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Por M. Fernández López
De tal palo ...
Es sabido que los vampiros se propagan mordiendo el cuello a otros. ¿Y cómo se propagan los economistas? Se creía que, sembrando crisis económicas y pobreza, no tardarían en aparecer economistas, pero luego se comprobó que la causalidad ocurría en sentido inverso. Se halló que un modo directo y natural era hacerlos nacer de otros economistas. Más aun: por este método se comprobó que en muchos casos el producto superaba al productor. Como prueba, se ofreció la siguiente lista: John Stuart Mill, autor de Principios de Economía Política (1848), uno de los mejores textos del s. XIX, era hijo de James Mill, autor de Elementos de Economía Política, el libro con que se empezó a estudiar economía en la UBA. Henry Charles Carey, autor de Principios de Economía Política (1837-40) y de Principios de la Ciencia Social, era hijo de Mathew Carey, publicista del proteccionismo. Léon Walras, fundador de la escuela de Lausana y del enfoque de equilibrio general, era hijo de Antoine Auguste Walras, condiscípulo de Cournot y autor de Théorie de la richesse sociale (1849). Amasa Walker, autor de Science of Wealth (1866), padre de Francis Amasa Walker, autor de Money (1878) e International Bimetallism (1896). John Maurice Clark, uno de los descubridores del principio de aceleración y autor de Studies in the Economic of Overhead Costs (1926), era hijo del principal teórico estadounidense de la distribución, John Bates Clark, autor de Teoría de la Distribución (1899). John Maynard Keynes, creador de la macroeconomía, autor de Treatise on Money y The General Theory of Employment, Interest and Money, era hijo de John Neville Keynes, metodólogo de la economía y autor de la distinción entre economía positiva y normativa, expuesta en Scope and Method of Political Economy. Wassily W. Leontief, creador del enfoque de insumo-producto, era hijo de un profesor de economía en San Petersburgo. En la Argentina tuvimos el caso de Vicente Fidel López, profesor de Economía Política en la UBA, hijo de Vicente López y Planes, ex secretario de Hacienda y a quien Rivadavia en 1822 pretendió nombrar primer profesor de Economía Política. Algunos se pasaron de la raya, y tuvieron más de un economista, como J.-B. Say, padre de Horace-Émile y Jean-Baptiste-Léon Say. El método no falla, y algunos opinan que debería exigirse una restricción voluntaria de la natalidad.
El juego de la vida
Si cree que la teoría de los juegos trata del truco, el fútbol o las bochas, tiene razón, pero no vistos como actividades o entretenimientos, sino como modelos matemáticos, donde se resuelve qué opciones maximizan un resultado. Es una especialidad para matemáticos y su creador mismo, John von Neumann, fue uno de los principales matemáticos de nuestro siglo. En 1994 la Academia Sueca decidió premiar a los mejores en esta especialidad: Nash, Selten y Harsanyi. Al leer sus discursos de aceptación los tres asombraron al mundo: por cierto había juegos cooperativos o no cooperativos, con información completa o incompleta, pero el juego más difícil y peligroso había sido el de sus propias vidas. Nash, ante el rey de Suecia, se declaró esquizofrénico paranoide, y recordó que a comienzos de 1959 tuvo perturbaciones mentales que lo obligaron a dejar su cátedra en el M.I.T., estar 50 días bajo observación en el hospital McLean, luego de lo cual viajó a Europa e intentó adquirir estatus de refugiado. Más tarde, varias veces fue internado contra su voluntad por períodos de cinco a ocho meses en hospitales de New Jersey, hasta que asumió una conducta moderada para evitar la hospitalización y el trato con psiquiatras. Selten, por su parte, contó que su padre, ciego desde joven, había montado en Breslau un círculo de lectores. Aunque no participaba en congregaciones, era de origen judío. Su esposa era protestante. A mediados de los treinta lo obligaron a cerrar el negocio. Reinhard tenía 14 años; debió salir del colegio y se le impidió, como medio judío, aprender un oficio. Emigró en 1942 y hasta 1946 no pudo retornar a la escuela. En 1959 conoció a quien sería su esposa. Intentaron tener hijos sin éxito. En 1991 descubrieron que ambos sufrían de diabetes y a consecuencia de ello su esposa perdió ambas piernas desde las rodillas. Harsanyi, hijo de un farmacéutico judío de Budapest, eligió en 1937 la carrera paterna a fin de diferir su ingreso al ejército, y lo logró hasta 1944, pero luego debió servir en una unidad de trabajo que iba a ser deportada a un campo de concentración. Poco antes de partir el tren logró escapar. Un jesuita lo ocultó en un monasterio. En 1946 reingresó a la Universidad de Budapest, de donde debió huir por razones políticas y cruzar la frontera por zonas cenagosas hacia Austria y luego ir a Australia. Juegos de la vida, donde el premio era seguir viviendo.
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