Por Claudio Zlotnik
La tregua en Brasil duró hasta que terminó el Carnaval. Las turbulencias en el mercado retornaron no bien el jurado nombró a las scolas Imperatriz y Vai-Vai como nuevas reinas, en Río y San Pablo, respectivamente, de la fiesta más popular que tienen los brasileños. La nueva escalada del dólar aparece incontrolable para el Banco Central, y en la city ven cada vez más cercana una nueva corrida contra el real que vuelva a sacudir los frágiles cimientos de la economía brasileña.
Superada la barrera psicológica de dos reales por dólar, los financistas van a volver a testear al gobierno. Querrán saber hasta qué punto Fernando Henrique Cardoso podrá defender la actual cotización de la moneda. El último ataque especulativo le costó dos presidentes del Banco Central -Gustavo Franco y Francisco Lopes-, y una devaluación cercana al 40 por ciento. Con estos resultados, en la city no descartan que se repita la historia de México 95, lo que supondría una depreciación que duplique la actual y un dólar trepando a cuatro reales.
Presiones para que ese escenario ocurra no faltarán. Durante marzo, el gobierno y las empresas brasileñas tendrán que hacer frente al vencimiento de deuda externa por 4500 millones de dólares, que se sumarán a los multimillonarios vencimientos de deuda interna. En total, la deuda externa privada trepa a los 142.000 millones de dólares y la pública a 85.000 millones. A su vez, el pasivo interno -que se va renovando diariamente a una tasa del 40 por ciento anual- asciende a 350.000 millones de reales.
El interrogante reside en saber hasta dónde esa necesidad de dólares golpeará al real. En ese marco, el apoyo del Fondo podría ser determinante, pero la liberación de fondos frescos por parte del FMI se sigue dilatando y en la city apuestan a que recién el grifo para enviar 4500 millones de dólares se abriría hacia fines de marzo o principios de abril.
Por ahora, la valla de contención para sostener al real impuesta por el BC se limita a vender parte de sus enflaquecidas reservas. Existe consenso de que Brasil volverá a tambalearse: sin poderío suficiente para enfrentarse a los especuladores ni medidas que expliquen la manera en que Cardoso cumplirá lo acordado con el FMI.
En Estados Unidos, las aguas también se están agitando. El crecimiento sostenido de la economía obligó a Alan Greenspan, titular de la FED (banca central estadounidense), a dejar entrever que estaría dispuesto a elevar la tasa de interés de corto plazo. Esa posibilidad ya empezó a repercutir en los mercados: el precio de los bonos largos de la Tesorería de los Estados Unidos se vinieron abajo y arrastraron a los argentinos. Como contrapartida, la tasa que devengan los títulos estadounidenses se disparó al alza y los inversores internacionales, lejos de pensar en mover sus capitales hacia los países emergentes, colocan los fondos en los siempre seguros títulos de los Estados Unidos. Si la tendencia se profundiza, no sólo provocará un retraso en el regreso de los capitales hacia los países emergentes sino que, además, encarecerá el financiamiento del Gobierno y de las empresas. Sobre llovido, mojado.