Hace un tiempo el urbanista Rodolfo Livingston diseñó e inauguró una plaza sin caminos. Su intención era la de observar el trazo por donde circulaban los transeúntes para luego construir unos senderos que tuvieran sentido. El protagonista de El jardín de bronce hace el mismo trabajo que su colega de carne y hueso pero de una manera más visceral y angustiante. Al fin de cuentas, Fabián Danubio  (Joaquín Furriel) también anda tras el rastro que va dejando la gente, víctimas de algún tipo de violencia, y procura hallarlos en una ciudad que se presenta como un agujero negro, corriendo contra el tiempo y la desidia estatal. Hoy a las 21 podrá verse por HBO el estreno la segunda temporada compuesta por ocho episodios de una hora (luego se dispondrán en GO, la plataforma on demand de la señal). 

“Hay algo en El jardín de bronce que implica una experiencia de mucha intimidad de lo que le va pasando a Fabián. El espectador lo vive emocionalmente junto a él. No hay nada por delante o por detrás. Y eso sigue en esta temporada. El público tiene la misma información y carga que Fabián”, confiesa su protagonista en charla con PáginaI12. La primera parte, emitida hace dos años, resultó uno de las ficciones más vistas de HBO LA a nivel local y con gran feedback en más de cincuenta países. Es lógico, entonces, que desde la cadena optaran por repetir el equipo de directores (Hernán Goldfrib y Pablo Fendrik) y guionistas (Gustavo Malajovich y Marcos Osorio Vidal) para seguir la historia de este arquitecto de profesión y detective a la fuerza. Aunque esta no es una secuela en formato automático porque la narrativa, personajes, contexto y realización tienen sus singularidades.   

En la temporada inicial a Danubio se lo presentaba como un hombre común cuya existencia se veía alterada por el secuestro de su pequeña hija. Su pesquisa lo llevaba a sufrir la pérdida de su esposa, merodear podredumbres criminales, decadencia institucionalizada y habitar en su propio limbo físico y emocional por varios años. Finalmente, con la ayuda del detective César Doberti (Luis Luque) y la agente Blanco (Julieta Zylberberg) pudo dar con el paradero de Moira (Maite Lanata). Aunque estuvo lejos de ser un happy ending por la revelación de que no era el padre biológico de la chica –ya adolescente–. Este nuevo arco, transcurre apenas algunos meses después de aquel final con otro catalizador pero el mismo pathos y las notas del policial ineludiblemente porteño. 

Mientras intenta conectar con Moira ayudará a una madre (Paola Barrientos) a dar con su hijo. Esas dos tramas confluyen gracias a la aparición fantasmagórica de Doberti, asesinado en la primera temporada. “Mi personaje está ahora un poco en el lugar de Doberti, ya no es la desesperación lo que lo mueve pero se involucra de lleno. En la segunda temporada se empieza a ver como se va transformando en un rastreador. Antes lo hizo para resolver el caso de su hija, se  jugaba la vida cuando su vida no tenía sentido. Su esposa se había suicidado y su hija secuestrada que finalmente reaparecía. Me inquietaba como se iba a retomar porque  la primera  temporada era bastante conclusiva, cerraba de una manera muy pesada para el personaje y con mucha carga de información”, repasa el actor. Si bien en el nuevo caso resuena la intriga del policial negro, no hay intento de volver a su protagonista un Philip Marlowe vernáculo, sino un hombre movilizado por la falta. “Sigue sin saber. Eso lo alienta. Va atando cabos. Es bueno en eso. Así que Fabián tiene prácticamente la misma vehemencia que tuvo en la primera temporada. Hay algo del orden de la injusticia, de la desconfianza de las instituciones, del enojo que tiene con la policía, con los medios de comunicación y la falta de empatía que lo desvelan. Se sigue viendo a un Fabián en paralelo”, añade Furriel. 

–¿Por qué Fabián Danubio decide sumarse a este caso en vez de sanar por otra manera?

–No puede hacerlo. Es una mochila muy pesada. Es interesante porque lo que sucedió en la primera temporada se va cruzando con ésta. Hay una suerte de diálogo. El vínculo que tienen Fabián y Moira es rarísimo. Está muy bien escrito, es verosímil y detallado. No hay nada simplista. Él la encontró en ese viaje pero sigue perdido. Y esto se entronca con el caso que venía trabajando Doberti. Como que se lo debe a su compañero. Y muy a pesar de él descubre señales y signos en situaciones en las que va más rápido que la policía. 

–Si Fabián Danubio tuviera que hacer un trámite, ¿qué anota como profesión?, ¿arquitecto?, ¿detective?, ¿rastreador?

–Yo creo que anotaría arquitecto porque no le conviene que se sepa lo otro. Hay algo de Ciudad Gótica en su búsqueda. Es como su alterego, ser rastreador (se ríe). Pasó de su problema emocional al descubrimiento de cierta lucidez, y creo que eso lo hace muy creíble, a él la conjunción de lo traumático con el dolor, colocado en otro espacio le resulta virtuoso.

–¿Estuviste viendo más policiales?, ¿qué particularidad tiene este género para vos? 

–La serie que vi porque me la recomendaron los directores fue The Night Of que también es muy introspectiva. Me gusta como dosifica la data el protagonista. Quizá este sea el género en el que más tenés que confiar en los directores. Es muy importante que estés presente, colocado como se dice, pero la cámara tiene que contar de manera muy específica. Hay mucha entrega como para mantener la intensidad. Y en ese sentido El jardín de bronce es una sumatoria de diferentes partes. Verlo realizado, y luego la repercusión, me asombraron. Es la primera vez que me pasa lo de repetir un equipo. 

 

Hija desconocida

Otro aspecto a descular en esta temporada de El jardín de bronce es que pasó con Moira mientras estuvo secuestrada lejos de la ciudad, criada por su captor en el campo. “Lo que vivió en esos diez años en los que no se supo nada de ella se verá a través de sueños, por lo tanto son cosas que tal vez no son la realidad pura”, repasa Maite Lanata. Su personaje conlleva en su cuerpo y mirada el hecho de saberse alienada. Pasa la mayor parte del tiempo encerrada en su departamento, dibujando sus pesadillas, sin conocer reglas básicas de socialización como soplar las velas de una torta en un cumpleaños. “Moira está intentando tener un vínculo padre-hija con Fabián y mi personaje aborda esto. Simplemente que el pasado es un tanto extraño y la chica en el presente es igual de extraña”, dice la intérprete. Danubio sabe que romper ese círculo de trastornos es improbable pero a pesar de todo lo intenta. “Su hija lo lleva a conectar con la que era su mujer. Y Moira, como también lo era Lila, para él es igual de indescifrable. La relación es el eje de todo lo demás. Después del periplo de la primera temporada la gran pregunta es: ¿va a ser posible que ese padre e hija sean eso? Ella está ausente pero él aprendió a convivir con la ausencia”, agrega Furriel. 

Otro personaje que retorna es el de Julieta Zylberberg. La agente Blanco era uno de los pocos cables a tierra para el protagonista y el único miembro policial en los que confía. “En estos episodios la relación va a ser muy parecida. Forma dupla para seguir el caso a resolver. Pero además hay un interés e historia entre los dos y eso se nota. No está esa cosa de que triunfe el amor. El vínculo entre ellos es de mucha compañía y afecto. Si hay amor es rebuscado y difuso. Avanzando los capítulos ese será un temita a conversar entre ellos. Pero el personaje de Joaquín está enfocado en dos cosas: el nuevo caso y lo de su hija que es un poquito complicado”, cuenta la actriz.  

 El nuevo chico extraviado es hijo de un barrabrava de Boca. De Martín no se sabe nada desde que su padre muriera en un incendio. Las hipótesis son múltiples: ajuste de cuentas, asesinato familiar, red de pederastia, robo de órganos. La madre desesperada comienza a transitar el camino bien conocido por Danubio quien primero intenta despegarse (“Yo soy arquitecto, construyo”) pero después asumirá su rol de detective por razones de fuerza mayor. “Si la policía dijo eso es porque algo debe haber”, es una de los primeras advertencias del protagonista. 

Es como si lo directores y de guionistas hubieran agitado el mismo caleidoscopio narrativo y estético para componer un nuevo cuadro. “No queríamos que fuera una serie del tipo americano pero filmada acá: queríamos generar un mundo totalmente propio. Tenía que tener argentinidad, elementos y detalles que nos perteneciesen”, planteó Hernán Goldfrib, a cargo de la mitad de los episodios. En este caso, entonces, aparecen escenas en la Bombonera, referencias al rock chabón, coimas entre policías dentro de una historia con los ganchos propios del género. A su vez, la presencia de un secundario clave como Doberti en flashbacks genera, según el guionista Gustavo Malajovich, la sensación de un spin-off con un tono diferente. Lo que hace Luis Luque le imprime una cuota de violencia mayor”.  

En lo relativo a la escritura de los guiones también surge una bifurcación. La primera temporada estuvo adaptada de la novela de Malajovich y trabajó en los guiones junto a Marcos Osorio Vidal. En este caso el team de guionistas generó una nueva historia sin contar con la novela como mapa. “Hubiese sido esquizofrénico estar con el guion y la novela al mismo tiempo. Es medio raro todo pero quise respetar la cronología de la novela y al personaje”, dice el autor. Lo que se mantiene fiel es la esencia de Danubio que se va descubriendo como detective amateur y con un método de investigación particular. “Tiene otro tiempo y modos para encarar un enigma. Además arrastra su pesar. Eso es el personaje de Joaquín”, dice el escritor. Por otro lado, Malajovich se encuentra escribiendo la continuación de la saga literaria y que podría resultar en una nueva historia en la pantalla chica. “Es extraño pero cuando hacía la primera no tenía la necesidad de una secuela, ahora quiero hacer una tercera porque quiero ver la conversión y combinación de Danubio. Quiero ver cómo sigue”, cierra Furriel.