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El Baúl de Manuel

Por M. Fernández López

¿Bajar salarios?

Exportamos caro y no podemos devaluar. Las pymes, que emplean mucho trabajo, se ven excluidas de exportar. ¿Cómo revertir el problema? El ingreso se utiliza en consumo o ahorro. A más ingreso, la proporción ahorrada es mayor, y viceversa. En crisis y con desempleo, la mayor parte de la población consume todo su ingreso. Además, la totalidad de los que viven de un salario lo gastan íntegramente en consumo. Si, de pronto, sus salarios nominales se reducen un diez por ciento por una disposición del Estado, y los precios de los bienes que consumen no varían, su ingreso real caerá también en dicha proporción. Es decir, caerá su consumo un 10 por ciento. Un gobierno que dispusiese tal rebaja en las condiciones actuales condenaría a numerosos ciudadanos a tener que elegir entre comida o medicamentos, entre el hambre o la enfermedad. Le estaría confiscando un pedazo de su honor o fortuna, y haciendo lo que la Constitución prohíbe en su art. 29. Pero el gobierno mismo tiene los resortes para no causar tal descalabro. Si todo el ingreso se gasta en consumo, y sufre una deducción de X por ciento, y si todos los bienes en que gasta el ingreso el asalariado sufren también una deducción en sus precios de X por ciento, no tiene por qué afectarse el nivel o la calidad de vida del asalariado. Es un teorema de la ciencia económica. Y reducir el precio de lo que consumen los asalariados puede el Estado hacerlo, bajando la tasa del IVA en igual proporción en que recorta el salario. ¿Cómo suplir la reducción de ingresos fiscales? La respuesta está a la vista: si la reducción de salarios busca incrementar las exportaciones, y ello ocurre, ¿adónde irían a parar las ganancias obtenidas, sino a las empresas exportadoras? Son conocidas las abultadas ganancias de ciertas empresas, y también es conocida la fuerte concentración de ingresos en los estratos sociales más altos. Nadie piensa en redistribuir ingresos del asalariado al empresario, sino en exportar más, dar empleo, mantener la estabilidad del peso y no crear un agujero fiscal. Una reducción del salario es un impuesto directo, aplicado a quienes carecen de capacidad contributiva. ¿Cómo no gravar con un impuesto similar a quienes sí la poseen? Un impuesto directo sobre las ganancias del capital, cuya alícuota permitiese recaudar el monto no percibido por IVA, es la respuesta que concilia equidad con reactivación.


No va más

En mayo de 1949, hace exactamente 50 años, se publicaba un escrito de Prebisch producido para la Conferencia de La Habana de la CEPAL, titulado “El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas”. La parte II, sobre “Las ventajas del progreso técnico y los países de la periferia”, sostenía, sobre datos recopilados por las Naciones Unidas, que entre 1876-80 y 1946-47 los términos del intercambio habían empeorado de 100 a 68,7. Vale decir que, si al comienzo por una cantidad de trigo se obtenía 100 de manufacturas, con el tiempo terminó obteniéndose sólo 68,7. Esta comprobación llevaría a la “hipótesis Prebisch-Singer”, hoy incorporada a la ciencia económica, por la que los países industriales se apropian íntegramente de los frutos del progreso tecnológico, por vía del deterioro de los términos del intercambio. Los términos del intercambio no son sino M/T, cociente que se lee: “cuánto de Manufacturas (M) obtenemos por cada unidad de Trigo (T) que exportamos”. Si los precios de M y T están en dólares y son, P y P’, respectivamente, en equilibrio lo que se importa (valor de las manufacturas) es M.P, igual al valor de lo que se exporta, A.P’: MP = TP’. Si caen los precios de los bienes primarios (alimentos, minerales, etc.), cae P’ y por tanto P’/P. El deterioro de los términos del intercambio puede expresarse indistintamente como una reducción en M/T o P’/P. En los tiempos que vivimos, ha ocurrido una fuerte caída en P’ en los mercados mundiales de bienes primarios, ypor tanto se está en el caso analizado por Prebisch. Si la caída es tendencial y no sólo transitoria, el país debería pensar en producir otras cosas. “¿Dónde va a trabajar la gente que el progreso técnico desaloje de la agricultura? -decía Prebisch en la Universidad de Córdoba-. No hay otra solución que su absorción por la industria y otras actividades urbanas. Por lo tanto, la industrialización es una exigencia de la tecnificación. Cuanto más se tecnifique el país, cuanto más aumente la productividad en su agricultura, tanto mayor será la necesidad de la industrialización; al aumentar la productividad de la agricultura, que produce alimentos y materias primas, no crece la demanda de esos productos en la misma proporción en que crece la demanda de productos industriales. Por lo tanto, es necesario transferir población activa de la agricultura a la industria”.