Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
Todo por 1.99
Convivir con virus
Clara de noche

fueIserá






Meirás - Migdal

Gustavo Cerati
Gustavo Cerati

El Che
por un día


“Me gustó la idea de caracterizar un personaje, más allá de que fuera el Che Guevara.” El primer comentario que Gustavo Cerati hace sobre la portada del último número de la revista D’Mode es prudente. Pero de inmediato sucumbe a la tentación: “Me gustó contribuir a desacralizar la imagen del Che, que ya está muy sacralizada”. El Che Guevara, estandarte, chabón grosso, gorro, bandera y vincha de las hinchadas futboleras del rock nacional en la piel de Gustavo Cerati ¿Qué tal? Toda una provocación, ¿un gesto rocker? “En realidad, me lo propusieron por una cuestión mucho más frívola. Siempre me veían con la boina, y me decían `Esa boina, esa boina ..., y con la barba, ¿por qué no?’. Les gustó el efecto de verme así. Y me gustó la situación actoral. No me detuve a pensar en él como revolucionario, ni qué mierda hago yo ahí con un símbolo que en realidad no le pertenece ni a los Redonditos ni a nadie. Más allá de que uno esté o no de acuerdo con el método que utilizó para conseguir sus objetivos, el Che representa, ante todo, el romanticismo. Y en ese sentido, le rindo homenaje.” La excusa de la producción que usó Cerati .-Cherati- como modelo de tapa fue la idea de la “Rav-volution”: una revolución de las raves que tendría al ex Soda Stereo como símbolo. Pero, de paso, el supuesto símbolo suma una pequeña dosis de veneno al asunto. “Me molesta un poco que algunos sientan que la imagen del Che Guevara les pertenece. No tengo nada contra nadie, pero no creo que esa imagen sea tan pura como la quieren presentar. En realidad es un símbolo que produce un efecto en la gente, pero que no es el mismo que provocaba en los 70. Hoy, su imagen es una más entre todas las que pasan. Reconozco que puede parecer una provocación, pero no fue pensado así. Para mí fue un desafío actoral.”

Sensibilidad agudizada

Trance, ambiente, jungle, marcha ... El desafío es concreto: ¿cómo puede hacer una persona que no entiende absolutamente nada de tecno music para distinguir lo bueno de lo berreta? Gustavo Cerati brinda su criterio de experto: “Tiene que ver con la conmoción que produzca; si percibís que genera una emoción ...”. Luego agrega algunos detalles. “Dentro de la música electrónica hay muchas diferencias: hay cosas que te invaden más, otras que las podés usar mientras estás pintando, por ejemplo. Lo interesante es que empezás a hacer foco en pequeñas cosas. Como es música instrumental, no hay letra y no interviene la voz, que es lo que siempre capitaliza la atención en una canción. Creo que la música electrónica ha servido para agudizar la sensibilidad. Cuando pongo discos bastante radicales de música electrónica en mi casa y se los hago escuchar a gente absolutamente neófita del género, les encanta; encuentran un tipo de música que les serviría para alguna cosa que hacen, o simplemente les gusta porque no tienen todo el tiempo a alguien que les canta.” Para Cerati, las máquinas fueron útiles en varios sentidos. “Me vino muy bien dedicarme a esto después de Soda Stereo. Ya venía haciéndolo desde antes, pero este silencio verbal me alivia de tener que darle ideología a lo que estoy haciendo. Con las máquinas, si uno se mete dentro de la sutileza de los pequeños cambios, de lo más minimal, también se consigue emocionar. Con pequeños movimientos, con situaciones que aparentemente se repiten siempre igual ... Esto es algo que dentro del rock también se puede hacer. Dynamo no era un disco tecno, pero tenía una concepción de repetición y de hipnosis musical, con cosas que repetían más allá de lo lógico. Cuando un estribillo se repite 40 veces deja de ser el momento de la canción que todo el mundo espera y se vuelve otra cosa. Eso me encanta y es también una forma de producir canciones más allá de la forma convencional.

-¿Que no necesites dotar de ideología a tus temas tecno quiere decir que el género no tiene ideología?
-El tecno carece de ideología. Black Dog tiene como una intención radical, pero no creo que se trate de ideología. Cuando ponés letra, la cosa se transforma en una canción y como tal tiene un camino temático, esas palabras tienen un sentido. En cambio, lo instrumental deja volar un poco más, no interviene tanto en tu vida a menos que le prestes particular atención. En la canción siempre hay una voz que te dice `escuchame’.

El lunes pasado apareció en las disquerías el segundo álbum de Plan V, el grupo de música electrónica mitad argentino-mitad chileno que Gustavo Cerati lleva adelante junto a Christian Powdich, Andrés Bucci y Guillermo Ugarte. El álbum, titulado “Plan Black V Dog”, presenta dos particularidades: una, que a diferencia del primero -que fue editado por un sello independiente-, fue publicado por la multinacional BMG, que le brindó apoyo promocional y una edición cuidada y lujosa; otra, que se trata de un disco compartido, en el que conviven tres temas de Plan V y tres del grupo inglés Black Dog. Es, entonces, el segundo acercamiento más o menos directo del ex Soda Stereo a la música electrónica, a la vez que el séptimo álbum de Black Dog, conjunto que, entre otros pergaminos, presenta el de haber remezclado temas de artistas prestigiosos como Radiohead, Blondie y Björk. Es, entonces, un buen momento para repasar algo del pasado, mucho del presente y un poco del futuro de Gustavo Cerati.

-¿Te integraste definitivamente al bando de los que sostienen que el rock murió?
-No, pero podemos decir que hace mucho tiempo que el rock agoniza. Fijate qué difícil es escuchar buenas canciones y qué tremenda vagancia hay en las propuestas más novedosas dentro del rock. Quiero decir: está bueno que exista Oasis, pero no me parece que ése sea el camino de la música. Hacen buenas canciones, aprendieron cómo hacerlas y nadie puede dudar de esa energía, pero me interesa la música que va un poquito más allá, que tienen una puertita. El rock no está muerto porque hay algunos que lo salvan, pero la institucionalización del rock como recurso es una idea un poquito peligrosa. El hecho de pensar: “Yo puedo tener una banda porque es mejor que trabajar de operador en un canal de cable” genera una cantidad infinita de bandas que no tienen nada que decir pero que inundan las radios. Eso hace que alguien que quiera escuchar algo que realmente lo conmocione, navegue en la radio buscando la nada. Todo es igual, todo se parece ... Lo adjudico a tres cosas: a la vagancia, a la confusión de fin de siglo y a que realmente la estructura guitarra-bajo-batería tiene que renovarse. No digo que se acabó; digo que hay que aprender de otros géneros porque sirven como nuevas herramientas de composición. Mi acercamiento a la guitarra no es tan virtuoso; yo me cuelgo la guitarra y actúo como un guitarrista. Y si me pongo delante de un sintetizador, actúo como un tipo que toca el sintetizador. Aunque no sepa mucho, en esos botones puedo encontrar sensibilidad.

-¿Sos consciente de que muchas personas que no tenían particular interés en la música tecno van a enterarse de su existencia gracias a vos, o por tu culpa?
-Sí, pero no me interesa hacer ningún proselitismo de la música electrónica como si fuera la salvación, porque creo que hay tanta mierda como en cualquier otro lado. Pero sin dudas va a ser un poco así, aunque no me guste. Algunos se van a poner a investigar. Ya pasó con el primer disco de Plan V, que vendió mucho más que cualquier disco de música electrónica que se haya editado en el país. Cuando tocamos en el Centro Cultural Recoleta había más de mil personas. Al principio el público empezó a aplaudir como esperando un ritmo que nunca empezó, pero al final terminó entendiendo. Y no sólo había gente que seguía a Soda Stereo; como era domingo, hubo gente que andaba por el parque y subió a ver qué pasaba, y nos miró como una atracción más, igual que a las estatuas vivientes.

-¿Cuál sería la situación ideal para escuchar a Plan V?
-Este disco es muy raro, todavía no lo tengo muy claro. Pero en principio hablaríamos de volumen: o lo escuchás muy bajito, y uno lo soporta como una situación ambiental, o realmente muy fuerte, para percibir la energía. El nivel medio no le queda bien. Por otro lado, es un balance entre la propuesta de Black Dog, que es más dark y opresiva, y lanuestra, que es más easy, suave. En general es un disco tranquilo, excepto el remix nuestro de Black Dog. Me parece muy interesante haber hecho este disco, porque es un approach de dos culturas diferentes a través de un lenguaje común.

-Podría interpretarse como un signo de los tiempos el hecho de que un grupo sudamericano pueda ponerse a trabajar de igual a igual con uno inglés.
-Sí, porque en estos momentos el polo de la música se está diversificando mucho, ya no son sólo los ingleses y los norteamericanos los que monopolizan la música; ahora hay alemanes, franceses, sudamericanos ... En este lenguaje de la música electrónica se prescinde de la supuesta raíz, la máquina que usamos acá es la misma que usa un tipo en Inglaterra. En la forma de encararla seguro que aparece tu influencia cultural, pero al final todos somos producto de la cultura rock.

-¿Con Plan Black V Dog se termina Plan V?
-No sé. Plan V, como grupo, no tiene una proyección de trabajo concreta, ni la idea de hacer una gira. No sé si existirá un tercer disco. Nos juntamos cuando podemos, porque uno vive en Alemania, otros dos en Chile y yo vivo acá. El primer disco de Plan V surgió realmente de un jam, algo similar al jam que puede hacer una banda con instrumentos convencionales rockeros, pero con máquinas. Había un ritmo de una batería electrónica, y tocamos arriba de eso con diferentes instrumentos electrónicos, tratando de crear un clima, con gente bailando alrededor. Estábamos en el sótano de una disquería; la gente iba a comprar discos, bajaba y nos veía tocando. Grabamos directamente, así que todo lo que hacíamos quedaba registrado. Los temas duraban 25 minutos, pero en el disco quedaron los mejores diez minutos de cada uno. Este disco, en cambio, fue un poco más pensado. Combinamos para que Black Dog hiciera un par de temas, nosotros pusimos un par de temas y cada uno hizo un remix de un tema del otro. Terminó siendo una especie de EP medio raro, con dos cosas bien diferentes. Es menos espontáneo que el primero. Igual, lo divertido que plantea el primer disco de Plan V y, en menor medida, este segundo, es el intento de trabajar con la aleatoriedad de las cosas. Algunas cosas se mantienen y se estructuran, y otras se van para cualquier lado.

-En un grupo de instrumentos convencionales, la improvisación es algo fácilmente comprobable. ¿Cómo es el concepto de lo aleatorio cuando se trabaja con máquinas?
-Uno puede intervenir sobre el timbre de un instrumento electrónico, como un sampler, por ejemplo. Un sampler registra un sonido y vos podés repetirlo exactamente igual, pero podés modificarlo rítmicamente o a través de filtros y otras formas de intervenir sobre ese sonido. Una guitarra es diferente, porque la pulsación nunca va a ser la misma. Ahí hay una intervención aparentemente más sanguínea.

-¿Aparentemente?
-Sí, porque al final del día todo es música, y si conmociona está bien y si no conmociona, es música tan inservible como cualquier cosa, no importa si se hace desde una guitarra o con máquinas.

-¿La música electrónica es música utilitaria?
-Es como hacer música para películas. La música sirve. Brian Eno lo propuso desde sus ambients, la “música para aeropuertos”... Pero las pretensiones pueden ser muy diferentes al uso final. Toda la música, finalmente, tiene un sentido utilitario. Un tema de Metallica podrá servirle a un pendejo para reventarse adentro del auto, entonces tiene un sentido utilitario: pone esa canción porque quiere vivir esa situación. Lo mismo pasa con cualquier música y al final todo termina siendo como parte del mobiliario, es inevitable. En el caso de Soda Stereo uno podría preguntarse: ¿era música para estadios? No fue creada con esa idea, peroal incorporar el estadio como ámbito habitual, sin duda empezamos a experimentar esa sensación.

-¿La etapa Plan V funciona como un descanso antes de volver a las canciones?
-No lo planeé así. Pasa que a nivel lírico no tenía nada para decir, no estaba escribiendo nada. Después de las “gracias totales” de la despedida de Soda Stereo en River (risas) ...

-¿Qué pensás cuando comprobás que cualquier tontería que digas en público puede ser tomada como una frase célebre?
-Yo he dicho muchas boludeces que no tenían ningún sentido, y que sin embargo han servido después como títulos, epígrafes ... Es gracioso, pero cuando las leés fuera de contexto seguís pensando que son boludeces. Lo de “gracias totales” surgió como una forma de decir “Esto es lo más grande”, porque Soda Stereo había tenido un final feliz pese a que era un divorcio. Para mí era fundamental el silencio después de todo aquello, y todavía hoy pienso que eso está un poco verde. Soda Stereo fue bastante fuerte en mi vida, y tratar de alejarme de ésa significó meterme en otra música. Pero también estoy haciendo canciones, porque yo siempre hice eso. Más o menos alejadas de Soda Stereo van a ser mis canciones. Estoy empezando a trabajar, por ahora en soledad, por una cuestión de espacio físico. Formalmente no armé ninguna banda y por el momento no lo voy a hacer, pero supongo que este año surgirá algo. A diferencia de Amor amarillo, que lo hice en un living y lo compartí sólo con mi mujer, esta vez me gustaría que fuera más abierto.

-¿Vas a armar una banda de rock con un baterista y un bajista?
-Probablemente, aunque todavía no sé qué van a requerir las canciones. Es todo muy prematuro. Algunas cosas pueden tender a un formato más rock y otras pueden no necesitarlo, no sé si voy a hacer todo un disco con los mismos músicos o si habrá gente que vaya y venga. Lo que es seguro es que no quiero terminar las canciones al punto que sólo precise músicos de sesión para que toquen lo que ya decidí. Me gustaría generar una especie de competencia interna, algo que en Soda Stereo ya no existía. Me parece que eso es fundamental para que uno no naufrague en el ego.

-No te va a resultar sencillo encontrar músicos que se olviden de que están ante una estrella de rock y se permitan discutir con vos.
-Eso puede ser una cagada, pero requiere tiempo. Soy consciente de eso y es inútil que pretenda retrotraerme al 82 para armar una banda como Soda Stereo. Va a ser cuestión de ir probando. Ya he tenido experiencia con músicos pendejos, tipos con los que tengo diferencias culturales y de edad muy grandes, y con los que, sin embargo, tengo más cercanía musical que con algunos popes de la música nacional. Aunque se trate de un disco solista, mi intención es confrontar. Como pasó, por ejemplo, en “Colores santos” con Daniel Melero, o en los primeros discos de Soda Stereo. La confrontación de una idea con otra genera una competencia muy enriquecedora. Lo mismo que la externa, que también es muy buena. Eso de decir “¡Mirá lo que hizo ese grupo!”. Escuchás un grupo que te impacta y vos, que sos músico, decís “Quiero hacer esto pero mejor, superarlo”.

-¿Te pasa eso con grupos argentinos?
-Me pasaba cuando existían Sumo, Virus, o con los grandes discos de Charly García y algún disco de Fito Páez. Esas eran cosas que te removían, decías “Uy, acá hay que esmerarse”. En los ‘90 me pasa menos. Supuestamente, la competencia de Soda Stereo eran los Redonditos de Ricota, pero musicalmente no teníamos nada que ver. Siempre tuve admiración por Daniel Melero; en algún momento admiré la energía de Babasónicos ... Pero no me pasa muy a menudo en los ‘90. Y eso no es bueno para nadie.

Fernando Sánchez
Fotos: Tamara Pinco