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Por M. Fernández López
Vivir a mil (I)
La economía también tuvo su Evariste Galois. Vale decir, un alma dotada de facultades lógicas inusuales, a quien no le fue concedida una vida larga, sólo la indispensable para llenar algunas cuartillas que influirían hondamente en la investigación científica posterior. Fue Frank Ramsey, nacido en Cambridge el 22 de febrero de 1903, hijo de un matemático y miembro del Colegio Magdalena, de Cambridge. En el otoño de 1924 fue electo miembro de Kings College y docente de matemática. A muy temprana edad, a los dieciséis -escribió Keynes- su mente precoz estaba intensamente interesada en problemas económicos. Cuando descendía de sus acostumbradas alturas pétreas, no le costaba esfuerzo seguir habitando en la atmósfera enrarecida que gustan respirar la gran mayoría de los economistas, y manejaba el aparato técnico de nuestra ciencia con la fácil gracia de alguien acostumbrado a uno mucho más dificultoso. Aparte de escritos filosóficos, sus contribuciones a la ciencia económica están contenidas en sólo dos artículos: Contribución a la teoría del impuesto (Economic journal, marzo 1927) y Teoría matemática del ahorro (E.J., diciembre 1928). En el primero respondía la inquietud de Pigou sobre qué impuesto reduciría menos el bienestar de los contribuyentes. La solución determinaba las tasas de cada impuesto en proporción a los precios de cada bien gravado y a la elasticidad-precio de su demanda. En el segundo, que desarrollaba el modelo de Ramsey, obtenía la trayectoria óptima de la acumulación de capital. Lo notable de su construcción era la semejanza con el modelo de Solow sobre crecimiento económico: suponía que la producción total depende de dos factores, trabajo y capital, que varían en el tiempo de modo continuo. El consumo provoca una utilidad presente y el no consumo (ahorro), una utilidad futura. La acumulación óptima ocurre cuando la utilidad marginal del consumo declina a igual ritmo que el tipo de interés. Este artículo es una de las contribuciones más notables a la economía matemática, por la importancia intrínseca y dificultad del tema, y por la potencia y elegancia de los métodos técnicos utilizados (Keynes). A comienzos de 1929, Wittgenstein regresó a Cambridge, y sostuvo innumerables conversaciones con Ramsey, en las que también participó Piero Sraffa. Un año después fallecía, poco antes de cumplir 27 años.
Vivir a mil (II)
Miguel Sidrauski nació en Buenos Aires en 1939. A los veinte era uno de los primeros seducidos por la licenciatura en Economía Política, que comenzó a dictarse en la UBA en 1959. Su formación, como la de muchos otros, la debió al profesor Julio H. G. Olivera. Cuando éste debió organizar el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, a fines de 1961, a falta de graduados en Economía pensó en los mejores alumnos de sus cursos regulares o de su seminario de Análisis Económico, con quienes formó su primera planta: Oscar Altimir, Héctor Luis Diéguez, Mario Marzana, Nélida Muffatti, Arturo OConnell, Miguel Sidrauski y Mauricio Teubal. Las primeras investigaciones, ayudantías docentes y cursado de materias lo unieron a Diéguez, con quien escribió Reconsideración de la teoría ricardiana del crecimiento. Su mente iba más rápido que la burocracia, y no esperó a recibirse. Ingresó en el doctorado de Chicago en 1963. Su última materia del doctorado la rindió ante Olivera, en Buenos Aires, para lo cual la Universidad de Chicago le envió un poder escrito. Terminó en 1966 su tesis, bajo la dirección de Hirofumi Uzawa y Milton Friedman, y sobre ella basó su trabajo Elección racional y tipos de crecimiento en una economía monetaria, publicado en 1967 en American Economic Review. Analizaba el efecto del dinero en la utilidad de un consumidor representativo, las condiciones de máximo, dinámica y puntos estables de la inflación y la acumulación de capital. Su otro trabajo, Inflación y crecimiento económico, se publicó en Journal of Political Economy. El Instituto Tecnológico de Massachusetts le ofreció un cargo de profesor adjunto, que desempeñó durante dos años, donde tuvo como ayudante a Stanley Fischer, luego coautor con R. Dornbusch de tratados de macroeconomía y actualmente director del FMI. Falleció de cáncer, en setiembre de 1968, a los 29 años, a dos meses de nacer su hija Carmela. La muerte de este hombre joven es una pérdida dolorosa para nuestra profesión y para el mundo. He aquí un hombre que hubiera expandido las fronteras de nuestra disciplina, que hubiera cambiado y enriquecido el análisis económico, que hubiera iluminado e instruido a generaciones de estudiantes, derribado al comienzo mismo de su carrera, lleno de promesas que, en su mayor parte, nunca cobrarán realidad (M. Friedman).
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