Dos jóvenes de 19 y 20 años se entregaron en una comisaría y quedaron detenidos por el crimen del diácono Guillermo Luquin, el domingo último, en su casa de la localidad bonaerense de Temperley, luego de que uno de ellos confesara en un video que lo asesinaron para defenderse de un ataque sexual.

Los imputados fueron identificados como Roberto Javier Céspedes (19) y su pareja Leonel Iván Martínez (20), quienes se entregaron en la comisaría 8ª de Villa Galicia, luego de que la policía allanara varios domicilios de sus familiares: ya tenían identificado a Céspedes y lo buscaban por una huella digital hallada por peritos de la Delegación Lomas de Zamora y Casos Especiales de la Superintendencia de la Policía Científica.

Un primo de Céspedes contó que luego de que la policía allanara varios domicilios de la familia, él acordó con un comisario que si lo encontraba lo iba a llevar a la comisaría y así sucedió. Antes de entregarse y quedar detenido, Céspedes grabó un video que fue difundido a la prensa por la propia familia, en el que contó una versión de los hechos en la que se coloca junto a Martínez como víctimas que actuaron en legítima defensa ante una agresión sexual.

En la grabación, el imputado denunció que Luquin lo acosaba desde que él tenía “15 años” y que el sábado pasado lo contactó por Telegram para invitarlo a su casa porque se sentía “muy solo” y que él accedió a ir pero con su novio. Según el joven, llegaron a las 23.57, el diácono les ofreció una gaseosa, hasta que les dijo que “tenía unos cuadros en la habitación” y les preguntó si los querían ver. Luego dijo que el diácono empezó a manosearlo y se le tiró encima, lo que provocó que su novio fuera a ayudarlo. Céspedes agregó que el diácono “tenía un cuchillo en la mano” con el que quería apuñalarlo, pero que él lo tomó de la muñeca y logró llevarlo “hacia la carótida”. Sobre lo sucedido tras el forcejeo, dijo que él y su pareja se fueron “ensangrentados”, que dejó la llave colocada en la puerta “del lado de adentro”, que luego de bañarse en su casa decidieron contarle todo a su mamá y a su hermana, quienes los ayudaron a “hacer lo correcto”: entregarse. 

Esta confesión no tiene validez legal, deberán volver a relatar los hechos cuando los fiscales les tomen indagatoria.