimos otros. Mi función es escuchar a todos.
Ni siquiera usando escuchas ilegales pueden demostrar nada. En la causa de Dolores quedaron expuestas las manipulaciones y delitos de la alianza política-mediática-judicial alineada con Cambiemos.
En la desesperación, tratan de endilgarme algo porque no toco la partitura de las extorsiones y el armado de pruebas falsas ni soy sirviente del ajuste, la baja de salarios-jubilaciones y los despidos.