Con María Obligado, pintora, una apasionante muestra curada por Georgina Gluzman que puede visitarse desde el 3 de mayo hasta el 11 de agosto, el Museo Histórico Provincial Julio Marc (Av. del Museo s/n, Parque Independencia, Rosario) le dice "obrigado" a su primera donante, la pintora argentina internacionalmente consagrada (e injustamente olvidada) María Obligado de Soto y Calvo ((1857-1938). La muestra se nutre de la donación al Museo y del legado familiar. Incluye algunas de sus grandes pinturas al óleo y también dibujos, bocetos, paisajes, su autorretrato, su paleta, sus retratos por otros artistas, fotografías, libros, mobiliario y documentos tan increíbles como un cuaderno donde ella "traducía" el lenguaje de los pájaros.

Óleo Angustia (1900) y dibujos de estudios previos.

"Decidimos hacer esta exposición en el marco del octogésimo aniversario del museo teniendo en cuenta que María Obligado fue su primera donante y además ella supeditó esta donación a que se terminara el edificio en un año y medio, lo que la Provincia logró y por eso Julio Marc, siempre en agradecimiento a María Obligado, puso su  autorretrato en el despacho de la dirección", cuenta a Rosariol12 el actual director del Museo Marc, el historiador Pablo Montini. "También hacemos esta exposición siguiendo con nuestras políticas vinculadas al género y a la cuestión femenina, que para nosotros es muy importante", sigue diciendo Montini y se refiere a la valiosa investigación de la curadora, cuya tesis doctoral en Historia y Teoría de las Artes por la Universidad de Buenos Aires se plasmó en un libro publicado por la editorial Biblos en 2016. En Trazos invisibles. Mujeres artistas en Buenos Aires (1890-1923) Georgina Gluzman recupera vidas y obras que la historia patriarcal ninguneó.

María era hermana de Rafael Obligado, poeta autor de Santos Vega y padre del escritor Carlos Obligado. Como ellos, se interesó por expresar en su pintura los temas nacionales. Con su marido, el escritor y crítico de arte Francisco Soto y Calvo, quien la alentaba a proseguir su vocación, hizo numerosos viajes entre Argentina y Europa hasta que se radicaron en la Vuelta de Obligado, en el paraje de la Ribera, en una mansión frente al Paraná con amplio espacio para que ella pudiera pintar. Estudiante junto a otras señoritas de sociedad en la Académie Julian de París, expuso en el Salón de la Sociedad de los Artistas Franceses en cuatro oportunidades: 1900, 1901, 1902 y 1909, obteniendo premios consagratorios a nivel mundial.

Autorretrato intimista de María Obligado.

En una encantadora ficción museográfica rica en seductores detalles, María Obligado y Francisco Soto y Calvo nos reciben en su casa, retratados en vida en 3D sobre las mesas de arrimo que pertenecieron a don José de San Martín y que pudieron comprar. La obra muestra el momento cuando el Padre de la Patria era velado en 1850 en Boulogne-Sur-Mer envuelto en la bandera argentina sobre el manto de Pizarro, austera escena de sublime y espiritual belleza que se exhibió en París, pintada por una María Obligado que se documentó muy bien antes. La pintura es monumental. El prócer yace entre dos velas sin ningún otro emblema religioso más que un monje en oración.

Sus mesas con escudos labrados son reconocibles y se duplican como en espejo en una foto ampliada del interior; esto es, en la sala hogareña, donde también están los pajaritos litoraleños que María pintaba en pequeño formato y cuyos cantos "traducía" en un cuaderno.

Mucho antes de incurrir en ese amable rasgo de excentricidad lírica, la pintora María Obligado fue una precursora del expresionismo. Pero nadie dijo esto antes. A comienzos del siglo XX, despertó gran interés crítico en París uno de sus grandes óleos que se exponen en la sala de sus triunfos europeos. El dramático Angustia (1900) muestra un naufragio "fuera de campo" (cinematográficamente hablando) en el rostro distorsionado de la madre y el más naturalista del niño, que miran por una ventana el mar tormentoso donde se hunde el padre invisible. Si bien los estudios que se exhiben junto a la obra final son aún realistas, en el cuadro presentado la emoción desfigura las facciones de la viuda más allá de todo verosímil anatómico, algo que los expresionistas propiamente dichos no hicieron hasta la época de la Primera Guerra Mundial, es decir: una década y media después.

Además de la sala doméstica y de una cronología con detalles de esta vida extraordinaria, es posible ir y venir de sala en sala entre las pequeñas obras de viaje, montadas a modo de mapa de ruta, y esa clase magistral de composición realista que es la "cinematográfica" escena de las tejedoras de Normandía pintada en 1902, y donde todo un mundo económico y social es abarcado de un vistazo en la plenitud de su sentido: el mar a lo lejos, los hombres que pescan afuera y las mujeres que tejen las redes adentro. Laboriosamente, pero en sombras.